Gonzalo Sanz-Magallón | 20 de septiembre de 2018
Los datos muestran cómo España cuenta con un elevado nivel de equidad educativa, superior a los países de su entorno. El origen socioeconómico de los alumnos no condiciona sus posibilidades de tener éxito en los estudios.
La reciente publicación de un informe de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos) ofreciendo datos sobre los niveles educativos de la población española en función de la educación recibida por sus padres ha puesto de manifiesto la importancia de la “herencia educativa” en nuestro país y el conocido como nivel de equidad educativa.
Evaluar el cumplimiento del objetivo de equidad educativa, entendida como la existencia de igualdad de oportunidades para tener éxito en los estudios, independientemente del origen socioeconómico de la familia, es una tarea compleja, si bien existen algunos indicadores interesantes. Cabe señalar, en este sentido, dos que sintetizan adecuadamente el fenómeno a estudiar, ofrecidos por el proyecto PISA de la OCDE, que mide el rendimiento educativo entre los estudiantes de 15 años.
La OCDE sostiene que es necesario redoblar los esfuerzos para mejorar la equidad en la #educación #OECDEAG
El origen social continúa siendo el factor principal que influye sobre la participación en la educación y el aprendizaje https://t.co/4skYJjphVn pic.twitter.com/cfOVQYulpu— OCDE ➡️ Mejores Políticas para una Vida Mejor (@ocdeenespanol) September 11, 2018
El primero consiste en estimar qué porcentaje del resultado en las pruebas de matemáticas, lectura o ciencias se explica por el origen socioeconómico de la familia. Se trata de estimar una ecuación en la que la variable dependiente es el resultado del alumno y como variable explicativa se utiliza el nivel socioeconómico de sus padres (ESCS), calculado a través de su nivel de estudios, profesión e indicadores representativos de la riqueza cultural en su hogar, por ejemplo, el número de libros existentes.
Este indicador toma un valor entre 0% y 100%, implicando 0% una influencia nula del nivel socioeconómico familiar sobre los resultados, mientras que el valor 100% supondría que todas las diferencias se explican por la “herencia educativa” de los progenitores. Por tanto, cuanto menor sea su valor, más equitativo es el sistema educativo del país o la región.
Atendiendo a los valores de este indicador con datos de PISA correspondientes al año 2015 en la prueba de ciencias (representados en el eje Y del gráfico 1 que vemos más abajo), comprobamos que España se sitúa en el mismo nivel que la media de la OCDE, cifrada en el 13%, al igual que Países Bajos. Canadá, Finlandia o Japón muestran los mayores niveles de equidad según este indicador, mientras que los peores resultados se obtienen en Francia y Bélgica, con niveles en torno al 20%.
Un segundo indicador estima el impacto de la variación de un punto del nivel socioeconómico de la familia (ESCS) sobre los resultados del alumno en las pruebas. Es complementario al anterior, ya que, por ejemplo, en algunos países es posible que pequeños cambios del nivel socioeconómico se asocien con grandes variaciones en los resultados, lo que implicaría un menor nivel de equidad educativa.
Los valores de este segundo indicador, también referido a la prueba de ciencias, se representan en el eje X del gráfico 1, y puede observarse que España registra la posición más favorable de toda la muestra, situándose en niveles cercanos Italia, Portugal, Estados Unidos y Canadá. Y, de nuevo, las peores posiciones según este indicador aparecen en Francia y Bélgica, seguidos por Países Bajos y Suiza.
La conclusión a la que nos llevan estos datos es que el nivel de equidad educativa en España es satisfactorio si lo comparamos con los países de nuestro entorno y que la “herencia educativa” que reciben nuestros jóvenes es limitada. Estudios recientes, como la tesis doctoral de Félix Burgos, han demostrado que parte de este éxito se explica por la presencia de centros concertados, a los que pueden acceder familias con niveles socioeconómicos bajos, y gracias al buen clima existente en el aula, mayor disciplina, existencia de proyectos formativos de calidad, etc. se amplían la tasas de alumnos “resilientes”, esto es, aquellos que, proviniendo de entonos socioeconómicos desfavorables, consiguen resultados superiores a la media en las pruebas de PISA.
Dado que el proyecto PISA goza ya de cierta trayectoria histórica, es posible tratar de inferir la evolución del grado de equidad en los distintos países. En este sentido, si comparamos el porcentaje de variación en resultados explicado por el ESCS entre 2006 y 2015 (ver gráfico 2), encontramos que, mientras que la mayor parte de los países registra valores negativos, indicando que la equidad ha tendido a mejorar entre ambos años, en el caso de España este indicador toma un valor ligeramente positivo, tendencia que es compartida por Canadá, Finlandia y Japón.
En definitiva, a pesar del importante reto que ha afrontado nuestro sistema educativo, derivado del auge de la inmigración procedente de países con bajos niveles educativos y, en ocasiones, con diferentes culturas, valores e idiomas, los indicadores muestran una influencia limitada del entorno familiar sobre el rendimiento educativo de nuestros estudiantes a los 15 años.
Los indicadores de equidad educativa son algo más favorables que en la mayoría de los países de nuestro entorno, si bien la tendencia moderadamente regresiva registrada en los últimos años hace necesario no descuidar las medidas que permitan garantizar el principio de igualdad de oportunidades de nuestra juventud, pero siempre respetando otros objetivos también prioritarios, como son la libertad de enseñanza, la excelencia y la eficiencia en el uso de recursos públicos.