Stefanie C. Müller | 15 de julio de 2018
Catar es un país muy pequeño; sin embargo, la Península del Golfo podría ser una pieza clave en el conflicto actual de Estados Unidos con Irán. Además, tiene posibilidad de ser la portavoz de un lavado de imagen para toda la región, que tantos conflictos complejos sufre. La organización del primer Mundial de Fútbol en Oriente Medio, en 2022 en Catar, es un evento que ha provocado mucha envidia en la zona por el impacto económico que puede suponer para el emirato, que ya es el proveedor del 30% de la demanda de gas en el mundo y que, además, tiene una visión clara de su futuro post-fósiles.
We can't wait for Asia's second ever FIFA World Cup and the Arab World's and Middle East's first ever. #qatar22 pic.twitter.com/qR19HkXS6d
— الاتحاد القطري لكرة القدم ?? (@QFA) December 1, 2015
Esta visión post-fósiles también es necesaria porque Catar está sufriendo un duro embargo desde hace un año por cinco vecinos directos y por Egipto. El bloqueo por su supuesta vinculación con Irán y la financiación del terrorismo del ISIS empezó en junio de 2017. En poco tiempo, Catar ha sido aislado por completo en la región. Su línea aérea ya no puede sobrevolar países como Egipto, Arabia Saudí y Emiratos. Los 2,7 millones de residentes -solamente 300.000 son realmente de origen catarí-necesitan una salida rápida del bloqueo actual, que les impide ir a La Meca o a los países que participan en el embargo, como los Emiratos y Arabia Saudí. Aunque el Gobierno catarí rápidamente ha abierto nuevas relaciones diplomáticas con muchos países, el coste político afecta al Mundial de Fútbol, que tendrá lugar en tan solo cuatro años.
Sin embargo, el joven emir catarí podría usar el hecho de que los americanos tienen su base militar en la frontera de Catar con Arabia Saudí para demostrar que mantiene relaciones neutrales con su vecino iraní, con quien comparte un campo de gas. Aunque el presidente americano, Donald Trump, ahora está más al lado de los saudíes, no puede dar la espalda a Catar, donde están ahora mismo 10.000 soldados americanos instalados. «Pensamos que hay que cambiar la geopolítica en la región y ser más transparentes, concentrándose en el desarrollo humano más que en el enfrentamiento», dice Lulwah Al Khater, nueva portavoz del Ministerio de Exteriores en Doha.
Lucha de poder en el Golfo Pérsico tras el bloqueo . Arabia Saudí, Catar e Irán, en pugna
La portavoz considera que las razones para este bloqueo son incomprensibles: «Nos han presentado un listado de demandas para desbloquear la situación en el que el cierre de nuestra cadena de televisión Al-Jazeera era una de las exigencias más escandalosas». Muchos países árabes ven Al-Jazeera como una herramienta de propaganda catarí que participa por su cobertura de noticias en cambios políticos como ha ocurrido en Egipto, que ahora es uno de los países más enemigos del emirato.
Al-Jazeera no puede operar ya en estos países y sus periodistas han sufrido amenazas y encarcelamientos: «Nunca hemos vivido tanta presión y persecución como ahora. Pero no vamos a rendirnos», dice Mostefa Souag, director ejecutivo de Al-Jazeera. La entrada a la agencia de noticias para visitantes exige ya un pase de control de alta seguridad. Mientras el embargo sigue, el emir construye a un ritmo frenético museos, estadios, calles, smart cities e instalaciones turísticas. Toda la obra terminada está, por el momento, casi sin ocupar.
Los cataríes, que en una buena parte se han formado en Oxford, Cambridge o Georgetown, han demostrado una enorme agilidad para adaptarse a la situación, apostando, en un tiempo en que hay menos coches y decrecientes demandas energéticas, por la implementación de estrategias renovables. En su capital, Doha, han introducido el metro, un tranvía eléctrico y zonas, como el barrio de universidades y colegios, donde ya no circulan coches. «Queremos invertir en educación y conocimiento tomando como referencia Noruega o Singapur. Queremos tener esta función de referente tecnológico para el Oriente Medio», dice Hend Bader Darwish Fakhroo, de la Fundación de Qatar (Qatar Foundation), que supervisa todas las inversiones en este sector de formación y educación.
La lucha por el poder en el Golfo Pérsico . Jaque de Arabia Saudí aislando a Catar
Desde el inicio del embargo, el país ha abierto la estancia sin visado a 80 nacionalidades y ha invertido en agricultura y turismo. Campos de golf e hipódromos deben ampliar las posibilidades limitadas que tiene el país en el desierto para atraer turistas: «Esto es positivo, nos volvemos más fuertes e independientes de esta manera», dice Souag, de Al-Jazeera. Expertos de la zona creen que los países que han iniciado el embargo están consiguiendo económicamente lo contrario que lo que se pretendía: «Los saudíes siempre tenían envidia a los cataríes, que son más organizados y también sociales con su pueblo. Tienen miedo de que, con el Mundial, Catar pudiera convertirse en líder de la región«, dice Klaus Gründel, un ingeniero alemán que ha trabajado en los dos países y que conoce las realidades en detalle.
Una de las estrategias más inteligentes del actual emir de Catar es destinar gran parte de la inversión a su propia gente, que disfruta de muchas ventajas, como un nivel de sanidad muy alto, sueldos elevados y condiciones de financiación sin intereses. Las empresas y trabajadores extranjeros se benefician de un «paraíso fiscal». Con una construcción casi sin sentido, el Gobierno catarí consigue dar la sensación al pueblo de que, a pesar del embargo, el país es fuerte. A pesar de las grandes diferencias salariales entre clases sociales y nacionalidades, muchos obreros extranjeros se sienten bien cuidados en Catar. No hay criminalidad ni paro por una eminente riqueza y una actividad de inversión constante.
Con la creciente apertura de su país, Catar necesita un incremento rápido de la población activa para poder llenar todas sus construcciones actuales y mantener cierta fuerza económica lejos del gas. A la larga, expertos creen que esto implica también introducir más democracia. Una encuesta del Arab Center for Research and Policy Studies revela que un 74 por ciento de los encuestados está a favor de un sistema democrático. Por el momento, no hay elecciones en Catar y el país vive en un sistema de dos clases: los habitantes de origen catarí y el resto, que vive en condiciones muy diferentes.
Decisiones como la subida del salario mínimo interprofesional o el fin del diésel han provocado un incremento de costes laborales, superior al 20%, que acaban pagando los más débiles.