Fernando Ariza | 20 de junio de 2017
Entre las novedades que Sus Majestades recibieron como regalo en esta Feria del Libro, está «Homo Deus», el último libro del historiador israelí Yuval Harari que, desde hace meses, aparece en las listas de los más vendidos. Más que otra reseña sobre el libro, pretendo analizar los motivos que han provocado que un ensayo tan poco convencional se haya convertido en un best seller.
Suscríbete a nuestro canal en iVoox
Los libros de no-ficción que más se venden son, por norma general, de autoayuda: física (cómo adelgazar), espiritual (cómo sentirte mejor), profesional (cómo mejorar en tu trabajo) o una mezcla de las tres. Por eso, sorprende que las profecías futuristas de Homo Deus se cuelen entre tanto libro bienintencionado. Mi teoría, que solo es eso, es que el libro de Harari se ha colocado entre las autoayudas porque es un libro de autoayuda. Veamos.
El resumen del libro es sencillo: una vez el hombre haya acabado con sus grandes maldiciones, el hambre, la guerra y la enfermedad, ascenderá a un nivel superior en la escala evolutiva, con la diferencia de que no va a tener que esperar a la azarosa mutación de los genes, sino que forzará los cambios gracias a la biotecnología, la inteligencia artificial y la nanotecnología. Mediante prótesis, implantes cerebrales, nanorrobots y regeneraciones genéticas dominaremos la naturaleza y nuestra naturaleza: dejaremos de envejecer y de morir. Pensemos en lo que nos han supuesto los famosos gadgets: smartphones, realidad aumentada, internet de las cosas, etc., y consideremos su desarrollo exponencialmente. Cada vez más poderosos, cada vez más pequeños. En no mucho tiempo no seremos reconocibles como Homo sapiens y tendremos que buscar otra especie que nos identifique: el Homo deus, el hombre-dios.
El libro de Harari te convence de que estamos a las puertas de ser eternos. La impresión, al terminar la última página, es que vamos a ser la última generación que marche a “aquel país desconocido de cuyos límites ningún viajero torna”, que decía Hamlet. ¿Y nuestros hijos? Pues ahí está la duda: si no morimos ni dejamos herencia ni nos jubilamos, ¿dejaremos de reproducirnos? Y supongo que el cambio del Homo sapiens al deus será gradual, comenzará con los ricos de Silicon Valley y se irá extendiendo a los ricos del resto del mundo. Si logras ser deus, ¿habrá que exterminar a los sapiens, como estos hicieron con los neandertales? Si te quedas en sapiens, ¿habrá que eliminar a los deus antes de que nos extingan o nos esclavicen? Parece asunto de ciencia-ficción, pero mucha gente no lo ve así.
La idea de Harari ya tiene nombre. El proceso se llama singularidad y el resultado, transhumanismo. Y hay mucho dinero invertido. Google ha montado la Universidad de la Singularidad, dedicada exclusivamente a este asunto, y Homo Deus está entre los cinco libros recomendados por Bill Gates este verano. Parece comprensible: si lo tienes todo, ¿qué más quieres? Todo lo demás.
Pero este libro ha gustado a millones de lectores que nunca llegarán a ser inmortales (o amortales, como dice Harari), ¿por qué lo compran, leen y recomiendan? Decía al principio del artículo que porque se lee como un libro de autoayuda, aunque tal vez no sea la intención del autor, pues el libro es bastante anguloso y, en ocasiones, se mueve entre la broma macabra y el ensayo distópico.
La tecnología se supone que nos ha introducido en la pista rápida de la carrera evolutiva, pero, ¿estamos por ello mejor? El número de suicidios crece y la última plaga en Occidente es la ansiedad y la depresión. Cada vez tenemos más herramientas para comunicarnos, pero menos que decir. La soledad, la tristeza y el aislamiento no se han remediado con la fibra óptica y todas sus gigas. Hacemos miles de fotos que nadie ve, tenemos miles de amigos a los que nunca visitamos y regalamos nuestro reino por un like. ¿Somos más felices? No creo, pero tenemos más gadgets.
En este contexto tan poco halagüeño, llega Harari y nos promete la vida eterna. ¿Nos suena a algo? La inmortalidad es la eterna aspiración del ser humano. Desde el principio. La primera gran obra literaria escrita por el hombre narra las aventuras de Gilgamesh en busca de la clave para vencer a la muerte. Y no la encuentra. Muchas religiones hablan de la otra vida, así como muchos sistemas políticos: no en balde, se hablaba del “paraíso comunista”.
Pero, ahora que no se cree en ninguna divinidad ni en ningún sistema político, ¿qué queda? Ya lo hemos dicho, los gadgets. Harari describe la religión como un relato artificial, necesario en otros tiempos pero inútil ahora, y algo parecido hace con la política. Lo gracioso es que en su libro crea otro relato con similares objetivos (la inmortalidad) y ahí está parte de su éxito: construye una narrativa de la salvación atea y apolítica basada en la tecnología. Y el lector posmoderno, que aunque no lo sepa necesita creer en algo, la bebe con ser de eternidad. Por eso pienso que Homo Deus es un libro de autoayuda: cuando parece que no hay esperanza, crea una, aunque sea falsa. Las enseñanzas del libro cumplen, además, una importante función social: gracias a él, cuidamos más el cuerpo, que tanto se supone nos ha de durar, y el planeta en el que tanto tiempo vamos a estar. Y, sobre todo, podemos comprarnos el último smartphone sin mala conciencia. A fin de cuentas, con ese gasto estamos contribuyendo a la salvación eterna de la Humanidad.