Jorge Martínez Lucena | 19 de febrero de 2019
El Congreso Internacional sobre Novela Gótica que se celebra en la Universidad CEU San Pablo cuenta entre sus ponentes con Fernando Savater. Filósofo y profesor retirado, sigue colaborando como conferenciante en la causa de una España liberal en la que todos seamos realmente conciudadanos. Sin embargo, tras la muerte de su esposa, a la que homenajea en su último libro, de inminente publicación, todo se ha teñido de un duelo que no tiene visos de terminar. Tenemos con él un breve diálogo que dejamos aquí como una pequeña joya.
Jorge Martínez Lucena: ¿Qué expresa «La soledad del monstruo», título de su conferencia en el congreso?
Fernando Savater: El monstruo es el individuo por antonomasia, el caso único y por tanto perdido: no tiene familia, no es amado, no conoce el compañerismo, no se reproduce y no trabaja. Es el que se queda solo esperando el diluvio mientras todas las parejas suben al Arca.
Jorge Martínez Lucena: ¿Qué satisfacción encuentra el lector en el contacto con los monstruos?
Fernando Savater: Podemos identificarnos con el monstruo, porque cada uno tenemos el desolador orgullo de sabernos íntimamente únicos. Todos los parentescos que nos apresuramos a adoptar para tranquilizarnos son formas de optimismo. En el monstruo descargamos nuestro miedo de no tener iguales, de ser definitivamente impares. Por eso el monstruo nos asusta pero nos resulta simpático. Cada vez que la multitud lo persigue gritamos con la jauría, pero luego lloramos cuando lo alcanzan y lo matan. Es nuestro monstruo expiatorio.
J.M.L.: En una entrevista sobre su libro Voltaire contra los fanáticos dice que “la aflicción es más fuerte que la razón”, refiriéndose a su dolor por la muerte de su esposa. ¿Cree que ese es uno de los secretos de la buena literatura de terror, que nos permite un cierto combate con la muerte?
F.S.: Para el monstruo la muerte es un alivio porque lo iguala a los demás. Los romanos decían del que fallecía “se fue con la mayoría”, es decir, que dejó por fin de llamar la atención y se hizo semejante a tantos otros. Por eso el monstruo más inquietante es el que se singulariza también en la muerte y regresa de la tumba sin aceptar el destino común, como hace el vampiro, el personaje gótico por excelencia.
J.M.L.: Hablando recientemente sobre el que ha dicho que será su último libro, La peor parte. Memorias de amor, afirma que el miedo a la muerte es menos un miedo a la propia muerte y más un miedo a la de los seres queridos, como en su caso su mujer. ¿Cómo combate uno en esa otra agonía a la que se enfrenta estos últimos años en la vida?
F.S.: No la combato, me resigno a padecerla. Después de todo, pienso que es una forma póstuma de amor y todas las formas de amor son mas provechosas que la ausencia de él. Cuando uno ha amado de verdad, siempre sigue amando y lo único que de verdad teme es dejar de sentir que el dolor es pena, pero la pena que más vale la pena.
J.M.L.: También ha afirmado que el mundo y la naturaleza muestran una cierta indiferencia ante la muerte, pero que el hombre concreto no se puede habituar a la muerte. ¿Cómo se explica para usted, filósofo, este hecho? ¿Es solo un problema de memoria?
F.S.: La muerte es la aniquilación del alma, no del cuerpo, y por eso nos rebelamos contra ella con todas nuestras fuerzas, porque la materia de nuestro cuerpo tendrá infinitas oportunidades después de nuestra muerte, pero el alma ya no tendrá ninguna más. Por eso preferimos la pena a la nada del olvido, porque mientras siga vivo el amante el alma amada no habrá muerto del todo.
J.M.L.: ¿Qué cambiaría y subrayaría de su Ética para Amador, tras su experiencia vivida estos últimos años?
F.S.: Ese librito es una obra docente y, por tanto, optimista. Los maestros tienen la obligación de serlo, porque enseñar es una vocación de esperanza. Mientras lo fui, cumplí con mi obligación optimista, pero ahora ya hace mucho que he dejado de ser maestro.