Mikel Buesa | 22 de noviembre de 2018
En una operación de tintes orwellianos, el Gobierno vasco ha presentado un conjunto de materiales para los escolares de la región acerca de la historia reciente de Euskadi y de los efectos del terrorismo etarra. Pero, más que ilustrar a los alumnos de cuarto de la ESO y segundo de bachillerato, el contenido de esas unidades didácticas parece orientado al adoctrinamiento escolar en el País Vasco, buscando así la legitimación global del nacionalismo, incluyendo a ETA y a sus epígonos, hoy sentados en las poltronas institucionales.
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Este adoctrinamiento escolar en el País Vasco es lo que se deriva de la principal orientación del referido material, pues ETA aparece en él no como una organización terrorista, sino como un movimiento político necesario para la lucha de los vascos contra el franquismo. ETA no es de ninguna manera deslegitimada; tampoco se da respuesta a la pregunta de por qué emprendió su campaña asesina; ni se aborda la cuestión crucial de la inhibición de la sociedad vasca frente a ella. ETA, simplemente, se opuso al régimen del general Franco y eso es todo. De esta manera se reescribe el pasado, se obvia que ETA nació como un acto de rebeldía nacionalista juvenil frente a la acomodación del PNV al franquismo, se oculta que su tránsito hacia el empleo de la violencia tardó años y fue el resultado de una voluntad política cuya finalidad no era antifranquista, sino antiespañola, y se prescinde del hecho de que durante la mayor parte de su historia España era una democracia.
George Orwell escribió que «quien controla el pasado controla el futuro; quien controla el presente controla el pasado». Para los nacionalistas vascos, para un PNV que ahora aspira a dar, seguramente de manera pacífica, algún paso decisivo hacia la independencia de Euskadi, legitimar un pasado de violencia política —del que ETA fue ejecutora, pero del que los jeltzales obtuvieron un rendimiento importante en cuanto a la configuración de las instituciones autonómicas y al aseguramiento de su gobierno en estas—, es una necesidad ineludible. Más aun porque para ese proyecto requieren el apoyo y el compromiso de la izquierda abertzale, hija y heredera de la organización terrorista. Y también porque, para la mayor parte de los vascos, el antifranquismo es un valor aceptable que tiene un poder sanador para quienes se saben colaboradores involuntarios, por miedo y cobardía, del terrorismo. Controlar el pasado, adoctrinando a los escolares y, de paso, a toda la sociedad, es así una operación política orientada al control del futuro, a hacer del nacionalismo un elemento ineludible de la gobernación en el País Vasco.
Varios historiadores y profesores vascos —Martín Alonso, María Jiménez, Antonio Rivera, José Luís de la Granja, José Antonio Pérez— han reaccionado contra este atropello al pasado. Han destacado, así, la ausencia de aspectos esenciales de la historia de ETA, como los miles de amenazados y desterrados por el terrorismo, los empresarios extorsionados, las víctimas —en especial, las que tomaron la palabra para liderar un movimiento de resistencia a ETA— y su carácter político, o los que tuvieron que vivir su vida entre dos escoltas. Han señalado, asimismo, la impostura de la tesis de que ETA nació contra Franco y no contra España; y también la de la inevitabilidad del terrorismo, que obvia el hecho de que la voluntad de matar emergió de una decisión libre de sus militantes. Y han desvelado así que la finalidad de esta operación no es otra que el adoctrinamiento escolar en el País Vasco, dando a los jóvenes— que, en una gran parte, desconocen casi todo del pasado terrorista de ETA— una versión tergiversada de su historia.
También las asociaciones de víctimas del terrorismo, reunidas en torno a la Fundación Víctimas del Terrorismo, han reaccionado en contra. En su comunicado conjunto han destacado que «estamos nuevamente ante un claro intento del Gobierno vasco, y del partido que lo sustenta, el PNV, de justificación de ETA y de blanqueamiento de su actividad terrorista … (que), en definitiva, ofrece una visión partidista y sesgada de lo acontecido, alimenta una falsa teoría del conflicto e intenta justificar las acciones asesinas de ETA». Y, en consecuencia, han reclamado al Gobierno vasco la rectificación de su política. Sin embargo, a la luz de los acontecimientos, nada indica que ello vaya a ser así.