Guadalupe Cantarero | 12 de marzo de 2017
El Pardo fue denominado Real Sitio a mediados del siglo XVIII, bajo el reinado de Fernando VI. Su sucesor, Carlos III, procedió a la incorporación a su Patrimonio de todos los Montes y Bosques de El Pardo. Comenzó entonces el desarrollo de planeamiento urbano y de construcción arquitectónica que finalizó en torno al año 1800. En lo sucesivo, no solo se mantuvo el curso de la conservación y consolidación de los edificios principales, sino que se realizó obra nueva de índole civil. Algunos edificios cambiaron de propiedad y de uso hasta que, tras la Guerra Civil, se procedió a la mayor transformación vivida por el Real Sitio. La tesis doctoral titulada «La arquitectura residencial en el Real Sitio de El Pardo (1885-1965). Orígenes, tipos y configuración del trazado urbano», desarrollada por la autora del presente artículo, permitió vincular perspectivas históricas a las actuales y así poder comprender la importante transformación del paisaje urbano de este entonces pueblo.
Arriba, foto de archivo Abajo, Google earth Montaje de autor (Copyright)
A lo largo de los años, es la plaza de El Pardo el lugar que más ha transformado la percepción del paisaje urbano de este Real Sitio, no solo en su nominación sino en su fisonomía. Las perspectivas que ofrece en la actualidad no guardan reminiscencia alguna con el pueblo que en su día se conjugara como tal en la época de Carlos III. Por ello, es esencial conjugar esta información sobre los edificios que, con sus fachadas y soportales, han estructurado esta plaza. En la Segunda República, se centraron algunos proyectos en el acondicionamiento y actualización de este punto de encuentro, que implementaban un cierto orden y embellecimiento –en ese momento, Plaza de la República–. Más tarde, los numerosos derribos de edificios que la contextualizaban, como el Ayuntamiento y la Casa de Oficios, así como la ampliación en altura de la Casa de Abastos y la modificación del mesón-parador, dieron lugar a un espacio muy diferente. Las alteraciones de la Casa de Abastos, el derribo de la Casa de la Alcaldía o Ayuntamiento y el antiguo Mesón Parador y Fonda otorgaban el carácter de la Plaza de la Constitución, que ha ido modificándose a lo largo del período que se trata. Nada tiene que ver la plaza conocida como de la Constitución del siglo XIX con la actual plaza del Caudillo (plaza cuyo nombre se somete a votación en el año 2016 y a día de hoy no se ha determinado).
Fotografías cedidas por Marisa Romero, Miguel Esteban y Javier Fernández Montaje de autor (copyright)
Los edificios más significativos del pueblo de El Pardo, pertenecientes todos ellos al Estado en 1885, conformaban sus fachadas y perspectivas actualmente irreconocibles. Todos estos edificios jugaban un papel residencial importante, pues alojaban a los trabajadores de la administración local, como era el caso del Ayuntamiento y de la servidumbre de Palacio, en el caso de la Casa de Oficios. Otras personalidades habitaban temporalmente en la Casa Parador y Fonda. Al no disfrutar de una frondosa vegetación las sombras de los soportales, eran disputadas como punto de encuentro social. Estas las proyectaban la Casa Parador y Fonda al mediodía y, al atardecer, la de Abastos, cuyos soportales, además, favorecían un espacio agradable de reunión. La planta baja del Ayuntamiento se abriría como comercial. Determinadas actuaciones posteriores a la creación del pueblo han perjudicado su esencia. De El Pardo de Carlos III poco queda, pues de los edificios que en su reinado se levantaron algunos han sido reconstruidos y rehabilitados, pero otros fueron derribados y algunos nunca se llegaron a materializar.
Edificaciones modificadas, como la Casa de Abastos, o incluso desaparecidas, como la Casa de Oficios y el Ayuntamiento, que se suponían articuladoras de la trama urbana y conformaban la plaza de la Constitución, han dado lugar a fotografías con perspectivas del pasado completamente inidentificables. Se establecen así algunas reflexiones sobre la intervención arquitectónica y urbana en lo que respecta al valor patrimonial. El conocimiento previo sobre el objeto de rehabilitación, ampliación o renovación es determinante para su conservación.
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