Antonio Olivié | 11 de noviembre de 2018
ROMA (ITALIA) | La Primera y la Segunda Guerra Mundial dejaron grandes historias de fe, como las de William Doyle y san Maximiliano Kolbe, que ahora son llevadas a la gran pantalla. Cine religioso con héroes y santos del siglo XX.
La historia de un capellán católico en las trincheras de la Primera Guerra Mundial, William Doyle, se ha presentado este otoño con un docudrama en el que se recrea el atractivo de su entrega. Un año en el que también ha llegado a la gran pantalla la producción polaca Dos coronas, centrada en san Maximiliano Kolbe, asesinado en un campo de concentración. Un entorno semejante al que ofrece la película española Red de Libertad, que destaca la labor de una religiosa en la Francia ocupada durante la Segunda Guerra Mundial.
Bravery under fire (Audacia bajo el fuego) es el título de uno de los últimos filmes que se se han presentado en la Filmoteca Vaticana de Roma. Producido por el canal norteamericano EWTN, ofrece secuencias de gran calidad sobre la heroica actuación de este capellán de un regimiento irlandés en la Primera Guerra Mundial. Su generosa dedicación a los heridos y a quienes estaban en primera línea lo llevó a morir por un disparo de mortero en el campo de batalla de Passchendaele, en Bélgica.
La actividad del padre William Doyle, capellán voluntario en la Primera Guerra Mundial, no pasó inadvertida. Su atención permanente, tanto a anglicanos como a católicos de su Ejército o del enemigo, era extraordinaria y los oficiales reconocieron que lo enviaban a las zonas más peligrosas del frente de batalla, a la primera línea, porque siempre infundía esperanza a los soldados.
Impulsado por una profunda fe, la historia del padre Doyle fue un éxito editorial en los años 30, ya que se conservan muchas de las cartas que escribía a su padre desde el frente. En ellas transmitía con sencillez su visión sobrenatural y toda la actividad que llevaba a cabo en unas circunstancias desoladoras, rodeado de muerte y destrucción.
La producción sobre el padre William Doyle llega meses después de una gran película sobre san Maximilano Kolbe, que lleva por título Dos Coronas. En ella se cuenta la vida del santo polaco que, antes de ofrecer su vida a cambio de otro recluso en un campo de concentración, ya tenía fama de santidad. Su impulso a las misiones, a la comunicación, a través de una publicación semanal que llegó a tener una difusión millonaria y la creación de la «Milicia de la Inmaculada» son algunos hitos de una historia poco conocida.
La película sobre Kolbe recuerda también sus años en Japón, donde se han grabado algunas de las escenas, así como su gran capacidad para la innovación tecnológica. En definitiva, su actitud de firmeza frente a la violencia nazi no se presenta como algo casual o inesperado, sino como la culminación de toda una vida extraordinaria. Y es quizá este punto uno de los grandes aciertos del director de la obra, Michael Kondrat.
También ligada a la Segunda Guerra Mundial, pero situada en Francia, una de las grandes películas católicas del último año ha sido Red de Libertad, protagonizada por Assumpta Serna. La historia, dirigida por Pablo Moreno, refleja la fortaleza y la tenacidad de una religiosa, Helen Studler, que desde un convento de Hijas de la Caridad salvó a decenas de franceses de los campos de concentración.
La película, que llega en el 400º aniversario de la familia vicenciana, se ha proyectado estos días en Roma, dentro del festival FindingVince. Se trata de un certamen ligado a esta realidad eclesial y dedicado a promocionar la caridad y la lucha contra la pobreza.
En el curso de FindingVince han intervenido actores de Hollywood, como Jim Caviezel, protagonista de La Pasión de Cristo, o Sheree J. Wilson, de la serie Dallas. Esta última destacaba cómo gracias al cine se puede ofrecer “un contenido que inspira a la gente. Les haces sentir, pensar y aprender algo sobre otras personas, sobre ámbitos totalmente diferentes. Cuentas historias convincentes, llevas luz a esos espacios oscuros”.
En unos días, en este mes de noviembre, tendrá lugar otro importante certamen dedicado al cine en el Vaticano, el Mirabile Dictu. Estamos ante la novena edición de un festival internacional que premia el cine católico y en el que participan cientos de productores y directores. Una muestra más de que el cine católico no se rinde.