Hilda García | 01 de febrero de 2019
El zoo de cristal
Dirección: Óscar OlmedaAutor: Tennesse WilliamsCompañía: Martes TeatroReparto: Ángeles Porras, Jorge San José, Óscar Olmeda, Maria Cobertera, Rubén RieraEstudio 2 – Manuel GalianaCalle Moratines, 11. MadridDomingos del mes de febrero de 2019, a las 20 h.Precio: 12 eurosSitio webEl insalvable abismo entre deseo y realidad centra el argumento de El zoo de cristal. Una laureada obra del reconocido dramaturgo Tennesse Williams (Estados Unidos, 1911-1983), publicada en 1944 y versionada en infinidad de ocasiones.
El universo de recuerdos y sueños rotos creado por el escritor norteamericano se plasma con tino en la sugestiva adaptación que ofrece el teatro Estudio 2 – Manuel Galiana, bajo la dirección de Óscar Olmeda.
El protagonista, Tom Wingfield (Jorge San José), rememora los años vividos junto a su madre, Amanda, y su hermana menor, Laura. El joven se debate entre el deber y sus aspiraciones. Es un escritor frustrado (alter ego del autor) que se ve obligado a trabajar en un almacén para mantener a su familia.
Amanda (Ángeles Porras), la matriarca, es una mujer frívola, fantasiosa y manipuladora. Abandonada por su marido, se aferra a sus distorsionados recuerdos y al futuro de sus hijos para seguir adelante. En su afán por que Laura consiga el matrimonio que ella no ha tenido, dedica su día a día a buscarle pretendientes.
“Muerte en el Nilo”, los estragos del amor posesivo
El triángulo se completa con la frágil Laura (María Cobertera), una muchacha tímida y acomplejada por una leve discapacidad física. Sufre las consecuencias de una época en la que el éxito de una mujer consistía en hacer una “buena” boda. Encerrada en sí misma, su única dedicación es coleccionar animales de cristal, tan delicados como ella.
Esta -aparente- armonía familiar se rompe cuando, a instancias de su madre, Tom invita a comer a un compañero del almacén para que conozca a su hermana. La llegada del pretendiente de Laura, Jim O’Connor (Rubén Riera), supondrá un revulsivo que les abrirá los ojos a la realidad. El futuro de la familia, que se adivinaba lleno de ilusiones, se desvanecerá.
El zoo de cristal es una obra intimista, con una gran carga dramática y tintes autobiográficos. Fue llevada al cine por Irving Rapper en 1950, con Jane Wyman y Kirk Douglas como protagonistas. Paul Newman dirigió un remake, en 1987, con un joven John Malkovich en el papel principal.
En este montaje de la compañía Martes Teatro, la puesta en escena está al servicio de la interpretación. El recurso del narrador (Óscar Olmeda), que se entremezcla con los diálogos entre los distintos personajes, se resuelve con solvencia.
“La culpa”, cuando el verdugo se convierte en víctima
El decorado representa una estancia de la casa familiar, con muebles blancos de la época y un viejo gramófono en el que Laura escucha sus melodías favoritas. Varias piezas musicales, algunas de ellas actuales, acompañan a la acción.
Dentro de esta maquinaria bien engrasada, lo más destacado es el brillante trabajo de los actores, que consiguen conferir a sus personajes la intensidad que merecen. Las limitaciones escénicas propias de un recinto pequeño, lejos de ser un obstáculo, permiten una proximidad de los protagonistas al público.
El zoo de cristal trasmite un mensaje positivo de autoafirmación. Anima a superar los complejos, a no infravalorarse, a sacar a relucir las cualidades positivas que cada uno tiene.
Sin embargo, tiene un trasfondo pesimista y desesperanzador. El guion pone de relieve la decepción que experimentamos por ese doloroso abismo existente entre la vida soñada y la real, las expectativas y los hechos. En palabras de Tennesse Williams, galardonado con dos Premios Pulitzer, “el tiempo es la mayor distancia entre dos lugares”.
El zoo de cristal es una obra muy recomendable. La conexión que crea con el espectador consigue que este se sumerja en la historia y llegue a emocionarse.