Armando Zerolo | 29 de diciembre de 2018
Debemos preguntarnos qué significan estas fiestas y qué nos puede ayudar a comprenderlas mejor. Cinco libros para entender la Navidad. Desde Köhler a Sartre, pasando por Von Balthasar, Guardini hasta llegar a Benedicto XVI.
He pensado en cinco libros para entender la Navidad, que de una u otra manera me podrían ayudar a vivir la espera, el anuncio y la respuesta y, quizás por esa secreta empatía de corazones que a veces se da, estas reflexiones en alto puedan ayudar y servir de recomendación a alguien.
El primero de los libros para entender la Navidad, para vivir la espera, es un delicioso ensayo de Andrea Köhler titulado El tiempo regalado, escrito en prosa, pero que es también poesía. “Cuando uno espera permanece en un estado de continua presencia, espera que algo que sucede en aquel momento pase, aunque quizás no pase nunca”. En los tiempos presentes, se han acortado los tiempos de espera: los trenes tardan menos, los trayectos son más rápidos, los mensajes llegan antes y, sin embargo, nuestro corazón espera cada vez más. Comprender esto ya ayuda, para empezar, a vivir el Adviento, porque si el Adviento es espera es porque ya hay alguien que de alguna manera se ha anunciado. Solo espera quien tiene a alguien que lo espera.
El segundo sería Barioná, el hijo del trueno, escrito por Jean-Paul Sartre. ¿Y si la opresión del mundo fuese tal que la única solución fuese una “Navidad negra”? ¡Que no nazca nadie! Acabemos con la opresión acabando con nosotros. Si el Imperio romano se quedase sin súbditos que pagasen impuestos, el Imperio sería derrotado. Este es el absurdo de las fuerzas humanas cuando intentan salvarse por sí mimas. Sin embargo, el primer cambio se da cuando el líder de la rebelión es derrotado por un niño, cuando ve la ternura de una madre, la humildad del pesebre y a los Reyes arrodillados a sus pies. La primera victoria es una derrota, el corazón vencido por el amor y, a partir de ahí, ya sí se puede construir. Por eso la salvación es un Niño, una “Navidad blanca”, el débil que vencerá el corazón del fuerte.
El tercero sería Si no os hacéis como este niño, del teólogo Hans Urs von Balthasar. Un delicado ensayo, pequeñito como no podría ser de otra manera, para aprender cómo situarnos ante el Misterio. No se trata de ser “como un niño”, sino de ser como “este niño”, de reconocer la paternidad que nos constituye. Los niños escriben en sus cartas a los Reyes Magos: “Como he sido bueno os pido…”. Esa es la lógica de un niño, aumentada por el moralismo de los adultos, pero cuando los Reyes llevan oro, incienso y mirra no lo hacen porque el Niño haya sido bueno, no es un criterio moral, sino porque el Niño es hijo del Padre, es un criterio ontológico. La vuelta al ser como origen, y no al hacer, que siempre es consecuencia, es la reflexión de Balthaser. Volver al Ser para ser, y luego, y siempre después, al hacer. Recuperar la ética desde la estética, el hacer desde el ser, ese Ser que se ha hecho Niño para que nuestras cabezas duras, tozudas, cerriles, entiendan un poco del Misterio.
El cuarto, Jesús de Nazaret, de Benedicto XVI. Para entender la respuesta al anuncio lo que más me ayuda es contemplar a la persona en concreto y no una idea o una reflexión en abstracto. Este libro tiene la virtud de ponernos ante la persona de Jesús, es la explicación de la fe de los sencillos. La fe que nace de una presencia en nuestras vidas, de algo que podemos reconocer como extraño a nosotros y, al mismo tiempo, como lo más familiar. Dios no se encarnó en una idea, sino en una persona. El método fue ese. Podría haber elegido otro, como por ejemplo lanzarnos una tabla de bronce desde el Cielo con las respuestas de examen, algo así como una “chuleta divina”, pero no quiso ahorrarnos el camino de la libertad, no nos deja copiar en el examen de la vida, es decir, no nos priva de su amistad. No hay nada que apele más a nuestra libertad que hacernos amigos de alguien que no conocemos, supone una apertura radical a lo distinto para reconocerlo como necesario en nuestra vida. Así, la apertura a la amistad con Jesús, desde el conocimiento de su persona, es algo que nace y renace cada Navidad, desde el principio. El “sí” de María como acontecimiento en cada casa y en cada corazón, una y mil veces renovado.
Y el último de los libros para entender la navidad, El Señor, de Romano Guardini. Si hubiese conseguido esperar sin destruir, escuchar el anuncio y comprender la necesidad de una respuesta, si me hubiese puesto ante la persona de Jesús, entonces me encantaría poder leer a Guardini, porque cuando se lee a ciertos autores uno ya no sabe si piensa, lee o simplemente reza. Y a esto, en Navidad, es a lo que me gustaría aspirar si no tuviese mil distracciones: a contemplar el Misterio de la encarnación, de ese Dios que se ha hecho carne para nosotros.