Juan Orellana | 23 de marzo de 2018
Dirección: Andrew Hyatt
Guion: Andrew Hyatt
Reparto: Jim Caviezel, James Faulkner, Olivier Martinez, Joanne Whalley-Kilmer, John Lynch, Antonia Campbell-Hughes, Noah Huntley, Yorgos Karamihos, Alessandro Sperduti, Alexandra Vino, Manuel Cauchi, Anthony Edridge, Mario Opinato, Husam Chadat, Joe Azzopardi
Estados Unidos, 2018108 min.
Sitio webLlega una Semana Santa como las de antes, con películas religiosas en la cartelera. Bueno, al menos una, ya que la de María Magdalena es muy discutible. Pablo, apóstol de Cristo es una producción de Affirm Films, la división cristiana de la multinacional Sony, la antigua Columbia. El director de la película es Andrew Hyatt, que ya nos dio a conocer otra cinta religiosa interesante, Llena de gracia, en 2015. El título -bastante desacertado- puede dar la impresión de que estamos ante un biopic de san Pablo de tipo convencional o ante una típica película comercial de cine bíblico de cartón piedra. Sin embargo, el film es más bien una narración del proceso de gestación del texto neotestamentario de los Hechos de los Apóstoles.
Un sexagenario Pablo de Tarso (James Faulkner y Yorgos Karamihos en sus escenas de joven) está preso en la cárcel Mamertina por orden del emperador Nerón, acusado de liderar el incendio de Roma maliciosamente atribuido a los cristianos. San Lucas (Jim Caveziel), decidido a relatar la vida del apóstol, viaja a Roma con la intención de visitarlo en la cárcel y de esta forma escribir juntos el documento. Estas visitas nocturnas son clandestinas y de alto riesgo, dada la delirante persecución de Nerón a los seguidores de Cristo. La comunidad cristiana de Roma, liderada por Aquila (John Lynch) y Priscilla (Joanne Whalley), acoge a san Lucas en unos momentos de angustia y martirios colectivos sin tregua. La historia se complica cuando el comandante de la Legión Mauricius (Olivier Martinez), responsable de la cárcel, descubre esas citas nocturnas cuya finalidad no acaba de entender.
La película de Andrew Hyatt tiene el acierto de combinar la riqueza de su contenido teológico y de fe con una trama de suspense e intriga muy bien llevada. De hecho, se entrelazan por lo menos tres niveles argumentales diferentes. Por un lado, las conversaciones entre Pablo y Lucas, que nos brindan algunos de los versículos más bellos de los Hechos de los Apóstoles y de las cartas paulinas. En un segundo nivel, se relatan las divisiones en el seno de la primitiva Iglesia romana con motivo de qué respuesta dar a la represión del emperador. Esta trama nos recuerda a la película La Misión, de Roland Joffé, con la disyuntiva entre responder con violencia o sufrir martirio en el amor. Por último, el guionista nos introduce en el drama personal y familiar de Mauricius y su mujer, Irénica, marcados por la enfermedad de su hija Caelia. El resultado de este entramado es un testimonio fílmico de alguna de las verdades más significativas del cristianismo y de la fe. Lo más interesante es que los acentos están puestos en aquellas cosas más relevantes para la situación del hombre del siglo XXI, y con la mirada puesta en los cristianos perseguidos hoy en tantos lugares del mundo.
Sin duda, estamos ante un singular ejemplo de cine bíblico y péplum, muy moderno en su puesta en escena, en su tratamiento fotográfico y en su montaje. San Pablo está excelentemente interpretado por un Faulkner que sabe imprimir fuerza y coraje a su anciano personaje, así como caridad y contención. Jim Caviezel no puede evitar recordar a su interpretación de Cristo en la cinta de Mel Gibson. Y Olivier Martinez está sencillamente soberbio, sobre todo en la segunda mitad del film. Una película imprescindible para esta Semana Santa.