Quizá el éxito de estas páginas haya sido que todas los artículos eran correspondencia entre nosotros mismos.
Sirvan estas palabras para concluir el camino de El Debate de Hoy, fundado en 2016 con la idea de mostrar un periodismo interpretativo, de reflexión pausada y análisis certero.
Después de dos años solo puedo decir que he rodado por el río turbulento de la opinión, que la piedra se ha hecho canto, y el canto, oración.
Hay que seguir profundizando y escribiendo, pero también hay que pausar las palabras para que puedan ser leídas con su justa y hermosa entonación.
Hoy deja de publicarse este diario digital y desde él nace otro y todo nacimiento es una buena noticia. Es un hijo digital que llega a este mundo -que no me gusta- con los más felices augurios.
Escribir en El Debate de Hoy, y leer a sus colaboradores, ha sido una fuente de alegría, una escuela de aprendizaje.
Las formas son imprescindibles. Pero no olvidemos que lo son, no como un fin en sí mismo, sino para servir al fin último: dejar que Cristo penetre cada vez más en nuestro corazón.
El milagro más grande, el acontecimiento casi nunca visto, el relato más maravillosamente enternecedor, es encontrar, ver de lejos, entre el humo y el ruido de las voces, a alguien que alguna vez, en algún momento de su vida, se replantea su postura.
Lejos dejarás tu paraíso, tu océano de paz, tu montaña divina, tu luna muda sobre la duna y el canto del pájaro interpretando la sentimental partitura de tu alma herida… y, entonces, volverás a ese extraño vacío que ya conoces.