Fernando Bonete | 25 de septiembre de 2017
Ningún músico, estudiante o profesional, ningún melómano, iniciado o consagrado, podrá negar que, al oír nombrar a Glenn Gould, ciertas estampas y comportamientos acuden de forma espontánea, casi automática, a su mente: la imagen de una silla pequeña y desvencijada que apenas da la altura mínima para llegar al piano, la figura de un hombre con la espalda arqueada y una nariz pegada al teclado, y el imperturbable murmullo de un impetuoso tarareo de fondo en paralelo a la música que se está interpretando. De este último hábito se cuenta la prodigiosa anécdota de que Gould era capaz de interpretar una obra y canturrear otra diferente a un mismo tiempo, en momentos de éxtasis musical o, sencillamente, de aburrimiento, con el único objetivo de buscar nuevos estímulos y sumar emociones cuando no le resultaban suficientes.
No, no soy en absoluto un excéntrico | Glenn Gould | Bruno Monsaingeon | Traducción: Jorge Fernández Guerra | Acantilado | 2017 | pp 280 | 20€
Sea como fuere, las anécdotas, inventadas o reales, han acechado siempre la reputación del extraordinario músico canadiense, legando a la posteridad una imagen del artista sesgada y con un único foco de interés distorsionado: una genialidad directamente proporcional a su extravagancia. Glenn Gould. No, no soy en absoluto un excéntrico, tercero de los cuatro libros editados por el cineasta Bruno Monsaingeon en torno a la figura del pianista, rompe de una vez por todas con lo anecdótico para ahondar en lo esencial: la cosmovisión artístico-musical de Glenn Gould.
El consagrado realizador ha dedicado la práctica totalidad de su carrera cinematográfica a la interpretación musical, acercándose con sus largometrajes documentales a titanes del instrumento como David Oistrakh, Sviatoslav Richter, Yehudi Menuhin y, muy de cerca, al propio Gould, quien ha protagonizado la mayor parte de los trabajos de Monsaingeon, también como escritor. La selección de entrevistas y material fotográfico, con Glenn Gould como protagonista, componen el grueso de este volumen, al que también se suman el prólogo de Monsaingeon y su particular “montaje del director”, con preguntas y respuestas, procedentes de diversas entrevistas reales, agrupadas para simular una sola rueda de prensa realizada a través de una videoconferencia ficticia; los motivos de esta curiosa iniciativa: ahorrarle al lector las redundancias y repeticiones temáticas resultantes de publicarlas por separado y al completo, y el guiño homenaje al embeleso del pianista por la tecnología.
"El piano es un instrumento de desconcierto; los dedos dan ideas horrorosas". 'Glenn Gould' ya es segunda edición https://t.co/lpqQbP7N3v pic.twitter.com/18KwaXQtKD
— Acantilado (@Acantilado1999) May 19, 2017
Glenn Gould. No, no soy en absoluto un excéntrico es también el primer y, de momento, único volumen de la serie traducido al español, por lo que la obra representa además un nuevo y significativo ejercicio de responsabilidad editorial por parte de Acantilado, llenando un vacío, el de la buena bibliografía musical en español, al que pocas editoriales contribuyen.
El resultado es una vibrante panorámica de la original lógica interpretativa de Gould y su particular manera de entender el trabajo del solista: un compositor de interpretaciones, un humanista de la ejecución que va más allá de la lectura de la partitura y la pureza técnica del instrumento para buscar esa voz propia, única, personal e irrepetible que define el verdadero talento musical. De ahí la preferencia del pianista por la soledad de la grabación en detrimento del directo en público; lejos de estar motivado por los caprichos de la excentricidad, y por encima de su circunspecta misantropía, Gould encontró en los estudios una intimidad inexistente en las salas de concierto, el espacio artístico idóneo para lograr la coherencia de cada toma con el conjunto, para conectar verdaderamente con la música y traducir su exquisito y exhaustivo análisis de la partitura en una obra maestra.
"Pocos como Glenn Gould han logrado penetrar en los registros más profundos del alma" https://t.co/vrucBJSNCu vía @elmundoes @elmundocultura pic.twitter.com/95SjEgLJYQ
— Acantilado (@Acantilado1999) March 6, 2017
Pocos maestros se han comunicado con la franqueza y naturalidad con que lo hace el pianista; por ejemplo: reconocer sin reparos el estrés “antimusical” que le provocaron las giras de conciertos; consentir el desgaste artístico motivado por la repetición de una misma obra; tolerar las concesiones que hubo de hacer a orquestas, directores y auditorios en relación al programa; o admitir la influencia de los espiritual en la música. Este ejercicio de humildad infrecuente en la idiosincrasia del gremio, no solo encarna un modelo de intérprete ejemplar, sino que pone al descubierto el daño que el espectáculo continuado y la ausencia de un estudio suficiente y adecuado causan en la música y la calidad interpretativa, más allá del genio o el talento innato.
La ocasión nos brinda también un valioso acercamiento a la singular percepción que atesoró el pianista sobre la historia de la música, sus compositores e intérpretes. A destacar, la transcripción de su excepcional conversación con Yehudi Menuhin durante el ensayo de Gould Meets Menuhin o las reflexiones finales al hilo de la música de Bach, cuyas grabaciones fueron, sino las preferidas, sí las más revisitadas del canadiense, y las de mayor fama y aceptación por parte de público y crítica. De hecho, las palabras dedicadas al inmortal genio alemán son, quizás, las más bellas y acertadas jamás pronunciadas sobre la influencia de su inconmensurable obra en la historia de las ideas.
"Al tocar el piano la personalidad está totalmente implicada". 'Glenn Gould. No, no soy en absoluto un excéntrico' https://t.co/lpqQbOQcbX pic.twitter.com/GdaLCT0gTm
— Acantilado (@Acantilado1999) March 3, 2017