Raquel Uriol | 12 de noviembre de 2018
La empatía es la capacidad que tienen los seres humanos para comprender los sentimientos de los demás, para ponerse en el lugar del otro, e incluso llegar a sentir lo que esa otra persona está sintiendo. Cuando alguien es capaz de sintonizar con el sufrimiento, con la tristeza o con la alegría de los demás, se produce un deseo de ayudar de manera altruista para confortar al otro y hacerle ver que no está solo y que sus sentimientos y vivencias son entendidos y compartidos. Las personas empáticas saben escuchar sin emitir juicios, respetan al otro en sus sentimientos y conductas aunque no estén de acuerdo. Por eso la empatía es un valor para vivir en sociedad. Un valor que hay que fomentar desde la familia y desde el colegio.
Los bebés, desde su nacimiento, desarrollan una primera empatía, casi por imitación, cuando sonríen o lloran porque lo hace otro bebé cercano. Entre los dos y tres años, los niños ya reconocen sus propios sentimientos y son capaces de identificar los de los demás. Comienzan a sentir afecto y empatía por el compañero de clase que está triste o por el que se ha caído y lo quieren ayudar. En la adolescencia, ya son capaces de ponerse en el lugar del otro.
Sin embargo, no todas las personas desarrollan en igual grado esa cualidad que se halla en el cerebro de los seres humanos. Y es en este punto donde la educación entra en juego. La empatía se aprende en el hogar, pero también se enseña a ser empático en el colegio. Para educar en la empatía hay que hacerlo desde la propia empatía. Por eso, es fundamental reconocer el papel del educador en el proceso de formación de la personalidad de los niños y adolescentes.
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Las personas empáticas saben escuchar con atención lo que el otro tiene que decir y esa capacidad de escucha se puede potenciar en los colegios mediante actividades encaminadas a ello. El maestro puede animar a los colegiales a expresar sus emociones de alegría, tristeza, miedo, enojo, vergüenza, etc. y a compartir experiencias con las que muchos se sientan identificados. Preguntas del tipo: ¿cómo crees que se siente tu compañero? ¿Cómo te sentirías tú si estuvieras en su lugar? ¿Te gustaría que tus amigos se interesaran por ti cuando estás triste? ¿Qué podemos hacer para ayudarlo? Encaminan al alumno hacia una reflexión cognitiva desde el punto de vista de los sentimientos.
Según van avanzando en cursos y en edad, las actividades enfocadas al fomento de la empatía se pueden diversificar y centrar en aspectos relacionados con la comunicación, donde se respete el turno de palabra y se inste a los alumnos a participar en debates de diversa índole. Si el debate está relacionado con los sentimientos o con la resolución de problemas interpersonales, el profesor puede convertirse en el guía que conduzca a los escolares hacia pensamientos y sentimientos más profundos de aceptación de la realidad del otro. Otra dinámica muy eficaz es asignar roles y rotarlos, a fin de que puedan experimentar los sentimientos derivados de cada uno de ellos.
La adolescencia es una etapa crucial para consolidar y despertar sentimientos empáticos hacia los demás. Es una época de cambios, en la cual la familia deja de ser el referente, la pertenencia al grupo de amigos se hace primordial y la expresión de los sentimientos y su comprensión, a veces, resulta difícil. Sin embargo, el adolescente es capaz de ser completamente empático con otras personas e incluso puede contribuir a fomentar la empatía en su entorno social. Un buen educador sabrá canalizar ese potencial de los adolescentes hacia nuevos horizontes como son la solidaridad, la ayuda desinteresada en causas nobles, el altruismo. Reflexiones más profundas con escolares, casi adultos en su última etapa, pueden contribuir a fomentar comportamientos empáticos y crear sinergias en las que se sientan identificados muchos de ellos.
Educar en la empatía puede contribuir a mejorar la sociedad que nos rodea, a crear personas que sean capaces de comprender, respetar, aceptar e incluso identificarse con los sentimientos de los demás. Hay que fomentar la empatía desde las aulas con el objetivo de alcanzar la utopía de un mundo más solidario, menos violento y con más paz.