Alfonso Basallo | 09 de marzo de 2018
La periodista, excorresponsal en Nueva York y Londres y especialista en Casa Real escribió el convulso epitafio del reinado de D. Juan Carlos en el libro Final de partida (La Esfera); y ahora acaba de publicar el arranque del reinado de su sucesor, tres años “intensos, complicados, inéditos”, una verdadera prueba de fuego para Felipe VI y la Reina Letizia. El subtítulo lo refleja significativamente: Crónica de una batalla. Legado, asedio y política en el trono de la Reina Letizia y Felipe VI.
En esta entrevista, Ana Romero habla de los puntos flacos y las cualidades de Felipe VI, el reto del golpe secesionista, las relaciones con Podemos, la mala comunicación de Zarzuela, la oportunidad perdida del Rey y Letizia de ser los «JFK y Jackie» españoles, el pulso razón de Estado/familia a cuenta del caso Nóos, la moda de los matrimonios morganáticos. Y da su opinión sobre Corinna (Romero fue la primera periodista que la entrevistó).
Alfonso Basallo: ¿Pasaría algo si mañana España fuera republicana?
Ana Romero: No pasaría nada en un país moderno, la cuarta economía de la Unión Europea. Saldríamos adelante, gracias a la resiliencia de la sociedad española. Cada vez tenemos una sociedad civil más fuerte y una clase política más débil. Se vio en el discurso de Felipe VI en Davos y el listado de cosas buenas que él resaltó provenían todas de la sociedad civil.
Si me preguntas: ¿sobreviviría España a una invasión yihadista?, diría que no, pero la llegada de la república no sería un desastre.
A.B.: Pero, ¿qué es más conveniente para España?
A.R.: Te respondo con los testimonios del libro. En las entrevistas muchos se definen como monárquicos utilitaristas. Rafael Hernando o Albert Rivera me decían: “Yo soy monárquico, pero si Felipe VI respeta la Constitución y si no se le cambia ya…”
A.B.: ¿Usted piensa igual?
A.R.: La clave es que la monarquía sea útil, que sirva… pero, ¿qué es ser monárquico en España? Pregunta complicada, porque es creer en símbolos, es como una religión, difícil de definir.
¿La república barata? Si tuviéramos un presidente, este también usaría el Palacio de Oriente para actos oficiales
A.B.: Y si le digo que una república es más barata…
A.R.. La diferencia económica no es estratosférica. La Corona española vale mucho más que los casi 8 millones de euros de presupuesto que le asignan a Felipe VI para que pague a los altos directivos de la Casa del Rey. Pero una Jefatura del Estado requiere una serie de servicios (transporte aéreo, seguridad, mantenimiento de los edificios etc.) y eso vale tanto para una monarquía como para una república. Si tuviéramos un presidente, este también usaría el Palacio de Oriente para actos oficiales.
A.B.: Entonces, ¿qué valor añadido aporta la monarquía?
A.R.: La historia.
A.B.: ¿La historia?
A.R.: Sí, el pasado, el encanto, la magia. Los ingleses lo han puesto en valor convirtiendo la monarquía en marca turística. Han logrado que se identifique la Corona con la esencia de su país, de forma que el cambio de guardia en Buckingham Palace, la misa de la familia real en Navidad, las fotos de toda la familia -ahora con Meghan Markle posando junto a príncipe Harry-, etc. se han convertido en parte de la «marca país».
A.B.: ¿Cree que Felipe es el ideal de una monarquía moderna? No tiene el pecado original franquista de su padre, es plenamente constitucional…
A.R.: Sí, pero para Podemos no está limpio de mancha original, porque es el heredero del heredero…
A.B.: ¿Esa mancha es imborrable?
A.R.: Javier Cercas, autor de Soldados de Salamina y que ha estudiado la memoria histórica, sugirió una idea interesante: el Rey podía hacer una declaración o una ceremonia a favor de la II República, como el acto que tuvo en Francia con los soldados de la «Nueve», los republicanos españoles que liberaron París en la II Guerra Mundial. Sería un gesto de reconciliación para reforzar la idea de que es el Rey de todos los españoles.
A.B.: Juan Carlos lo tenía más difícil, ¿no cree?
