Andrea Reyes de Prado | 19 de enero de 2017
Del amor, la lucha. De la fe, la constancia. Del silencio su voz. Del agua la humedad, del electrón el ámbar. Sacar lo valioso, protegerlo, convertirlo en bandera, guía, luz. «Podemos perder las pequeñas batallas, pero ganar la guerra». ¿Cómo pudo salir tanta fortaleza de una mirada tan inocente, de un cuerpo tan frágil? Aquel conmovido fotógrafo de LIFE no lo sabía. Pero intuía que aquella mujer, a la que llamaban flaquita, era capaz de conseguir lo que se propusiera. Sobre todo si se trataba de recuperar su hogar. Porque la fortaleza, también del amor.
Richard y Mildred Loving cometieron la osadía de enamorarse y el pecado de casarse en un momento y un lugar –los Estados Unidos de la primera mitad del siglo XX– en los que sus «razas», blanca y negra, no se concebían ni aceptaban como compatibles y el matrimonio interracial estaba prohibido en muchos de sus estados. Un beso podía pasarse por alto, pero un anillo, eso ya era una clara desobediencia a la Ley de Integridad Racial de 1924. 34 años más tarde de su aprobación fue cuando Richard y Mildred (ella embarazada de su primer hijo), viajaron desde Virginia hasta Washington para desposarse. Se olvidaron, quizá no conocían, aquella ley. Pero las autoridades de Virginia desde luego la tenían muy presente, y la sentencia cayó sobre ellos como una guillotina: o un año de cárcel, o veinticinco en el exilio.
Richard y Mildred Loving cometieron la osadía de enamorarse y el pecado de casarse en un momento y un lugar en los que sus «razas», blanca y negra, no se concebían ni aceptaban como compatibles
Después de tres hijos, su vida en Washington; legal, enjaulada y triste, les hizo darse cuenta de que no podían esperar veinte años más para regresar a casa. De que no era justo, de que no habían hecho nada malo, y de que sólo luchando por ello, saliendo de esa madriguera, podrían conseguirlo. Y aunque su guerra realmente comenzó muchos años atrás, fue en ese momento, en la década de los sesenta, cuando se armaron de valor y fe y, apoyados por la ACLU (la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles), plantaron cara a la Ley en lo que se llamó la batalla Loving vs. Virginia. Pero su causa iba mucho más allá de Virginia.
Sencillo, humano y fiel. Porque un tema así podría haberse abordado desde lo exaltado; el grito, la mayúscula, el subrayado. Incluso los propios Loving, los reales, los que vivieron cada minuto de miedo, angustia e incomprensión, podrían haber reaccionado de forma mucho más violenta, venciéndoles la desesperación y la ira. Y hubiera sido comprensible. Pero una de las cualidades que más les hace ser admirables es, precisamente, su quietud, su educación, su constancia y lucha interior. Y así lo refleja Nichols –que cuenta con Colin Firth entre su equipo de producción– en este filme impregnado de dedicación, y del cuidado con el que se han recreado escenarios, personajes y situaciones.
Su valentía y sentido común sirvió de ejemplo y ánimo para otras muchas personas que se encontraban en su misma situación
Joel Edgerton (Black Mass, Midnight Special, Exodus: Dioses y Reyes, El gran Gatsby) es quien encarna a Richard, un hombre bueno, serio, tímido y algo tosco, y Ruth Negga (Warcraft: El Origen, 12 años de esclavitud, Guerra Mundial Z) interpreta a la dulce, discreta y fuerte Mildred. Sus magníficas actuaciones se acentúan con un vestuario y una ambientación que han buscado parecerse lo más posible a los originales, al igual que las fotografías que Michael Shannon (Batman vs. Superman: El amanecer de la justicia, Midnight Special, Take Shelter, Revolutionary Road) toma de ellos emulando a Grey Villet, quien realizó el cercano reportaje sobre el matrimonio Loving en 1966 para la revista LIFE.