Pablo Velasco | 04 de octubre de 2018
La cantante Rosalía ha sido criticada por apropiarse de símbolos de la cultura gitana y flamenca. Pensar en una protección del patrimonio inmaterial que suponga el inmovilismo es condenarlo a la desaparición.
Hace más de un año, pude asistir a un concierto de Rosalía. Era un escenario minimalista, una luz cenital la iluminaba. Junto a ella, acompañando a la guitarra, Raúl “Refree” Fernández, artífice de los discos de Silvia Pérez Cruz y Rocío Márquez (dos ejemplos que revisitan el flamenco). Aquel día, Rosalía conmovió al público con una bellísima versión del Aunque es de noche de san Juan de la Cruz. Y no, ni los carmelitas ni los místicos se quejaron.
Ahora dicen que Rosalía se ha pasado al trap. Lo ha hecho con un single, Malamente, y, además de conseguir que podamos acercarnos a ese estilo de música tan particular, se ha llevado alguna crítica en la que se le acusa de apropiación cultural de símbolos y manifestaciones propias de la cultura gitana y flamenca.
Cuenta Julio Caro Baroja que, cuando los sujetos protagonistas del folklore recibían a los estudiosos de los mismos, empezaban a caer en la cuenta de la importancia que tenían. Y algo así ha debido pasar con estas declaraciones.
Es cierto que el flamenco y las manifestaciones culturales anejas son, sin duda, patrimonio cultural inmaterial (ratificado así por nuestra legislación y por la UNESCO, institución para la que es patrimonio de la humanidad).
Es el inmaterial un tipo de patrimonio que está suscitando en los últimos años un gran interés y se está cayendo en la cuenta de su importancia. No en vano se le denomina patrimonio por su gran valor y, sobre todo, porque los protagonistas del mismo son conscientes de esa cualidad. España es un país pionero en el desarrollo de legislaciones para la salvaguardia de este patrimonio. Desde hace años, las diversas legislaciones autonómicas han hecho mención explícita o implícita a ese patrimonio, a lo que hay que sumar la convención de la UNESCO, que nuestro país ratificó rápidamente y el desarrollo de una legislación nacional ad hoc.
Tanto la doctrina como la legislación coinciden en la importancia que tienen los sujetos portadores de este patrimonio en su salvaguardia. Pero, ojo, que no estamos ante un patrimonio clásico, es decir, material, al que aplicarle los mismos criterios de protección. De hecho, no sería del todo correcto utilizar el término “protección” para las manifestaciones culturales inmateriales, sino “salvaguardia”. ¿Se puede meter en una urna de cristal una saeta? ¿O quizá aplicar un barniz a las Fallas de Valencia? Por este motivo, tendrán que ser los portadores los protagonistas de toda acción dirigida a promover este patrimonio. Rosalía está salvaguardando el flamenco cuando se une a un productor de música indie como Refree y cuando explora nuevos caminos.
Pero, además, se muestra fundamental conocer las características de ese patrimonio inmaterial. Estamos ante un patrimonio vivo, contemporáneo e integrador. En palabras de Koichiro Matsuura, ex director general de la UNESCO: “El patrimonio no es solamente sede de la memoria de la cultura de ayer, sino también el laboratorio donde se inventa el mañana”.
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— R O S A L Í A (@rosaliavt) September 30, 2018
Es un patrimonio que ha recorrido un largo camino para poder ser hoy celebrado, vivido o rememorado por diferentes personas o grupos. Esta es la clave de la vitalidad del mismo, pues depende de la voluntad y de la intervención activa y directa de los autores y portadores del mismo, como es el caso de Rosalía. Por este motivo, tiene un carácter inestable y siempre incierto de cara a su continuidad en el tiempo, si se compara con otros tipos de patrimonio dependientes de dimensiones más próximas a la materialidad y que gozan de mayor estabilidad.
A ello hay que sumar la lógica dinámica de la creatividad. Nadie crea de cero. En todo caso, vamos a hombros de gigantes, como modo de señalar la imagen dialogal de la transmisión y la originalidad. Los bienes culturales, y más los inmateriales, tienen esa maravillosa cualidad: no se consumen por el uso, al contrario, son susceptibles de uso y disfrute repetido; es más, cuantas más personas lo disfrutan y conocen, más prestigio y más personas lo desearán disfrutar y conocer. Jorge Drexler, en su canción Movimiento (sí, esa que tiene un verso que dice “yo no soy de aquí/ ¡pero tú tampoco!») afirma, y es aplicable a nuestro caso: “Si quieres que algo se muera, déjalo quieto”.
Casi se me ocurre que habría que estar agradecidos a Rosalía y, como hacen en países como Japón o Corea del Sur con algunos de sus artesanos más insignes, proponerla como “Tesoro vivo del patrimonio cultural”.