Fernando Bonete | 08 de marzo de 2017
No es la primera vez que CEU Ediciones nos regala una incursión editorial en el apasionante cosmos de la Universidad. En 2015 pudimos obtener en Razón de la Universidad una panorámica acerca de lo que facultades y escuelas han significado para algunos de los intelectuales más relevantes del siglo XX, desde los pertenecientes a la Edad de Plata de la cultura española, como Ortega y Gasset, Unamuno, Laín Entralgo y García Morente, a los europeos, MacIntyre y Derrick, entre otros. Una obra conjunta coordinada por Rafael Fayos que, en poco más de un centenar de páginas, hizo las delicias de los interesados en reflexionar acerca de la identidad y misión de la Universidad.
Este 2017 la editorial repite experiencia, aunque centrando el asunto en lo específico de un tema siempre candente, con Las Universidades de la Iglesia, interesantísima y necesaria compilación, impulsada por el Colegio Mayor Universitario de San Pablo y editada por su director adjunto, José Manuel Varela, de dos textos, obra de grandes juristas: Isidoro Martín y Lamberto de Echeverría. Ambos realmente próximos, porque Isidoro Martín, tras lograr su cátedra de Derecho Romano en Santiago y Murcia, acabó tiempo después obteniendo la de Derecho Canónico en Salamanca, a la sazón compartida con el decano de la facultad salmantina y sacerdote Lamberto de Echeverría. Coincidieron también en el año 1957 como miembros del nuevo Consejo Rector del CEU. Pequeñas muestras de su paso por distintas instituciones académicas y la experiencia que llegaron a atesorar.
Aquel año, con poco más de un mes de diferencia, impartieron en la sede de la Asociación Católica de Propagandistas, institución fundadora del CEU, las ponencias hoy recogidas en estas páginas de esclarecedor y convencido análisis sobre una Universidad sostenida por los principios del humanismo cristiano y la doctrina social de la Iglesia o, más bien, sobre “la” Universidad, pues no ha de olvidarse la naturaleza sacra de sus orígenes, durante la Baja Edad Media: genuinamente europea y monástica.
No ha de olvidarse la naturaleza sacra de de la Universidad, nacida durante la Baja Edad Media: genuinamente europea y monástica
De Isidoro Martín obtendremos una exhaustiva confrontación terminológica entre las Universidades “católicas”, “de la Iglesia” y “eclesiásticas”; sus diferencias, similitudes y las razones y ejemplos para un uso correcto de estos calificativos. Cierra el capítulo la reflexión acerca de los motivos por los cuales la Iglesia –religiosos y seglares– tiene derecho a fundar una Universidad. También la incuestionable validez de toda su franquicia educativa para servir a la sociedad y frente al Estado, con respeto a la tradición y doctrina de la Iglesia, pero también desde los principios universales de libertad.
Por su parte, la aportación de Lamberto de Echeverría da continuidad al desarrollo de la cuestión, enumerando, con breve reseña de cada uno de los puntos, la problemática de referencia en la creación de estos organismos: ad intra, en cuanto a la procedencia de su profesorado, la selección del alumnado y su financiación; ad extra, considerando la posible oposición del Estado y la competencia frente a otras Universidades públicas o privadas.
En conjunto, es complicado no percibir la luz que Las Universidades de la Iglesia arroja sobre el debate educativo de hoy y, más en concreto, sobre el papel que la Iglesia desempeña en él: los peligros que afrontan los centros educativos concertados, las Universidades privadas y la libertad educativa en general. Sesenta años después, esta pequeña, pero convincente exhortación resultará a los lectores avisados muy, pero que muy actual.