Stefanie C. Müller | 17 de febrero de 2018
Otro año de pérdidas para Deutsche Bank. El banco más grande en préstamos de Alemania cambia cada dos por tres a sus altos directivos, pero no consigue levantar cabeza. Desde hace por lo menos 10 años, la entidad tiene serios problemas de eficiencia. El actual presidente, el británico John Cryan, ha hecho muchos esfuerzos para reformar la entidad, pero hasta ahora no ha podido mostrar éxitos visibles. En 2015, las pérdidas alcanzaron un récord de 6.800 millones de euros, en 2016 se llegó a los 1.400 millones y en 2017 las cifras rojas se quedaron en unos 500 millones de euros.
Según Cryan, los malos resultados del año 2017 se deben sobre todo a la reforma fiscal de Donald Trump. Lo que para unos fue apenas una abolladura, para el mayor banco alemán implicó egresos fiscales por valor de 1.400 millones de euros. Pero esto solamente es la mitad de la verdad. Deutsche Bank lleva años de juicios costosos por la manipulación de tipos de interés y la compra e integración de Postbank en Alemania ha sido un desastre. Además, y quizás lo más grave: ya en 2010 Deutsche Bank no era competitivo, comparado con los bancos españoles, por ejemplo (ver gráfico):
Desde entonces, la situación no solo no ha cambiado sino que ha empeorado. En el cuarto trimestre de 2017, la relación de ingresos y gastos llega a un 121%. También en el mercado español Deutsche destaca sobre todo por su baja rentabilidad. Así, no sorprende que nadie quiera comprar su negocio de retail banking, donde hay que gastar casi 82 euros para ingresar 100 euros, una cifra que se aleja de los 50 euros que gasta de media el sistema español, tras llevar a cabo diferentes procesos de reestructuración de red y plantilla.
En medio de una crisis de eficiencia, Deutsche Bank sufre también una crisis de identidad. Su cultura ya nada tiene que ver con valores alemanes como la disciplina, la eficiencia y la cautela -virtudes todavía presentadas por el sistema de cajas de ahorros en Alemania-. Sus presidentes, desde hace mucho tiempo, son suizos, indios o ingleses. Su negocio está más bien enfocado en mercados financieros internacionales y su referencia es la banca de inversión americana. En todas las compras y ventas de los próximos años, Deutsche Bank no solamente ha abandonado, prácticamente, su retail banking, sino que en el mundo de Fintech la entidad tampoco puede contar con muchos éxitos.
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Bancos españoles, como el BBVA o La Caixa, están mucho más avanzados en temas como Blockchain, IoT o Big Data, reflejándose en ya cada vez más pagos por móvil y en cajeros inteligentes que sustituyen a las sucursales. “El último trimestre del banco ha sido muy flojo”, dice la analista Magdalena Stoklosa, de la banca de inversión Morgan Stanley. Su compañero en Goldman Sachs Jernej Omahen habla de una debilidad de la entidad en todos los campos: “Hasta en la banca de inversión están por detrás de su competencia americana.”
Sin embargo, a pesar de su delicada situación, Deutsche Bank no quiere renunciar a los generosos pagos a sus directivos; según los medios alemanes, este año rondan los 1.000 millones de euros para 2017. Si Deutsche Bank no despierta pronto de su sueño americano e inicia una dieta dura, como hacen los bancos españoles desde hace ya mucho tiempo, su final puede ser dramático para Alemania. Deutsche Bank necesita mucha austeridad y un back to the roots.
Decisiones como la subida del salario mínimo interprofesional o el fin del diésel han provocado un incremento de costes laborales, superior al 20%, que acaban pagando los más débiles.