Rodrigo García se atreve a acercarse a la figura de Jesucristo, con toda la complicación que ello comporta. Para ello, elige centrarse en un pasaje: el de las tentaciones en el desierto justo antes de comenzar su predicación. A partir de aquí, todo es libre en el guion de Rodrigo García, que inventa incluso las tentaciones concretas con que Satanás quiere probar al Hijo de Dios.
FICHA TÉCNICA
Últimos días en el desierto (***)Last Days in the Desert(EEUU. 2015)Director: Rodrigo GarcíaGuión: Rodrigo GarcíaReparto: Ewan McGregor,Tye Sheridan,Ayelet Zurer,Ciarán Hinds,Susan GrayDuración: 95 min.Género: Drama.
Rodrigo García, el famoso cineasta hijo de García Márquez, vuelve a dar un giro en su filmografía (Nueve vidas, Cosas que diría sólo con mirarla, Madres & hijas, Albert Nobbs…). Siempre le ha gustado tratar temas de frontera desde una perspectiva dramática muy personal y, a menudo, sugerente e interesante. En esta ocasión, se atreve a acercarse a la figura de Jesucristo, con toda la complicación que ello comporta, no solo por la entidad del personaje, sino por la cantidad de referentes cinematográficos ya acrisolados por el paso del tiempo. Para ello, elige centrarse en un pasaje: el de las tentaciones en el desierto justo antes de comenzar su predicación. A partir de aquí, todo es libre en el guion de Rodrigo García, que inventa incluso las tentaciones concretas con que Satanás quiere probar al Hijo de Dios. Evidentemente, el cineasta de origen colombiano no pretende hacer la enésima adaptación del texto evangélico, sino una aproximación muy personal a la figura de Jesús, completamente al margen de preocupaciones de ortodoxia o verosimilitud exegética. Esto es lo mismo que decir que nos va a ofrecer una mirada posmoderna sobre el misterio de Cristo. Y este puede ser el problema y, a la vez, el interés de este curioso film.
Por un lado, es necesario fijarse en Cristo como personaje, interpretado por el siempre luminoso actor británico Ewan McGregor. De todas las representaciones anteriores, quizá se parece más al que encarnara Max von Sydow en La historia más grande jamás contada (G. Stevens, 1965): un Jesús tímido, discreto, prudente, de mirada bondadosa, muy lejos del misticismo del de Zeffirelli y del naturalismo excesivo del rosselliniano. Pero también recuerda al protagonista de Jesucristo Superstar (N. Jewison, 1973), en el sentido de que a menudo se muestra algo confuso y dubitativo ante los retos que le presenta Satanás, interpretado por el mismo McGregor. Sin embargo, este Cristo de dentadura perfecta y excelente inglés -algo que chirría tras la versión de Mel Gibson– ofrece elementos sugerentes. Frente a las sinuosas reflexiones que el Diablo comparte con Él, este silencioso Jesús nunca responde dialécticamente, sino que sigue haciendo su vida marcada por el servicio y la caridad. Y es que en el desierto se pone a trabajar gratuitamente para una familia de pastores formada por un hombre duro (Ciarán Hynds), una esposa muy enferma (Ayelet Zurer) y un joven hijo (Tye Sheridan) cuyos deseos de futuro chocan con los proyectos de su padre. Jesús acompaña a esta familia, trata de ayudarla y encuentra paz en su compañía. A la pregunta que lanza a Dios al comienzo del film: “¿Dónde estás?”, el Padre responde enviándole esta familia, en un paralelismo inteligente con la película de BergmanEl séptimo sello, cuando el caballero Antonius Block encuentra sentido a su búsqueda en la familia de comediantes. El Jesús de este film ayuda a sus semejantes y les aconseja, sin interferir nunca en su libertad. Y, cuando cree que ha cumplido su misión, abandona el desierto. El siguiente plano ya nos lleva a Cristo crucificado.
Frente a las sinuosas reflexiones que el Diablo comparte con Él, este silencioso Jesús nunca responde dialécticamente, sino sigue haciendo su vida marcada por el servicio y la caridad
Esta película supone una indagación personal del cineasta en la humanidad de Cristo, sin caer en los excesos de Scorsese en La última tentación de Cristo. En este film, lo único que vemos de la divinidad del personaje es su amor por el prójimo y su actitud servicial. A pesar de que no se pueda considerar una película religiosa al uso, es curioso que en algunos aspectos parece sintonizar con los acentos pastorales del Papa Francisco.
Por último, hay que señalar que en esta película un personaje fundamental es el desierto y que ello se debe a la fotografía del gran Emmanuel Lubezki (Gravity, El renacido,…), que consigue transmitirnos una imponencia que nos recuerda al prólogo de 2001, una odisea del espacio. Película original y escasamente comercial dirigida a un público que guste de buscar en las orillas alejadas de la gran corriente del cine mainstream.
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