A.R.: Es cierto que la Transición no fue fácil, pero había un deseo poderosísimo de alcanzar la democracia; pienso que era más fuerte el deseo de democracia que la ideología de cada uno (de los comunistas, por ejemplo). Y eso facilitaba la conciliación y el deseo de pasar página.
A.B.: El caso de Carrillo es muy claro.
A.R.: Así es, y por eso pienso que Felipe lo tiene más difícil con Pablo Iglesias, porque no tiene nada que ofrecerle.
A.B.: ¿Cree usted que Felipe envidia a Isabel de Inglaterra, incombustible en el trono?
A.R.: Tampoco es un modelo para él. Felipe no tiene un modelo; sabe que sus antecedentes en la Jefatura de Estado son atípicos: su bisabuelo Alfonso XIII tuvo que irse, luego vino la dictadura de Franco, después Juan Carlos que tiene que empezar de cero en la Transición. De hecho, Sabino Fernández Campo, secretario y luego jefe de la Casa Real, construye, como jugando a las casitas, la arquitectura de una monarquía. Estaba todo por hacer.
A.B.: ¿Cuál es el punto flanco de Felipe VI?
A.R.: La desconfianza, la falta de seguridad, la frialdad… aunque esas debilidades pueden convertirse en talentos que le beneficien para su cometido. Un exceso de confianza o de seguridad en sí mismo podría resultar contraproducente.
El vídeo familiar de la sopa, con motivo de su 50 cumpleaños, me pareció cero natural (…) Zarzuela comunica fatal
A.B.: Pero la frialdad no ofrece una imagen empática al pueblo…
A.R. : De hecho, durante tres años (de 2014 a 2017), el Rey no se ha prodigado, no ha expuesto a las niñas a la atención pública, no ha habido contacto emocional con los ciudadanos. Luego, de golpe, mete una cámara en casa y se hace el vídeo de su familia, con motivo de su 50 cumpleaños. No tiene sentido pasar de la nada más absoluta a ese vídeo.
A.B.: ¿El vídeo de la sopa no le pareció poco natural, impostado?
A.R.: Cero natural. Sin embargo, en la ceremonia oficial se vio la ternura entre padre e hija y la complicidad del abuelo con su nieta Leonor, todo mucho más natural que el vídeo de la sopa, a pesar del protocolo.
A.B.: ¿Zarzuela comunica mal?
A.R.: Fatal. Lo del vídeo es un ejemplo. Y es una pena, porque tienen un producto de primera clase, dos Reyes jóvenes y guapos, dos niñas rubias y monas, con un país que empieza de nuevo, después del final de D. Juan Carlos. Pero han querido ser tan austeros, tan cautos, tan cuidadosos que no han vendido bien su producto. Podían jugar a JFK y Jackie y no lo han hecho.
A.B.. Pero eso depende de los profesionales de comunicación de la Casa Real…
A.R.: Pero estos hacen lo que les dicen sus jefes, que son los Reyes. Creo que Felipe y Letizia no han sabido construir un relato de proximidad con los ciudadanos, un pegamento emocional con el pueblo. Y podrían perfectamente, ya que son gente agradable, cercana.
Es lo que decían las abuelas: es mejor un par de arrugas de felicidad que una perfección helada
A.B.: La Reina Letizia no tanto, ¿no le parece distante?
A.R.: Creo que las permanentes transformaciones físicas no la ayudan. Es lo que decían las abuelas: es mejor un par de arrugas de felicidad que una perfección helada. El Rey envejece naturalmente y ella no, y eso influye en la imagen distante que puede dar la Reina.
A.B.: ¿Está bien asesorado el Rey? ¿Quién es la persona más influyente?
A.R.: De su entorno inmediato la persona más influyente quizá sea Jaime Alfonsín, que es su sombra desde 1995, cuando se incorporó a la Casa del Rey como jefe de la Secretaría (desde 2014 es el jefe de la Casa). Su papel es determinante.
Pero, además, se asesora con lo mucho que escucha a mucha gente. Tanto D. Juan Carlos como él reciben muchos inputs.
A.B.: ¿Le da consejos la Reina Sofía?
A.R.: Él adora a su madre y esta lo adora a él. En el plano personal, doña Sofía es influyente. Y también la Reina Letizia. Las dos tienen más predicamento sobre él que el Rey Juan Carlos.
