MANUEL SÁNCHEZ CÁNOVAS | 26 de agosto de 2018
La Comisión Nacional de Desarrollo y Reforma de la R.P. China (NDRC), máxima autoridad en la planificación de la República Popular China, publica una lista anual de sectores en los que la inversión está prohibida o limitada. De junio de 2017 a junio de 2018, el número de sectores se habría reducido sustancialmente, de 63 a 48. Las medidas liberalizadoras afectarían a la agricultura; la minería; el sector automovilístico; la reparación, diseño y fabricación de naves; el sector aeronáutico; militar; infraestructuras; transporte; servicios financieros; seguros; servicios tecnológicos (mapas virtuales); e industrias culturales (compañías de artistas).
Entre aquellas medidas de aparente interés para la empresa española, estarían: la liberalización en el número de estaciones de servicio que las petroleras pueden instalar en suelo chino y la posibilidad de vender diferentes productos refinados del petróleo; la liberalización de las restricciones sobre el control del capital de las empresas automovilísticas en China para 2022 (con atención a las de vehículos sin conductor); la inversión en redes eléctricas y ferroviarias, o el fin de las restricciones a la inversión en empresas de transporte marítimo internacional.
En principio, parece tratarse de medidas bastante lógicas: las empresas chinas tienen un acceso bastante mayor y mejor a la inversión en Europa y los Estados Unidos que las occidentales en China: liberalizar estos sectores sería dar pasos en la buena dirección. China respondería a las acusaciones de proteccionismo, justificadas, de parte de la Unión Europea y Donald Trump. Nada más lejos de la realidad; en una aproximación crítica a estos cambios, aparecerían los claroscuros, propios del pragmatismo nacionalista de Pekín.
A China se le ven las intenciones, muy claramente: se trataría de medidas supuestamente «liberalizadoras» con las que China querría dejar buena impresión entre las majorettes a la izquierda de la BBC y la CNN y, de paso, enterrar el mensaje de Trump, bastante cierto, sobre dumping social, medioambiental, xenofobia, problemas de acceso y canibalización de empresas occidentales en China, a través de una campaña de desprestigio, obvia, contra el presidente de los EE.UU. Trump puede resultar poco diplomático, torpe y estar equivocado en muchas cosas, este no sería el caso: la competencia desleal y el proteccionismo chino fuerzan la protección de industrias infantinas en ramos tecnológicamente punteros, especialmente aquellas con aplicaciones sensibles en lo militar, y a proteger los recursos no renovables del acaparamiento chino, el medio ambiente y los empleos de europeos y americanos.
China y su creciente interés por influir y beneficiarse de las decisiones de Occidente
Ante el aumento exponencial del presupuesto de Defensa chino con intenciones agresivas en el Mar de China, no parece que las empresas tecnológicamente avanzadas de defensa de Occidente fueran a poner planta o tecnología sensible alguna al alcance de los ingenieros chinos. En el paraíso de la piratería intelectual, China, ¿qué podría ser más estupendo que las empresas extranjeras punteras se establecieran en casa, para copiar tecnologías, organización, marketing y producción? Un poner, ya no habría que trasladarse a Fort Worth, Texas, para espiar los planos de la última generación de cazabombarderos F35 de la Lockheed, tecnologías incorporadas en los últimos aviones de combate chinos; Airbus se plantea abrir fábricas en China; luego, a los franceses, como siempre, no se les debería dejar solos, y miedo debería tener Elton Musk, el fundador de Tesla, ante los avances en vehículos no tripulados chinos (EE.UU. sigue siendo líder en estos sectores prometedores). Todo esto por no hablar de la inteligencia artificial y sus aplicaciones en Defensa. En suma, parece cada vez estar más claro que, si Occidente no mantiene su hegemonía en los sectores tecnológicos de futuro, no habrá hegemonía o futuro algunos para Occidente.
En el país de la Ley de los Hombres frente al Imperio de la Ley (mínima Seguridad Jurídica), clones chinos de las empresas occidentales punteras se reproducirían como setas. El nacionalismo xenófobo de las autoridades provinciales y la corrupción hiperburocrática rampante ya se encargaría de subvencionar a competidores, o de poner mil y un obstáculos a aquella empresa extranjera non grata a ojos del Partido: solo hay que ver los pocos goles que han marcado las grandes españolas de las infraestructuras en China. Por cierto, no se debe olvidar el ceder cargos de importancia a miembros del Partido en su Consejo de Dirección en China, requisito que, como la cesión de tecnología punta a empresas chinas en joint-venture, suele ser un requerimiento para que los mandarines aprueben los proyectos de inversión.
El Vaticano y China se acercan pero con daños colaterales . Se necesita tiempo y paciencia
Si se desea tomar participaciones en empresas chinas, más vale contar con buenos analistas financieros, traductores e incluso antropólogos: ni la City de Londres ni Wall Street parecen tener demasiada confianza en sus colegas chinos en Shanghai o Shenzen a la hora de reportar el valor de las empresas en libros y, como bien explica recientemente el Financial Times, ante la incorporación en masa de decenas de grandes empresas al Índice de Mercados Emergentes de Morgan Stanley (MSCI), cuídese de lo que le ofrecen. Si la oportunidad de inversión es bastante rentable, difícilmente llega a oídos de extranjeros, pues a estos solo les ofrecen las «sobras», o empresas con rendimientos mediocres en sectores inciertos.
En mapas virtuales, China anda retrasada. Solo hay que abrir un navegador chino como Baidú para comprobarlo. Baidú es el sustituto del buscador Google en China, ya que las americanas Google, Facebook y Whattsapp están prohibidas en China, para favorecer a empresas locales como Baidu y Tencent (Wechat): si la cultura democrática americana «corrompe» a la juventud china, qué «mejor» que el mega-aparato de censura comunista online, con la colaboración de las mismas tecnológicas chinas. Solo abrir el periódico South China Morning Post, para apreciar el destrozo que Jack Ma (el dueño de Alibabá, empresa competidora de Amazon en los mercados globales) ha infligido en el diario decano de la prensa de Hong Kong, otrora luz refulgente en pos de la libertad de expresión, en la oscuridad de la censura china. En suma, la fortaleza de las libertades y el estilo de vida del que gozamos en Occidente se basa en el liderazgo militar, tecnológico e industrial occidentales. China va a por todas, luego, jugando fuera de casa, tenemos todas las de perder.
Decisiones como la subida del salario mínimo interprofesional o el fin del diésel han provocado un incremento de costes laborales, superior al 20%, que acaban pagando los más débiles.