Ignacio Saavedra | 10 de noviembre de 2018
Cuando hace unas semanas visité varios colleges de Oxford, hubo algo que me conmovió especialmente: las listas grabadas en piedra de estudiantes fallecidos en la Primera Guerra Mundial. Al entrar en la impresionante capilla del Exeter College, una de las obras maestras de William Morris, podría haber aparecido perfectamente incluido en la lista un tal John Ronald Reuel Tolkien. Poco faltó, en efecto, para que quien años después deslumbrara a cientos de millones de lectores con El Señor de los Anillos, pasara a engrosar la amplia lista de estudiantes de Exeter muertos en las trincheras bajo fuego alemán. La Providencia permitió que el subteniente Tolkien sobreviviera, pero su experiencia como soldado del Ejército británico tuvo una importancia decisiva en su carrera literaria. Algo parecido puede decirse de C. S. Lewis: no se puede entender las Crónicas de Narnia sin tener en cuenta el trauma de haber participado en la Gran Guerra.
En el momento en que se cumplen cien años del final de la Primera Guerra Mundial, llega a las librerías la versión en castellano del libro de Joseph Loconte A Hobbit, a Wardrobe and a Great War (Un hobbit, un armario y una gran guerra), cuya versión original en inglés data de 2016. Por cierto: el centenario es también la fecha elegida para el estreno del documental homónimo, cuyo tráiler es más que prometedor.
Un hobbit, un armario y una gran guerra llega adornado por varios alicientes. Se trata del primer libro de ensayo de una nueva editorial: Larrad, que ha escogido una bella ilustración de David de las Heras para la cubierta (envuelta en una elegante sobrecubierta en blanco y negro) y el mejor prologuista posible, Eduardo Segura.
Es inevitable, al hablar de este libro, pensar en otro también reciente: Tolkien and the Great War, firmado por el escritor inglés John Garth. ¿No será más de lo mismo? Es obvio que hay una diferencia clara, y es que en el de Loconte se reparten el protagonismo a partes iguales J. R. R. Tolkien y C. S. Lewis.
El libro de Loconte vuelve sobre un tema nada nuevo. La influencia de la Primera Guerra Mundial en la obra de Tolkien y Lewis ha sido ampliamente tratada por sus biógrafos y estudiosos. Sin embargo, Loconte consigue aportar una visión nueva sobre el tema, que quizá ate cabos que quedaron sueltos en publicaciones anteriores. Esta nueva visión, que desde mi punto de vista mejora interpretaciones anteriores, tiene una doble vertiente. Por un lado, la explicación general del conflicto bélico, dejando aparte la influencia en Tolkien y Lewis. Por otro lado, el modo de interpretar la reacción al conflicto de ambos escritores.
Joseph Loconte explica de un modo que nos parece convincente el espejismo que aparece en Europa tras la Paz de Westfalia (1648), es decir, la creencia de que la religión no sería nunca más el motivo de una guerra. Loconte se atreve a poner en tela de juicio las explicaciones convencionales sobre el origen de la guerra que empieza en 1914 y sostiene que, de hecho, tuvo mucho de falsa cruzada. Muchos líderes de la Iglesia anglicana respaldaron la necesidad de enfrentarse a Alemania con argumentos que parecían sacados de las cruzadas medievales y que hicieron creer a muchos de los soldados que se alistaban voluntariamente que lo que estaban haciendo al tomar las armas era defender la Cristiandad.
Los santos de la Primera y Segunda Guerra Mundial en la gran pantalla
Esta explicación, novedosa al menos hasta cierto punto, ayuda a entender mejor en qué consistió el trauma y por qué ese trauma se tradujo, en muchos casos, en un alejamiento de la práctica religiosa. También podría explicar que, tras la Primera Guerra Mundial, se resintiera la fe de Lewis pero no la de Tolkien. El desprestigio del Cristianismo en Gran Bretaña tras la Gran Guerra afecta esencialmente al anglicanismo, no al Catolicismo “romano”.
Sentirse privilegiados por haber sobrevivido a la Primera Guerra Mundial facilitó la amistad entre Tolkien y Lewis, aunque, por supuesto, la base de esa amistad era el amor a la lengua y a la literatura, a la mitología. Y ahí, en ese amor a los mitos que les hacía sentirse tan próximos, fue donde finalmente encontraron una respuesta común al trauma de la Gran Guerra. La cosmovisión católica era ya algo firme en Tolkien antes de la Primera Guerra Mundial. La de Lewis tardó en llegar. El momento decisivo fue precisamente una conversación con Tolkien y Hugo Dyson, en el incomparable marco de los jardines que rodean Magdalen College, en Oxford. Loconte describe ese momento con gran delicadeza y lujo de detalles. Solo por recrearse en esas páginas vale la pena leer Un hobbit, un armario y una gran guerra.