A.B.: Después del susto de Cataluña, la estabilidad territorial es una bomba de relojería…
A.R.: Si es bomba de relojería o no lo veremos con el tiempo.
A.B.: Urkullu acaba de “desenfundar” otro chantaje secesionista.
A.R.: Indudablemente, el modelo territorial y las amenazas nacionalistas constituyen uno de los retos más determinantes del reinado. No lo tiene fácil D. Felipe.
A.B.: ¿Cómo definiría estos 40 meses?
A.R. : Intensos, complicados, inéditos. Y con un punto de falta de “baraka”, de buena suerte. Por ejemplo, tuvo que abortar su viaje a Arabia Saudí por la muerte de Turki, el hermano del Rey Salman; tuvo que aplazar varios meses la visita a París por la tragedia del avión de Germanwings en los Alpes.
A.B.: ¿Cree que ha superado la prueba de fuego?
A.R.: Algunas, pero le quedan muchas. Va a estar sometido a pruebas de fuego permanentes.
A.B.: ¿No le parece suficiente el discurso ante el golpe secesionista del 1-O?
A.R.: Entonces se puso la camiseta de Supermán y salió airoso de la prueba. Pero le quedan muchísimas camisetas de Supermán que ponerse.
A.B.: ¿Al menos, ha quitado el mal sabor de boca dejado por los últimos años de D. Juan Carlos?
A.R.: Por supuesto, ha pasado página. Pero es significativo que no hayan salido encuestas del CIS sobre valoración de la monarquía, desde que el Rey Juan Carlos suspendió en 2011. El CIS no ha vuelto a preguntar a los españoles.
A.B.: Eso significa…
A.R.: Que a efectos estadísticos, la monarquía sigue suspendida. Oficialmente suspendida. Aunque en encuestas demoscópicas privadas, los españoles sí dicen que están satisfechos con D. Felipe.
Cómo combinar la sopa de acelga con la magia, la cercanía con la liturgia monárquica: ese es el quid
A.B.: Parecerse a la gente normal pero, a la vez, mantener la magia de la Corona, ¿círculo cuadrado?
A.R.: Ese es el quid de la cuestión. Cómo combinar la sopa de acelga con la magia, la cercanía con la liturgia monárquica. He ahí el reto: mostrar al pueblo que el Rey es el Estado español andando con piernas.
A.B.: Pero esto no es Inglaterra…
A.R.: No, claro. A los ingleses les gusta el protocolo, a los españoles nos parece un punto ridículo. No lo tienen fácil los Reyes, en ese juego de distancia y cercanía a la vez y ante un auditorio iconoclasta y cínico como es la sociedad española.
A.B.: En eso Felipe tiene mucho que aprender de su padre…
A.R.: El Rey Juan Carlos encontró su tono, su voz y esa sintonía con el pueblo le funcionó muy bien durante buena parte de su reinado. Supo jugar muy bien la baza de la campechanía hasta que, en los últimos años, se le volvió en contra.
A.B.: ¿Por el caso Nóos?
A.R.: Incluso antes, hacia 2008, cuando comenzó la gran crisis económica y la gente empezó a estar un poco hasta el gorro de la campechanía. Pero, efectivamente, con el caso Nóos ese modelo pinchó y se terminó.
A.B.: ¿Felipe ha encontrado su tono?
A.R.: Aún no. Tendrá que sintonizar con la sociedad, como se busca la frecuencia en el dial de la radio. Se habla de él como «El preparado»? Pienso que quizá no debe ir por ahí. Lo de «El preparado» la sociedad se lo puede tomar con cierto sarcasmo.
El Rey está dando la imagen de “profesional”, como un abogado del Estado, un diplomático (…) A Juan Carlos se le asocia con el pantalón corto en el yate Fortuna
A.B.: Vd. baraja seis sobrenombres: El Tranquilo, el Normal, el Discreto, el Frío, el Alemán, el Último Borbón. ¿Con cuál cree vd. que quedará?
A.R.: No lo sé. Hoy por hoy está dando la imagen de “profesional”, “correcto”, “alto funcionario”, “servidor del Estado”… como un abogado del Estado. O un diplomático, como dijo la Reina Letizia cuando empezó a salir con él: “Mi novio es diplomático y trabaja para el Estado”.
