Juan Esteban Rodríguez | 03 de octubre de 2018
«La cuestión de la enseñanza es cuestión de poder; el que enseña, domina, puesto que enseñar es formar hombres amoldados a las miras del que los adoctrina». Esta reflexión que Antonio Gil de Zárate (1793- 1861), conocido pedagogo y dramaturgo del siglo XIX, dejó escrita en su ya clásica obra De la Instrucción Pública en España (1855) encuentra hoy más sentido que nunca. Puesto que es precisamente «formar hombres amoldados a las miras del que los adoctrina» el objetivo primordial de varios manuales de Historia de España en Cataluña.
«El Ebro es un río catalán que nace en tierras extrañas». La fragmentación educativa, los sentimientos de agravio, el fomento de cierto odio hacia lo español (entendido siempre como lo castellano), el uso de la lengua y de determinados momentos históricos con un fin político e ideológico, el desprecio de los símbolos comunes y la exaltación constante de los propios, la manipulación más burda, en fin, de los contenidos, son el resultado de la progresiva descentralización de unas competencias educativas que han sido puestas al servicio de la causa política del nacionalismo. «Cataluña es un país al nordeste de la Península Ibérica».
Los tres pilares del adoctrinamiento nacionalista: la lengua, Educación y los medios
Desde la puesta en marcha de la LOCE (Ley Orgánica de Calidad de la Educación, 23 de diciembre de 2002), el requisito indispensable de la autorización previa por parte de la Administración fue eliminado, con consecuencias nefastas. Recordemos: “Los órganos de coordinación didáctica de los centros públicos elegirán los libros de texto y demás materiales curriculares, cuya edición y adopción no requerirán la previa autorización de la Administración educativa”. Ninguna de las leyes posteriores ha corregido este dislate, confiando en el buen criterio de los agentes que intervienen en este proceso. Grave error. «Los romanos entraron en el territorio catalán en el año 218 a. C. y lo fueron ocupando militarmente poco a poco».
No es una situación nueva, ya en el año 2000 la Real Academia de la Historia elaboró un informe acerca de los manuales escolares de Historia de España en Cataluña y en otras regiones de España y, tres años antes, en 1997, Joaquín Prats, catedrático de Didáctica de las Ciencias Sociales de la Universidad de Barcelona, declaró al diario El País (2 de noviembre de 1997): «Se resalta lo que nos separa, todo aquello que en el pasado nos ha enfrentado a unos con otros». ¿Qué se hizo entonces? Nada. Atacar a la Academia por su osadía y seguir cediendo.
Entre el 20 y el 26 de noviembre de 2007, el diario El Mundo publicó una serie de reportajes denunciando cómo las editoriales manipulaban los libros de texto a gusto de los nacionalistas. Ya entonces podíamos ver, por ejemplo, cómo en la edición de Santillana para el País Vasco se sustituía una foto del Rey Juan Carlos I en las Cortes por una imagen de la actriz Aitana Sánchez-Gijón en el Festival de San Sebastián. Hace ya más de diez años desde que el libro de Historia de la editorial La Galera mostrase su vivo interés en Lady Di, a la que dedicó cuatro fotos, en contraposición a las escasas dos líneas con las que explicaba la Constitución. O que la editorial Castellnou aprovechaba su manual de 3º de la ESO para loar a Éric Bertran, adolescente que enviaba anónimos a las empresas que no rotulaban en catalán.
La Historia de España en Cataluña es hoy el relato de una manipulación consentida desde los distintos Gobiernos centrales, amparada en leyes educativas que retiran al Estado a las trincheras, construida en atención a intereses económicos de las editoriales y alentada por criterios políticos nacionalistas que, poco a poco, desde hace décadas, hornean a fuego lento a generaciones de independentistas que desconocen dónde nace el Ebro.