Jorge Aznal | 15 de junio de 2018
No dormirás
En la primera escena de No dormirás, la cinta de terror psicológico firmada por el director uruguayo Gustavo Hernández (La casa muda), vemos un vinilo dando vueltas en un viejo tocadiscos. El objeto en sí mismo es intrascendente, pero en ese momento me despierta un miedo subjetivo -en realidad, como cualquier miedo- como metáfora del cine de terror: ¿No dormirás será otra película del género que dé vueltas sobre lo mismo o, directamente, una rayada como la que sufre ese disco? La respuesta en ambos casos, después de ver la película, está más cerca del “no” que del “sí”. Y eso, aunque el resultado diste de ser brillante, ya es un pequeño triunfo.
La propuesta de No dormirás es arriesgada en su argumento: una compañía de teatro experimenta con la privación del sueño para alcanzar la excelencia en la obra que preparan en un psiquiátrico abandonado. El riesgo de la premisa se eleva en el terreno interpretativo y aún más en el apartado técnico por la complejidad de dibujar en pantalla la fina línea que separa la vigilia del sueño.
Gustavo Hernández sale airoso de ese desafío y su pulso no tiembla al trazar esa línea. El problema es que la película, que habla de cómo el público desea que los saltos sean sin red, mantiene a duras penas el equilibrio sobre la cuerda. No llega a caer del todo, al menos hasta el decepcionante final del número, pero la sensación que transmite No dormirás es la de estar continuamente realizando auténticos malabarismos para no caerse. Si la película se salva del abismo es por su acertada dirección y por Belén Rueda, a cuyo talento se agarra la cinta cada vez que corre el riesgo de perder el interés del público.
El personaje -y la interpretación, sobre todo a medida que avanza la historia- de Belén Rueda es el que nos hace sentirnos seguros como espectadores, aunque sea narrativamente, y, al mismo tiempo, el más inquietante y en el que menos debemos confiar. Es fácil adivinar que a sus compañeras de reparto Eva De Dominici y Natalia de Molina les ocurriría lo mismo durante el rodaje y ganarían seguridad al lado de quien peor se lo hace pasar en la ficción.
El plano en el que el personaje de Belén Rueda muestra a las dos chicas la tumba de una actriz que las precedió en el experimento sí es, en este caso, una metáfora acertada y sin prejuicios. En ese plano, de izquierda a derecha, Belén Rueda es la primera, Natalia de Molina es la segunda y Eva De Dominici, la tercera. Solo que entre cada una de ellas la distancia física es menor que la interpretativa.
Para reflejar mejor las proporciones, el plano debería abrirse hasta convertirse en un plano general. Y no por demérito de Natalia de Molina, que es una buena actriz aunque aquí no pueda lucir como en otros trabajos, ni de Eva De Dominici, sino por mérito de Belén Rueda, capaz de levantar y sostener por sí misma la película cuando la trama muestra síntomas de fatiga. No dormirás despierta cada vez que aparece Belén Rueda.
Lo mejor de No dormirás, que tiene más de thriller psicológico que de película de terror, está en su personaje de Alma Böhm y en cómo es capaz de manipular y extraer precisamente el alma a sus actrices. Llevada por el camino del drama, con una Alma Böhm en la línea del duro profesor Fletcher de Whiplash, magistralmente interpretado por J. K. Simmons, la historia probablemente habría ganado en verosimilitud y en interés. Pero, claro está, no sería No dormirás, ni una cinta de suspense/terror psicológico y, ahí sí, el disco ya lo habríamos escuchado unas cuantas veces y amenazaría con rayarse.
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