Andrea Reyes de Prado | 19 de junio de 2018
Joaquín Xaudaró. La buena gente
Museo ABC de IlustraciónCalle Amaniel, 29-31. MadridHasta el 16 de septiembre de 2018Entrada gratuitaDe martes a sábado: de 11 a 20 h. Domingos: de 10 a 14 h. Lunes cerradoSitio webCuántas veces los progenitores -especialmente décadas y siglos atrás- han instado a sus hijos a estudiar carreras o dedicarse a oficios que, o bien ellos previamente ejercían, o bien les deseaban por prometer seguridad o éxito. Escasas y temerarias, algunas de esas veces un hijo o una hija se atrevía a la negación; a la defensa de sus propios sueños, aspiraciones o talentos. Ejemplos de ello se han dado sobre todo en el mundo del arte o la literatura, los que más alimentan el alma y, en principio, menos el bolsillo.
Joaquín Xaudaró (Vigán, Filipinas, 1872–Madrid, 1933) fue una de esas maravillosas negaciones que escapan y vencen al prejuicio, al miedo. Y, su contradicción, de las más curiosas: su padre, ingeniero militar, planeaba para él un asegurado futuro entre uniformes, maquinarias y brigadas. Joaquín cumplió con el servicio militar, pero su término significó el inmediato e inevitable inicio de su verdadera vida: la de dibujante. Tanto es así que, por su aspecto pulido y remilgado (no en balde se le tildaba de afrancesado), casi podría decirse que acabó convirtiéndose en uno de los personajes de la burguesía cotidiana que tanto gustaba de retratar y burlar.
¿Todavía no has visto la exposición "Xaudaró. La buena gente" de Museo ABC? ¡Estás tardando! pic.twitter.com/viJ05BQ082
— Museo_ABC (@MuseoABC) April 9, 2018
De entre todos nuestros grandes nombres (Mingote, Forges), el de Xaudaró es sin duda uno de los que más popularidad alcanzaron en vida. Dos acontecimientos lo propiciaron y marcaron su carrera: el descubrimiento de su talento y agudeza por parte de Torcuato Luca de Tena, fundador y director de la famosa revista Blanco y Negro, y la casual creación de un pequeño personaje que pronto se volvió imprescindible: aquel simpático perrito mudo con cara de rata y papel de filósofo y cómplice observador. Xaudaró, que hasta entonces había sido colaborador de publicaciones como Barcelona Cómica, La Hormiga de Oro o La Saeta (a veces bajo el seudónimo de J. O’Raduax) durante su estancia en la capital catalana, dio el gran salto a Madrid a inicios de la década de los noventa del pasado siglo. Aquel fue el primer viaje que cambió su vida.
Justo de ese momento parte el Museo ABC de Ilustración en su entrañable e interesante muestra de Joaquín Xaudaró. La buena gente. Comisariada por el guionista Felipe Hernández Cava y organizada en tres partes (sus inicios, su llegada a Madrid y su gran éxito en Blanco y Negro, el diario ABC o Gente Menuda [1898-1908]; su traslado a París [1908-1916] y su regreso a España al estallar la Primera Guerra Mundial, época en la que renace tras un atisbo de olvido y decadencia [1921-1933]), la exposición supone un conmovedor recorrido por todo su versátil trabajo y un homenaje a su imborrable huella en la ilustración y el humorismo español. Sus juegos de palabras, los delicados trazos de su etapa parisina, su deje modernista, el triunfo del «chiste malo», las desventuras con las tecnologías de su tiempo, su visión, sus perspectivas, el equilibrio entre lo refinado y lo desvergonzado. Una voz muy personal e inquieta que constantemente experimentaba y que, aunque haya pasado a la historia por sus historietas, también realizó trabajos para escenografías, publicidad, libros, revistas… e, incluso, fundó la Sociedad Española de Dibujos Animados (SEDA). Porque quien crea no puede ceñirse a un único estilo o motivo.
¿Sabías que Joaquín Xaudaró fue el pionero del dibujo animado español? Descubre de cerca su trabajo en la retrospectiva “La buena gente” ¡Hasta el 16 de septiembre en #MuseoABC! https://t.co/WWsLysZ8z9 pic.twitter.com/8lwUCAvg8A
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Por ello, a lo largo de los doscientos dibujos originales (de los más de siete mil que guarda el museo) que se exponen, no solamente se puede disfrutar y conocer en profundidad la fructífera carrera artística de Joaquín Xaudaró, sino que, también, frente al desnudo de tantos bocetos, dibujos y proyectos, las puertas de la imaginación, del pensamiento y de la rutina de un dibujante se abren, ofreciéndonos la oportunidad de expandir nuestra propia curiosidad e ingenio ante la realidad que nos envuelve. Qué mejor compañía que aquel que desdeñó sin duda las armas por los lápices.