Miguel Serrano | 11 de diciembre de 2018
Netflix se ha convertido en el gran gigante de los servicios de vídeo vía streaming en España. Una de las claves de su éxito y de su rápido arraigo ha sido un certerísimo ojo comercial, que los ha llevado a ir aumentando su catálogo con producciones arriesgadas y de alta calidad, adaptadas a los distintos rangos de público. Conscientes, por supuesto, de que una gran parte de sus consumidores son jóvenes y adolescentes, han dedicado un esfuerzo considerable para desarrollar contenido adecuado para ellos. Series todas ellas con una altísima carga ideológica, creadas para educar a las nuevas generaciones en los valores del mundo actual.
Este componente ideológico, casi siempre al servicio de la ideología de género, convierte a menudo a estas series en bochornosos folletos (muy caros, eso sí) de difícil digestión. Los guiones son, por lo general, muy forzados para poder introducir todos los temas de los que quieren hablar. Temas tan espinosos como el “poliamor” o el suicidio son tratados con una facilidad pasmosa, con una ligereza inapropiada para unas mentes tan maleables como las adolescentes, con una personalidad y una identidad aún por definir. Los desarrolladores de contenidos de Netflix (o quien esté detrás de ellos) son plenamente conscientes de ello, y por eso dedican tanto trabajo para educarlos y convertirlos en personas aceptables para el mundo de hoy.
Es el caso de Por trece razones, una serie, por lo demás, aburridísima, que parte del suicidio de una adolescente e investiga las causas que pudieron llevar a la joven a quitarse la vida. Esta serie, por un lado, acierta al indagar también en asuntos muy graves, como el bullying, y al denunciar la terrible realidad que está llevando a muchos niños y adolescentes a una desesperación absoluta, hasta el extremo del suicidio. Pero, por otro lado, no insiste en ningún momento en que esa supuesta salida no es (ni debe ser, en ningún caso) una solución aceptable. Simplemente, lo da por hecho.
Los suicidios, una epidemia en sociedades donde la opulencia se impone a lo afectivo
Para un adulto o una persona madura y bien formada puede valer, pero un adolescente, con unas emociones tan cambiantes e inestables, puede sentirse tan identificado con la vida de la protagonista que decida que su única posibilidad es, también, la del suicidio. De hecho, un estudio reciente ha sugerido que la serie puede estar incitando a muchos adolescentes al suicidio o, al menos, a contemplar la posibilidad.
Pero quizá la serie más destacable por su contenido ideológico es Élite, producción española surgida a raíz del éxito de La casa de papel (serie de alta calidad técnica que ha constituido el mayor éxito de una serie española hasta el momento, siendo la única en ganar un premio Emmy), gran parte de cuyos actores han sido reciclados para esta serie. La serie, que parece un híbrido entre la ya mencionada Por trece razones y la también española El internado, narra la historia del asesinato de una joven de un instituto elitista al que llegan becados unos jóvenes de clase baja. La serie, con un nivel técnico muy elevado y unas interpretaciones francamente mejorables, pone el foco sin embargo en algunos asuntos importantes.
Lo cierto es que, en muchos aspectos, Élite se acerca de forma valiente a algunos temas como la corrupción política o el clasismo, intentando romper algunos tópicos prejuiciosos acerca de la diferencia de clases (en el fondo, todos los personajes son adolescentes con los mismos problemas). Pero, al mismo tiempo, cae en el cliché buenista a la hora de presentar a ciertos colectivos o justificar cierto tipo de conductas, sobre todo dentro de las normas imperantes de la ideología de género.
Justo es, sin embargo, reconocer que, dentro de las producciones para adolescentes de Netflix, Élite consigue conectar mucho mejor con el espectador que muchas otras, incluida Por trece razones, con unas conductas erráticas por parte de los personajes, caracterizados a base de lugares comunes sobre los adolescentes, mucho más superficiales de lo que realmente puedan ser sus espíritus. Es cierto que en esos años complicados la apariencia es fundamental para que se sientan seguros, pero, sinceramente, es imposible identificarse con los personajes de películas como Sierra Burgess es una perdedora. Quizá en la sociedad estadounidense, al parecer mucho más cruel e implacable que la española, puedan tener sentido temas como los que se presentan en estas obras, pero, en un país como el nuestro, historias como la de la reina de las animadoras con el quarterback del equipo o los problemas a la hora de elegir pareja para el baile de fin de curso nos parecen precisamente eso, películas americanas.
Acaba el curso en Élite y empieza en Greendale. ¿Habrá muchas diferencias entre el colegio de pijos y el de brujas? 'Las escalofriantes aventuras de Sabrina' llegan mañana. pic.twitter.com/WCSxBTOWwR
— Netflix España (@NetflixES) October 25, 2018
Mención aparte merece el caso de Las escalofriantes aventuras de Sabrina, quizá la serie con mayor calidad técnica de todas las que hemos mencionado, y de lejos la más peligrosa. Además de las necesarias concesiones sociales, encontramos en esta nueva versión de la adolescente bruja Sabrina un acercamiento satanista que, mediante una frivolidad y una falta de cuidado tremenda a la hora de tratar el tema, puede ofrecer a los jóvenes una perspectiva demasiado atractiva de esta realidad sobrenatural, de esta religión oscura y terrible, dañina y destructora.
Lo realmente escalofriante de las aventuras de Sabrina es esa atracción por tema del satanismo, contemplándolo con un relativismo moral tremendo. Las cosas que hacen los satánicos en la serie (que, a diferencia de la original, concibe la brujería de modo semejante al real, con una adoración y una entrega total al diablo) son terribles, macabras y sangrientas, y, sin embargo, presentan a algunos personajes de un modo simpático y cercano. No es una serie, en cualquier caso, apta para que los menores la vean sin compañía de un adulto que les advierta cuando la serie se acerque a la apología del satanismo.
En resumidas cuentas, las producciones de Netflix para los adolescentes, si bien gozan de un cuidado estético y audiovisual muy detallista, son una puerta abierta para que los jóvenes entren de lleno en la ideología y el pensamiento de este mundo. No hay entretenimiento puro, sino contaminado de unos valores dañinos y peligrosos, aunque hay algún matiz positivo, como la defensa de la amistad y el sacrificio en algunos casos.