A.B.: Eso no es malo, transmite eficiencia y austeridad.
A.R.: Claro. Era necesario después del final del reinado de Juan Carlos que la monarquía diera un toque de seriedad y distancia. A Felipe se le puede asociar con traje con corbata y a Juan Carlos, en cambio, con pantalón corto en el yate Fortuna, con una imagen más “marbellí”.
A.B.: Algunos autores sostienen que hubo un pacto no escrito monarquía-PSOE, entre Juan Carlos y Felipe González. ¿Felipe debe reeditar un pacto con la izquierda si quiere mantenerse en el trono?
A.R.: No lo veo así. La sintonía de D. Juan Carlos con Felipe González obedece a una coincidencia histórica. Porque entre 1982 y 1996 -durante los mandatos socialistas- es cuando se sientan las bases del Estado moderno en España. Y entre el Rey y González tejen los mimbres de la España democrática.
A.B.: ¿No obedecía entonces a un guiño del Rey a la izquierda, porque la derecha la tenía segura?
A.R.: No creo, porque la derecha tampoco la tenía tan segura. La derecha madrileña no era monárquica, como dice el profesor Juan Francisco Fuentes, autor del libro Con el Rey y contra el Rey.
A.B.: Y Felipe, en una coyuntura compleja como la actual, ¿con quién debe pactar?
A.R.: Con nadie. Debe ser el Rey de todos los españoles. O no será.
Rivera y Pedro Sánchez “matarían” por interpretar con el Rey el papel de Adolfo Suárez y Felipe González, respectivamente
A.B.: Pero tendrá más feeling personal con algún político.
A.R.: No lo sé; lo que sí sé es que hay más de un político que se cortaría un brazo por ser el portador de ese feeling. Albert Rivera y Pedro Sánchez “matarían” por interpretar el papel de Adolfo Suárez y Felipe González, respectivamente. Pero nada que ver ni la época ni tampoco el personaje… no veo a Felipe VI haciendo chistes sexistas con Rivera, como su padre con Suárez.
A.B.: A pesar de la indirecta de Juego de tronos, Iglesias ya no parece una amenaza para la monarquía.
A.R.: Es que yo no podía imaginar que la llegada de Podemos al poder supondría la caída de la monarquía y del Estado en pedazos. España es una democracia avanzada, el cuarto país de la Unión Europea… personalmente creo que con Podemos se ha exagerado mucho. Al PP, por ejemplo, le ha venido muy bien esa exageración.
A.B.: Pero, ¿tenía fundamento? Ahí están los amenazantes exabruptos de Iglesias contra la monarquía en Fort Apache.
A.R.: Sin embargo, Podemos no incluía la república en su programa.
A.B.: ¿No cree que, además, se han sobrevalorado sus expectativas electorales?
A.R.: Claro, no se ha producido el famoso sorpasso. Y Podemos no ha sido beligerante con la monarquía hasta la crisis catalana de 2017. Ahora ya ven al Rey como un adversario político.
A.B.: ¿Qué cree que hubiera pasado si al discurso del Rey no sigue la explosión de banderas rojigualdas o la aparición de Tabarnia?
A.R.: La apuesta era clara y la respuesta de la sociedad española tras el discurso era previsible.
El Rey apostaba a caballo ganador en su discurso del 1-O. Era muy superior el número de españoles españolistas al de los españoles independentistas
A.B.: ¿Previsible? ¿Cree que se podía saber?
A.R.: Yo creo que el Rey apostaba a caballo ganador. Era muy superior el número de españoles españolistas al de los españoles independentistas (45 millones, frente a unos 2 millones). Otra cosa era calibrar la magnitud de la respuesta tras el discurso… si iba a ser un 70% de banderas españolas o un 90%.
A.B.: Por otro lado, estaba obligado a hacerlo.
A.R.: Era su deber. Incluso recibió un toque de atención por parte de Alfonso Ussía, monárquico de libro, hijo del conde de los Gaitanes, albacea de D. Juan, con aquel tuit en el que venía a decir: o usted sale o va camino de Estoril. Es muy fuerte.
A.B.: Caso Nóos. El precio del cortafuegos ha sido su hermana Cristina, ¿la Razón de Estado über alles?
