Ana Samboal | 06 de marzo de 2019
Decisiones como la subida del salario mínimo interprofesional o el fin del diésel han provocado un incremento de costes laborales, superior al 20%, que acaban pagando los más débiles.
De 2012 hasta hoy, la tasa de paro se ha reducido en doce puntos. De un desempleo que afectaba al inicio de la década a más de la cuarta parte de la población activa, en concreto al 26%, ha caído al 14%. Pero hace ya muchos meses que los economistas y empresarios vienen advirtiendo que el efecto de las políticas de flexibilidad que introdujo la reforma de la exministra Fátima Báñez se estaba agotando, que era necesario ajustar, corregir el rumbo, y profundizar en algunos aspectos.
Las cifras cantaban: en términos relativos, el descenso del paro era cada vez más reducido, el incremento de afiliaciones a la Seguridad Social cada vez más ajustado. Nada se ha hecho para contrarrestarlo y sí mucho para acelerar esas tendencias, y en 2019 nos hemos dado de golpe y porrazo con la realidad de unos datos de paro que confirman que el ciclo benéfico para el empleo ha terminado abruptamente.
Con las elecciones a la vuelta de la esquina, el Gobierno ha hecho todo lo posible por disimularlo. En el titular de la nota del Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE) que informaba de los datos de paro al cierre de febrero, se destacaba que, en los últimos doce meses, se han creado más de 180.000 puestos de trabajo. Oculta, no solo el titular sino también el detalle posterior del registro que, desde la moción de censura, 130. 000 personas más se han sumado a las listas oficiales de desempleados. ¿Tan perverso ha sido el efecto Sánchez? Probablemente no haya sido efecto directo de sus decisiones, pero lo que sí es obvio es que a ese mercado laboral exhausto sus políticas le han dado la puntilla.El desempleo del mes pasado, bajo el gobierno de Pedro Sánchez, tiene nombre y cara de mujer.
La producción industrial, indicador adelantado donde los haya de los ciclos bajistas, cayó en noviembre más de un 3% y cerca de un 7% en diciembre. La venta de vehículos lleva más de medio año contrayéndose. El plan de descarbonización de la economía y los comentarios de la ministra Teresa Ribera anunciando que el diésel tenía los días contados no son ajenos a esa tendencia.
La del automóvil es la segunda industria del país, tras la del turismo y, aunque afortunadamente no lo han reflejado en la propuesta final, pretendían incluso prohibirles que fabricaran coches de combustión, cuando de los tres millones largos de vehículos que se fabrican en España, aproximadamente, un tercio se vende en el exterior, donde todavía no han puesto fecha de caducidad al diésel. Es, según me comentó un presidente del sector, sumamente preocupado por la deriva del Gobierno, «como si prohibieran fabricar velas porque tenemos luz eléctrica».
El último gran golpe al mercado laboral, que en gran medida explica el abrupto parón de enero y febrero que registran los datos del paro, es la subida del salario mínimo A los empresarios les han endosado en dos meses una subida de costes laborales superior al 20% que estaba previsto que se aplicara paulatinamente en los próximos tres años. ¿Quién sufre? El más débil. Es el empleo que se ha destruido, el de la categoría más baja en las fábricas, el de jóvenes y mujeres. En febrero, ha caído el número de parados, solo sube el de paradas. El desempleo del mes pasado, bajo el gobierno de Pedro Sánchez, tiene nombre y cara de mujer.