Hay jinetes de luz en la hora oscura
El lanzamiento del Falcon Heavy y la Crew Dragon es otro paso de la nueva carrera espacial. En esta ocasión, son grandes empresas, y no las potencias de la Guerra Fría, las que compiten y trabajan por conseguir que el hombre siga cruzando fronteras más allá de la Tierra.
Si la Guerra Fría nos trajo algo positivo, fue el nacimiento de la exploración más allá de la Tierra en la conocida como carrera espacial. En poco más de una década, la Unión Soviética y los Estados Unidos pasaron de enviar pequeños satélites alrededor del globo a la proeza, en el caso americano, de poner el pie sobre la Luna.
La batalla propagandística entre dos modelos de sociedad y el interés por la propulsión de los misiles balísticos fueron dos factores fundamentales para entender una competencia que llevó al hombre a superar barreras abismales y adentrarse en el espacio. La victoria por aplastamiento de Estados Unidos y las misiones Apolo, unida al hundimiento progresivo de la URSS, provocó la decadencia de los programas espaciales a uno y otro lado del telón de acero. Eso sí, la investigación no finalizó y la cooperación entre países es hoy una realidad que tiene su mayor exponente en la Estación Espacial Internacional (ISS).
Poco más de 60 años después del Sputnik, los satélites son parte de nuestra vida, por ejemplo. El espacio es un elemento más y muchas empresas privadas trabajan y compiten por la hegemonía en un terreno en el que se unen negocio y sueños infantiles.
En esa carrera se han enfrascado, entre otros, dos grandes empresarios del sector tecnológico como Elon Musk y Jeff Bezos. Los emperadores de Tesla y Amazon, cara a cara en su intención de conquistar el espacio. No son los únicos, otras compañías como Boing o la propia NASA siguen trabajando en proyectos de distinta envergadura que siguen haciendo pensar que, en un futuro no tan lejano, el hombre podría hacer turismo más allá de la Tierra.
La nueva carrera espacial es de corte capitalista (qué ironía, pensarían los soviéticos) y los grandes esfuerzos se centran en reducir los costes de cada lanzamiento, de cada nave y de cada misión. En ese contexto se enmarca el primer vuelo del Falcon Heavy, el aparato más potente desde el Saturn V, con el que se impulsaron los viajes a la luna (aunque muy lejos de aquella bestia de la aeronáutica).
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SpaceX ha puesto en el espacio un cohete capaz de duplicar la carga máxima que hasta ahora se transportaba a la órbita terrestre. Lo ha conseguido, además, reduciendo significativamente los costes respecto a competidores como el Delta IV Heavy, de la compañía United Launch Alliance. Por si fuera poco, el lanzamiento del Falcon Heavy dejó para la historia la imagen de los dos bloques de la primera fase de despegue volviendo a Cabo Cañaveral y aterrizando prácticamente en paralelo, una maniobra que permite reutilizar dichos elementos.
odos estos detalles sitúan a la compañía de Elon Musk en una posición de privilegio a la hora de conseguir contratos de todo tipo, especialmente los de tipo militar. No podemos olvidar que en esta nueva carrera espacial se necesitan beneficios económicos. Ser el primero ya no basta.
La competencia beneficia a todos y el Falcón Heavy no será el último gran cohete que veamos despegar. Blue Origin, propiedad de Jeff Bezos, trabaja desde hace años en el New Glenn, con el que pretende seguir reduciendo costes y enfrentarse en el mercado de los vuelos orbitales. El magnate de Amazon ya se adelantó al de Tesla a la hora de mostrar al mundo la reutilización de materiales y el famoso aterrizaje vertical de las primeras fases.
Ya hemos comentado el factor político que impulsó la aventura en dirección a la luna durante la década de los 60. Yuri Gagarin, primer hombre en el espacio, se convirtió en un héroe en la URSS. Los lanzamientos estadounidenses eran seguidos por millones de personas a través de la televisión e incluso se pudo ver en directo el “pequeño paso” de Neil Armstrong en nuestro satélite.
El universo sigue atrayendo la atención de millones de personas y, como hombres que somos, siempre tenderemos a alzar los ojos en busca de nuevas fronteras. Ese interés convierte a la nueva carrera en un marco publicitario excelente que los grandes CEO saben aprovechar.
Empresas como SpaceX o Blue Origin tienen seguidores que ven reflejados sus valores e ilusiones en la investigación espacial. Los lanzamientos son seguidos por miles de personas a través de plataformas de Youtube y el look desfasado de los ingenieros de la NASA (con sus estereotipadas gafas y sus ceniceros llenos de colillas) ha sido sustituido por presentadores que convierten el despegue en un show televisivo moderno.
Quien mejor ha sabido entender y manejar este formato ha sido, una vez más, Elon Musk. El magnate prepara el terreno para sus avances con frases enigmáticas, proyectos velados… Una actitud que también ha provocado las dudas de quienes consideran que sus palabras y anuncios van mucho más rápido que sus hechos. Como ejemplo, una vez lanzado el Falcon Heavy con éxito, el propio Musk reconoció que es probable que su vida útil sea bastante corta en vista de los avances de un cohete aún mayor.
Pero, si buscamos una imagen que resuma ese show time de la nueva carrera espacial, lo encontramos en el descapotable Tesla que SpaceX puso como carga en su histórico lanzamiento. Un modelo rojo, propiedad de Elon Musk, conducido por Spaceman, un maniquí vestido con uno de los trajes que la compañía desarrolla. El vehículo orbitará durante miles de años entre la Tierra y Marte. El mundo pudo contemplar las impresionantes vistas a través de las cámaras situadas en el Tesla. Terminadas las baterías, el “viajero espacial” queda solo ante la eternidad, pero quien quiera seguir disfrutando de “la buena Tierra”, que dirían los tripulantes del Apolo 8, puede seguir haciéndolo a través de la cámara de la ISS.
Los objetivos de esta nueva carrera espacial son variados: el sueño del turismo lejos de la Tierra parece aún lejano, aunque cada vez esté más cerca; volver a la luna es un proyecto intermedio que no se descarta en función de la próxima gran meta, poner un pie en Marte. No hay plazos concretos para todos estos pasos; sin embargo, lanzamientos como el del Falcon Heavy desempolvan los libros de efemérides aeronáuticas y avivan la esperanza de que, dentro de no mucho, el hombre supere un horizonte más.
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