A.R.: Felipe no podía hacer otra cosa, su margen de maniobra era pequeñísimo. Él ya no puede salir fotografiado con Iñaki Urdangarín y la infanta Cristina, ¡nunca! El único espacio que le ha quedado son los sobrinos, los hijos del matrimonio Urdangarín-Borbón, que sí han aparecido en fotos con el Rey. El espacio solo se agrandaría si Cristina se divorciara.
A.B.: Cortó con Cristina por el caso Nóos, pero no con D. Juan Carlos por el caso Botsuana-Corinna.
A.R.: Por supuesto que no. Institucionalmente, dinásticamente es imposible que corte con el Rey emérito. Otra cosa es en el nivel personal o familiar. De todos es sabido que la relación personal entre Felipe y su padre ha sido complicada, porque la familia real es disfuncional, no es una familia feliz: los Reyes eméritos llevan años separados de hecho. Y Felipe es más cercano a su madre que a su padre.
A.B.: ¿El divorcio -no las separaciones de hecho- amenaza las monarquías?
A.R.: La nueva moda de casarse con plebeyas, como ocurrió en Inglaterra después de que Carlos se divorciara de Lady Di, trae dentro del pack la figura del divorcio…
A.B.: Lo cual es inédito.
A.R.: Pero existe la posibilidad: ¿qué pasa si se divorcian Haakon de Noruega y Mette Marit o el príncipe Guillermo y Kate Middleton?, ¿qué consecuencias tendría? No lo sé. Pero si ellos -como Felipe VI- son libres para elegir a esposas que no son de la realeza, también deberían ser libres para divorciarse, desde mi punto de vista.
A.B.: Pero eso supondría el fin de la monarquía, en la medida en que se basa en familias unidas, al menos oficialmente.
A.R.: Pero si ya está asegurada la sucesión una vez que los Reyes han tenido hijos, una vez cumplida la función dinástica, ya da igual lo que ocurra con los padres… Eso no tendría por qué afectar a la institución. Hablo aplicando el pragmatismo más absoluto ante un supuesto nuevo que antes apenas se planteaba.
Unos dicen que Felipe va ser el mejor Rey pero va a ser el último; otros que Leonor será la última Reina; y otros que no se sabe… depende de muchos factores
A.B.: ¿Morirá Felipe VI en el trono…?
A.R.: No podemos saberlo, porque el camino hasta el final de su reinado está lleno de dificultades. Al hacer el libro he recabado opiniones de todas clases: unos dicen va a ser el mejor Rey pero va a ser el último; otros que Leonor será la última Reina; y otros que no se sabe. Depende de muchos factores.
A.B.: Qué factor es más peligroso: ¿los populismos o los nacionalismos?
A.R.: La conjunción de los dos es letal. Y Felipe VI se enfrenta ahora a una combinación de los dos. Y yo añadiría una tercera amenaza: el “nadismo” o desafección de los jóvenes de 18 a 34 años, que están en el punto “nada”, ni Felipe, ni república.
A.B: Qué es lo primero que piensa cuando le digo:
A.B.: Juan Carlos.
A.R.: Frivolidad. No quiero ser cruel, pero yo diría que frivolidad, y eso le ha costado la Corona.
A.B.: Y, a la vez, ha sido el mejor relaciones públicas de España.
A.R.: Claro. Es que las personas no somos redondas y los Reyes tampoco. D. Juan Carlos tuvo un gran olfato político en la Transición, pero al final le perdió la frivolidad.
A.B.: Felipe VI.
A.R.: Seriedad.
A.B.: Infanta Cristina.
A.R.: Soberbia.
A.B.: Reina Sofía.
A.R.: Alemana.
A.B.: Eso quiere decir…
A.R.: Correcta pero cortés.
A.B.: Corinna.
A.R.: Hábil.
A.B.: Urdangarín.
A.R.: Ascensor. Sobrepasado por las circunstancias.
A.B.: Letizia.
A.R.: Observadora. En guardia.
Carlos Gregorio Hernández & David Sarias
Manuel Álvarez Tardío y Roberto Villa demuestran cómo la presión y el fraude fueron un factor fundamental para que el Frente Popular obtuviera el poder tras las elecciones republicanas de 1936.