Mariano Guindal | 30 de mayo de 2017
Estamos hablando del primer banco de España, del primero de Europa y de uno de los diez más grandes del mundo por su capitalización bursátil. Una entidad con tres millones y medio de accionistas, 125 millones de clientes, 12.000 oficinas repartidas por todo el mundo y más de 188.000 empleados no puede ser gestionado por una sola familia que posee poco más del 1% del capital. La familia puede y debe controlar la gestión, pero no gestionarlo. El Santander ya no es la finca de los Botín. Necesariamente, hay que profesionalizar la gestión y eso es lo que está sucediendo con la sucesión de Emilio Botín III.
Cosas como esta son las que cuenta Ana Samboal en su último libro, Ana Botín. Nacida para triunfar. La reina de la banca (La esfera de los libros). Se trata de un gran reportaje de actualidad sobre la que probablemente sea una de las mujeres más poderosas y ricas del mundo y, sin lugar a dudas, de Europa y de España. Es la historia de una ambición. La vida de una mujer que no descansa, que va muy deprisa y que tal vez no haya tenido tiempo para ser feliz a pesar de sus muchos millones. O que, a lo mejor, como dice la autora, “ha sido feliz a su manera”.
Ana Samboal (segunda por la izquierda), acompañada por miembros del Patronato de la Fundación Wellington, el periodista Fernando González Urbaneja y la directora de La Esfera de los Libros, Ymelda Navajo (primera por la derecha), durante la presentación de su libro | Foto: Fundación Wellington
Tal vez Ana Patricia es como el Tío Gilito, el personaje de Disney que era feliz amasando riquezas. Ana Samboal no lo cree así, piensa que es una mujer hiperresponsable que siempre ha querido demostrar a su padre y a su tío Jaime que era capaz de estar a la altura de las circunstancias. Nadie le ha regalado nada. No hay dudas de que era la mejor preparada para ser la presidenta del Santander, pero nunca se podrá quitar el estigma de ser una Botín. Como tituló el Financial Times: “En el Santander todo queda en familia” o, como se suele decir, “en el Santander solo hay Botines y mil botones”.
Nada más lejos del ánimo de la autora que despellejar a la banquera, aunque probablemente es lo que más habría vendido. Pero no se calla nada y, como en las buenas novelas, hay que saber leer entre líneas: “Emilio Botín murió enamorado, de la vida”. Y, desde luego, está muy alejada de ser una biografía autorizada y mucho menos una hagiografía.
Por el contrario, pone el dedo en la llaga cuando cree que tiene que hacerlo, como es su obligación. Con este relato conocemos mejor a la banquera que está llamada a cambiar y sanear definitivamente el sistema financiero español. En realidad, el libro es un gran reportaje, una fotografía de las élites españolas del inicio del siglo XXI. No se habla ni de “casta” ni de “tramas”, pero sí de la necesidad que tiene el capitalismo español de adaptarse a los nuevos tiempos. Buen ejemplo de ello es que Emilio Botín murió con casi ochenta años y pretendía que le renovasen el cargo otros tres años más.
Con este relato conocemos mejor a la banquera que está llamada a cambiar y sanear definitivamente el sistema financiero español
Otro aspecto que chirría es que los grandes bancos se han venido gestionando como si se tratase de una finca. Los colaboradores de la presidenta aseguran que no queda ya ni rastro de la gestión familiar, que el Santander se dirige como cualquier multinacional. No es esa la percepción que tiene el mercado y eso es una de las asignaturas pendientes que Ana Botín tiene sobre su mesa. Porque un banco percibido como una empresa familiar vale menos que un banco con una gestión profesionalizada, como es lógico. Por eso su padre intentó, en serio, quitarse ese estigma y estuvo a punto de conseguirlo con la fusión de Central Hispano. No fue posible porque la familia entonces pesaba mucho. Ahora las cosas han cambiado mucho.
Según narra Ana Samboal, “Ana Botín parece haberse hecho con las riendas del Banco de Santander dos años y medio después de su llegada a la presidencia”. No ha sido fácil. Ha tenido momentos muy complicados en los que ha trastabillando y parecía que no lo iba a conseguir. Como muestra, un botón: “heredó” una entidad que valía en bolsa 91.200 millones de euros, un año y medio después el banco valía menos de la mitad. Ahora el valor se ha recuperado y la acción está subiendo, pero aún le queda mucho para situarse donde estaba antes de la macroampliación de capital que ordenó nada más ser proclamada “reina de la banca”.
¿Qué ocurrió para que se produjese este hundimiento? ¿Fue ella la responsable de haber dado la vuelta al banco como si fuese un calcetín o fue su padre quien dejó una herencia envenenada? ¿Qué ocurrió la noche que murió Emilio Botín? ¿Por qué eran tan malas las relaciones entre padre e hija? A estas y otras tantas preguntas da respuesta Ana. Como buena periodista que es, ni adjetiva, ni opina, proporciona datos, ofrece diferentes versiones y busca buenas fuentes para que sea el lector quien saque sus propias conclusiones.
Como dice Fernando González Urbaneja, el periodista que mejor conoce el mundo de las finanzas, “sin lugar a dudas de los cinco libros que se ha escrito sobre la familia Botín el de Ana Samboal es el mejor con gran diferencia”.
Decisiones como la subida del salario mínimo interprofesional o el fin del diésel han provocado un incremento de costes laborales, superior al 20%, que acaban pagando los más débiles.