Cándida Filgueira Arias | 25 de septiembre de 2018
En consonancia con la última crisis económica, los jóvenes ninis en España han desbordado con creces las previsiones en la última década. El segmento de población en edades comprendidas entre los 18 y los 30 años ha experimentado un crecimiento tan acelerado que ya resulta preocupante (Encuesta de Población Activa). Esto quiere decir que menos de 17 millones de personas (población activa y con empleo) sostienen los cimientos del país. Pero, además, se trata de un movimiento cultural muy definido y cuyas características definen el sector de población que ni estudia ni trabaja. Inmadurez emocional, elevada tasa de desempleo juvenil, fracaso escolar, hedonismo, etc., son algunas de las características propias de los llamados ninis. Son jóvenes y no tan jóvenes adolescentes que comienzan a experimentar, o a no superar, el desfase evolutivo que se produce entre un cuerpo adulto y la mente de un niño. Es decir, inician los pasos hacia ser adulto, a la par que experimentan las transformaciones biológicas y emocionales propias de la etapa y que, en algunas ocasiones, perduran en el tiempo. Por lo tanto, se enfrentan y se cuestionan, de forma insistente, sobre su presente y futuro profesional, planteándose la utilidad sobre el tiempo destinado a los estudios, iniciando así un proceso altamente desmotivador y, consecuentemente, reduciendo el rendimiento académico hacia un ostensible fracaso escolar.
Los ninis representan la aparición de un modelo de actitud adolescente y juvenil retardada, caracterizada por el simultáneo rechazo a estudiar y a trabajar.
Desde la perspectiva social, el alto índice de ninis en España proyecta la falta de previsión y afrontamiento de un país sobre una realidad in crescendo que se traduce en la mala gestión a la hora de programar planes de intervención y recursos que podrían contribuir al desarrollo del potencial de esta generación y, consecuentemente, del país a través de su desempeño profesional.
Desde principios de siglo, la Office International Labour (ILO) se ocupa de estudiar y registrar el ratio de ninis de edades comprendidas entre 15 y 24 en 143-194 países del mundo y sus conclusiones abocan hacia el peor resultado, sobre todo en continentes como Asia, África y Oceanía, aunque las cifras son más bien simbólicas, puesto que es difícil recabar información en estos países.
Los niños tienen más probabilidades que las niñas de repetir curso, abandonar los estudios y no alcanzar la educación terciaria#OECDEAG #Ninis
— OCDE ➡️ Mejores Políticas para una Vida Mejor (@ocdeenespanol) September 11, 2018
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Actualmente (INE), hay 1.270.000 jóvenes ninis en España, frente a 600.000 de este sector que se están formando académicamente y, además, desempeñan una tarea profesional que les permite ayudar a sus padres en casa y afrontar los gastos de sus estudios.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), en el informe Perspectivas de la Competencia en la OCDE, destaca que España supera en casi 12 puntos la media (14,9%) del resto de los países analizados y en más de 20 enteros frente a los ninis de Japón y Luxemburgo, que obtienen los porcentajes más bajos. En definitiva, datos altamente preocupantes para el ámbito sociocultural y económico de España.
Ante esta situación, ¿qué podemos hacer? Está claro que debemos atajar el problema desde tres puntos de vista. Por un lado, hay que motivar a este sector de población para encaminar su trayectoria hacia la concienciación en la importancia de la formación, de convertirse en un buen profesional y lograr un buen empleo. En este sentido, la familia es fundamental para incorporar en su educación altas dosis de aprecio, estima y valoración de sus líneas potenciales de desarrollo.
Generación Z . Un móvil al nacer y un dominio de internet que supera al de sus padres
Por otro lado, las políticas educativas de cada país deben aunar esfuerzos en la mejora de las enseñanzas y condiciones educativas que allanen el terreno para esta generación. Está más que demostrado que, actualmente, la docencia debe gestionar aprendizajes dotando de herramientas al alumno para que culmine las competencias en cada etapa educativa, enseñando a pensar y desarrollando la capacidad crítica como personas y ciudadanos.
Por último, hay que potenciar e impulsar las actitudes emprendedoras y la proyección de este capital humano hacia la inversión de proyectos creativos e innovadores, sin duda estupendas alternativas para esta generación que no quiere ni estudiar ni trabajar.