Raquel Uriol | 14 de junio de 2018
La Revolución Neolítica, con el desarrollo de la agricultura, cambió la vida de las comunidades prehistóricas y se produjeron los primeros asentamientos estables de la humanidad. En el siglo XIX, asistimos a la Revolución Industrial, que introdujo nuevas formas de producción y de transporte. El siglo XX nos ha traído la Revolución Tecnológica, que avanza de manera tan vertiginosa que resulta difícil asimilar las múltiples innovaciones. Y, de la mano de esas innovaciones digitales, físicas y biológicas, caminamos hacia la Cuarta Revolución, que modificará nuestra forma de trabajar incorporando sistemas ciberfísicos con nanotecnología e inteligencia artificial capaces de comunicarse entre sí y con las personas.
Estos cambios trepidantes nos conducen hacia un mundo laboral distinto a lo que hemos conocido hasta el momento. Según Stephane Kasriel, copresidente del Consejo sobre el futuro del trabajo, el género y la educación del Foro Económico Mundial o Foro de Davos, los robots, la automatización y la inteligencia artificial serán aspectos clave de este futuro inmediato. Además, señala que la mayoría de la fuerza de trabajo será autónoma en 2027 y que la educación reglada perderá importancia porque la formación que reciben los alumnos no está adaptada a su futuro laboral. El Foro Económico Mundial estima que el 65% de los escolares de hoy en día terminará trabajando en puestos que aún no existen.
Con este panorama, cabe preguntarse cómo podemos formar a nuestros estudiantes para unos trabajos que todavía no existen; qué conocimientos debemos potenciar en la actualidad para guiarlos hasta el éxito laboral dentro de veinte o veinticinco años o si es que acaso el saber por saber ya no tiene cabida en nuestra sociedad o en la sociedad del futuro. Interrogantes que no tienen una respuesta fácil, ni única. Pero lo que sí está claro es que, independientemente de las materias que se impartan en los colegios y universidades y de los conocimientos que adquieran a lo largo de su vida estudiantil, nuestros alumnos deberán desarrollar unas habilidades que han de ir adquiriendo desde su más temprana edad.
Los informes del Foro de Davos apuntan que la educación debe fomentar aspectos tales como la adaptabilidad, el aprendizaje continuo, el espíritu crítico, la resolución de problemas complejos, el trabajo colaborativo, la creatividad y la inteligencia emocional. Muchos colegios, conscientes de las nuevas necesidades de la sociedad actual y futura, están introduciendo dinámicas y metodologías orientadas a desarrollar estas destrezas.
Alumnos, profesores y colegios del siglo XXI . Las nuevas exigencias de la labor educativa
Los alumnos aprenden a colaborar para dar una respuesta imaginativa a un problema complejo planteado por sus profesores. Todos deben implicarse en la resolución, de todos depende el éxito del trabajo; la visión individualista está desapareciendo y los equipos cobran mayor relevancia. Se les enseña a debatir y a defender sus convicciones, aceptando la diversidad de opiniones y enfatizando en la creatividad de las múltiples soluciones. Tienen que contrastar ideas, elegir cuál es la mejor, aceptar que quizá su opción no es la más adecuada y lidiar con las emociones que eso pueda generar.
Otro aspecto que cada vez cobra mayor relevancia es el espíritu crítico. Vivimos en un mundo que genera una cantidad y variedad ingente de información. Nunca antes en la historia se habían creado y almacenado tantos datos, millones de datos, ni tantas noticias. Las redes sociales han revolucionado la comunicación, las noticias fluyen de un extremo a otro del planeta en cuestión de minutos y, lo que resulta más inquietante, muchas de ellas son falsas. En este panorama, es primordial enseñar a nuestros alumnos a discernir entre aquello que es cierto y lo que no; entre lo que tiene un contenido adecuado y de calidad y lo que no. Deben aprender a contrastar información y a no aceptar como válida la primera que leen.
Oportunidades y riesgos de la nueva revolución tecnológica sobre la educación para el empleo
No es una tarea fácil formar a los alumnos en estas habilidades, al tiempo que se profundiza en determinadas áreas del conocimiento académico. Pero, quizá, el reto más apasionante radica, precisamente, en dotarlos de las herramientas necesarias para que se desenvuelvan con destreza en un futuro de cambios tan vertiginosos como los del mundo actual.