Pablo Casado Muriel | 14 de diciembre de 2017
“En el ciclismo van todos drogados”. Lamentablemente, es muy probable que todos hayamos escuchado, quien no la haya pronunciado, esta frase demonizadora. Uno de los deportes más bellos que existe, si no el que más, intenta aún quitarse el sambenito del dopaje generalizado. Una lacra que ha carcomido al pelotón y, a ojos del gran público, convierte a los ciclistas en objeto de sus sospechas.
Detrás del dopaje hay mucho más que la simplificación de “hacer trampas para correr más y ganar”. El proceso que lleva a un chaval enamorado de la bicicleta a consumir sustancias que mejoren su rendimiento es complejo y mezcla cuestiones éticas, deportivas, morales y, por supuesto, económicas. Describir ese oscuro camino hacia la tentación es lo que hace el periodista Fran Reyes en uno de los artículos que da forma al segundo volumen de El Afilador (Libros de Ruta, 2017).
Este relato es ficción, aunque la historia que narra tiene una verosimilitud pavorosa, y sigue la línea de la obra autobiográfica de Paul Kimagge, que también puede encontrarse en la editorial Libros de Ruta. En el caso del exciclista irlandés, la publicación de Una dura carrera supuso un auténtico desafío a la ley del silencio que operaba en la serpiente multicolor durante los años 80 y que aún hoy es difícil de romper. Kimmage explica su lucha durante años por evitar caer en las redes del dopaje, una decisión difícil cuando de ello depende conseguir un contrato de trabajo para el año siguiente, ya no ganar el Tour de Francia. Ahora periodista, decidió abandonar el ciclismo cansado de sórdidas escenas protagonizadas por agujas en hoteles de media Europa.
“El Afilador”: historias que solo el ciclismo permite contar
La narración de Fran Reyes profundiza en el abatimiento de quien se ve superado en la línea de meta por viejos e inferiores rivales, de quien sabe que gana menos dinero del que debería ganar por culpa de la droga que otros consumen y de quien acaba por autoconvencerse de que “no será tan malo si todos lo hacen”. Lo que acaba por describir el periodista, como ya hiciera Paul Kimmage, es esa “picadora de carne” en la que muchos convierten el ciclismo, una cadena de jóvenes soñadores a los que se utiliza hasta que dejan de ser útiles.
Un negocio redondo para muchos que deja al margen cualquier consideración moral e incluso sanitaria. Un barrizal que aún hoy sigue sin estar limpio del todo (los casos de dopaje continúan existiendo) y que debería ser objetivo prioritario de la UCI y los equipos de cualquier categoría. No por el bien y la credibilidad del ciclismo, sino por el futuro de todos esos niños que disfrutan con la bicicleta y sueñan con vestir de amarillo sin saber que por el camino van a sufrir la presión de muchos para que abusen de su cuerpo sin reparos, para que se droguen y mientan, para que conviertan un amor en una perversión. Eso sí, todo este engranaje siempre puede romperse con un no rotundo y absoluto, una negativa a lo que no es ético ni sano, a la trampas en el deporte. El ciclista tiene la última palabra.
El texto de Fran Reyes sirve como ejemplo para comentar el trabajo que hay detrás de El Afilador. Al igual que ocurre con el primer volumen de esta serie, Libros de Ruta reúne a algunas de las firmas más relevantes en lo que se refiere a literatura ciclista.
Ya destacábamos en la reseña del primer tomo la labor de periodistas como Juanfran de la Cruz, al que prácticamente podemos considerar un historiador del ciclismo y que desarrolla todos los problemas que hubo que superar hasta conseguir dar la salida a la Vuelta a España del año 1979, La Vuelta del milagro.
Un equipo junto a su líder: el Kas junto a Txomin Perurena pic.twitter.com/A1wYfJ0BZa
— Urtekaria (@Urtekaria) February 5, 2017
Para esta segunda entrega se incorporan textos de otros articulistas, como Carlos Arribas, que firma un fantástico reportaje sobre el ciclista Txomin Perurena que sirve como hilo conductor para dibujar el paisaje vasco de los últimos años del franquismo y los primeros de la Transición.
El formato de El Afilador, que podríamos decir que está pensado para llevar en el bolsillo de un maillot, ayuda a agilizar la lectura de cada una de sus crónicas. Son dos volúmenes de un proyecto que, como ya dijimos, se aprovecha de esas historias que solo el ciclismo permite contar.