Gonzalo Sanz-Magallón | 07 de febrero de 2018
En los últimos informes sobre el sistema educativo español realizados por investigadores y las propias Administraciones educativas no se ha otorgado la suficiente importancia a la necesidad de propiciar un clima de orden, disciplina y respeto en el aula, como condición necesaria para el correcto aprendizaje de las diferentes materias.
Existe evidencia suficiente como para poder afirmar que estas condiciones que todo profesor debería ser capaz de proporcionar a sus alumnos no se están cumpliendo en buena parte de nuestras aulas, especialmente cuando se trata de centros públicos. Veamos este fenómeno a través de algunos indicadores básicos:
Según los datos proporcionados por el proyecto PISA de la OCDE relativos a 2009, en España en torno a un 15% de los directores de centros públicos declararon que las interrupciones de los alumnos al profesor suponían un problema importante para el cumplimiento de los objetivos formativos del centro. En el caso de los colegios concertados y privados, este problema tiene mucha menor importancia, ya que el porcentaje correspondiente se reduce al 1,3%, como se muestra en el gráfico 1.
Si ponemos estos datos en una perspectiva internacional, es fácil comprobar que España es el país de nuestro entorno que padece este problema en mayor medida, como se desprende del gráfico 2.
Por otra parte, la falta de disciplina en las aulas suele intensificarse con la presencia de alumnos de familias de bajo nivel socioeconómico. Los datos de PISA establecen una relación muy estrecha entre ambas variables en el caso de España, como se muestra en el gráfico 3. Así, en los centros cuyos directores declararon no padecer un problema de interrupciones de alumnos, la media del Estatus Económico y Sociocultural (ESCS) de las familias es 0,1, lo que equivale al promedio de la OCDE, mientras que en los centros en los que la falta de disciplina es un importante problema, el ESCS toma un valor de -0,7, equivalente al de Argentina.
Si bien la relación entre la falta de disciplina y el bajo nivel socioeconómico de los alumnos se confirma en la mayoría de países, en algunos casos, como por ejemplo Finlandia, esta no se observa. Sería interesante analizar, en este sentido, dónde residen las claves de su éxito.
Finalmente, debemos recordar que los efectos de la falta de disciplina sobre el rendimiento educativo son de gran alcance. Estos quedan patentes en el gráfico 4, que compara el porcentaje de centros públicos que presentan problemas de interrupciones de los alumnos, con los resultados de estos en la prueba de matemáticas de PISA. A partir de la correlación observada entre ambas variables, podemos estimar que existen indicios fundados de que, solucionando este problema, el rendimiento de los alumnos españoles mejoraría en gran medida.
La conclusión de todo lo anterior es que la mejora del clima en las clases es una asignatura pendiente para gran parte de nuestros centros educativos. Si no se instruye y se da el apoyo necesario a los profesores para que sean capaces de gobernar convenientemente sus aulas, cualquier otra reforma tendrá efectos muy limitados sobre nuestro sistema educativo.