Juan Orellana | 31 de octubre de 2018
Masato (Takumi Saitoh) es un joven chef que trabaja con su padre viudo (Tsuyoshi Ihara) y su tío en un restaurante de ramen en Japón. Tras el fallecimiento de su padre, Masato decide viajar a Singapur, donde pasó su infancia, para conocer mejor la historia de sus padres, una historia que alberga secretos que Masato necesita saber.
El prolífico director de Singapur Eric Khoo retoma los temas que abordó en La receta (2014) para contarnos un drama familiar a través de la gastronomía, o al revés, para hacer un homenaje a la cocina del sudeste asiático a través de una trama de lazos familiares. Según se mire. En cualquier caso, esta película vuelve a realizar el milagro de entrelazar historias tiernas de humanidad con el arte de la buena mesa, como ya hicieran El festín de Babette (1987), Vatel (2000), Deliciosa Martha (2001), Sin reservas (2007) o la española Bon appetit (2010). Pero es precisamente en el mundo oriental donde han proliferado más las películas que tienen a la cocina como uno de sus principales protagonistas. Recordemos desde las más conocidas, como Comer, beber, amar (1994) o la reciente joya Una pastelería en Tokio (2015), hasta otras menos famosas pero igual de exquisitas como Restaurante Kamome de Naoko Ogigami (2006), El chef del Polo Sur de Shuichi Okita (2009) o Ramen Samurai de Naoki Segi (2011).
En la película que nos ocupa, el descubrimiento que hace Masato de su propia historia avanza en paralelo a sus descubrimientos gastronómicos. A la vez que va sabiendo de los sufrimientos de su madre, de su gran corazón, de la incomprensión de su abuela, de la importancia de su tío… va saboreando nuevas experiencias con el ramen –fideos japoneses con caldo-, el kaiseki –un tipo de almuerzo fundamentalmente vegetariano-, o el bak kut teh -una sopa china muy frecuente en Singapur-, por poner algunos ejemplos. Pero Una receta familiar es, sobre todo, una historia de reconciliación, de perdón, de búsqueda amorosa de las propias raíces, de profundización en los propios vínculos, y todo ello narrado con el ritmo de un ceremonial oriental y con la delicadeza y el detallismo que deben caracterizar a un buen chef. Su mirada positiva y grande sobre el ser humano es una bocanada de aire fresco para nuestras carteleras. Muy recomendable.