Gonzalo Fuentes | 09 de enero de 2018
El panorama televisivo ha cambiado radicalmente con la aparición de servicios VOD (Video On Demand), como Netflix, HBO o Amazon Prime Video, que se han convertido en competencia directa de las cadenas de televisión tradicional. Ya no vale con ofrecer una programación lineal interesante, sino que el espectador reclama ver los contenidos cuando quiera, donde desee y a través de múltiples dispositivos. La casa de papel
Esto provoca una mayor exigencia e inversión en cuanto a la producción propia, que se está convirtiendo en la seña diferencial de cada empresa audiovisual. Atresmedia ha dado un paso más allá con la reciente creación de Atresmedia Studios, una productora que vende sus ficciones a las nuevas plataformas. Es el caso de Vis a vis para FOX, Movistar, que ahora ofrece Velvet Colección o, el ejemplo que nos concierne, La casa de papel actualmente dentro del catálogo de Netflix.
#Audiencias2017 ‘La casa de papel’ protagoniza el estreno más visto del año de toda la televisión con 4.090.000 espectadores (25,1%) el 2 de mayo https://t.co/75Kchj17HR pic.twitter.com/8IBV4Rxp1L
— objetivotv (@objetivotv) January 2, 2018
Para poder llevar a cabo esta estrategia, los creadores deben olvidarse de que sus obras gusten a “la señora de Cuenca” (expresión empleada para aquellas ficciones que puedan ser comprendidas por toda la población, en un intento de contentar a todos los segmentos sociales, como han hecho muchas de nuestras series clásicas de los 90 y 2000), para centrarse en targets concretos pero con una mayor exigencia artística y narrativa.
Es el caso de La casa de papel, un thriller autoconclusivo compuesto por 15 capítulos sobre la preparación y ejecución de un atraco a la Fábrica de la Moneda y Timbre. A priori, está dirigido a un público determinado, habituado al género policíaco y con cierto nivel de comprensión narrativa. Pero, y ahí está el valor en este tipo de obras, consigue acercarse a otros segmentos gracias a una historia llena de matices y giros que consigue enganchar desde el principio, a unos magníficos cliffhangers al más puro estilo norteamericano y a una dirección y calidad técnica que no tiene nada que envidiar a las series realizadas fuera de nuestras fronteras.
¡Enhorabuena a todo el equipo de #LaCasaDePapel! ?? https://t.co/nGJ0izlqhw
— La casa de papel (@LaCasaDePapelTV) December 21, 2017
Su creador, Álex Pina (se me cae la lágrima al hablar de showrunners en España) ha sabido evolucionar de productos para todos los públicos, como Los Serrano o Los hombres de Paco, a verdaderas obras de arte ficcionada como Vis a vis o la propia La casa de papel. No en vano, con esta obra ha logrado cinco nominaciones a los Premios Feroz y tiene un Premio IRIS, un MiM Series y dos galardones en el FesTVal de Televisión y Radios de Vitoria.
Aunque 15 capítulos de una hora alargan innecesariamente la historia con algunos escarceos amorosos sobrantes y tramas secundarias que poco aportan a la trama principal (y algunos errores ridículos concretos que ya no sé si me chirrían porque sí o por ser una producción española, que miro inconscientemente con más lupa), el conjunto de la obra se aúpa airoso como una de las mejores producciones nacionales de los últimos años.
GRACIAS por acompañarnos en el mayor atraco de la historia. Decimos adiós por todo lo alto, siendo primer trending topic nacional y primero mundial: ¡Lo más comentado en el mundo! ? #LaCasaDePapelFinal pic.twitter.com/AAQj2Less1
— La casa de papel (@LaCasaDePapelTV) November 23, 2017
Se trata de una historia coral que va retratando mediante flashbacks la situación que a cada uno de los nueve atracadores les lleva a cometer el mayor robo en España, además de ir descubriendo el plan maestro perpetrado por El Profesor (magnífico papel interpretado por Álvaro Morte, lleno de matices) de una forma dosificada y simultánea a los hechos que se van sucediendo.
Cabe destacar también el personaje de Berlín (cada ladrón tiene como nombre en clave una ciudad del mundo) como uno de los más complejos e imprevisibles que haya visto en pequeña pantalla, y que el actor Pedro Alonso consigue que el espectador lo quiera y lo odie en continuos vaivenes que no llegan en ningún momento a desentonar con su personalidad.
Dos son los temas a destacar en La Casa de Papel: la denuncia contra el sistema económico actual y la involuntariedad del amor. El primero se va ofreciendo con pequeñas píldoras durante todo el metraje (la canción bella ciao de los partisanos italianos contra los fascistas en la Segunda Guerra Mundial es el himno que cantan los atracadores en los momentos dramáticos más intensos) pero es en el tramo final, en una conversación entre El Profesor y la inspectora Raquel Murillo, cuando adquiere todo el sentido; y el segundo provoca los principales giros narrativos de la historia. Amores que no debieran producirse pero suceden, pasiones incontrolables que sacuden el devenir de la trama y hacen temblar los cimientos el plan maestro.
Concluyendo, una gran opción para aquel espectador que desee dejarse llevar por una historia entretenida, sin demasiadas pretensiones, adictiva y con un final cerrado.