Hay jinetes de luz en la hora oscura
Se cumplen 50 años de la llegada del hombre a la Luna. Aquel verano de 1969 el mundo entero pudo contemplar cómo Neil Armstrong ponía su pie sobre la superficie de nuestro satélite, rompiendo así una frontera más para la humanidad.
Aquellos primeros pasos suponían el triunfo de Estados Unidos en la carrera espacial frente a la Unión Soviética y demostraban su indiscutible supremacía tecnológica. Pero medir la misión del Apolo 11 únicamente por su carácter geoestratégico sería limitar inmensamente su valor. También lo sería reducirla a un éxito científico o un recurso para la propaganda política. En eldebatedehoy.es presentamos este amplio especial para abordar la efeméride en toda su extensión.
El 25 de mayo de 1961, el presidente de Estados Unidos, John F. Kennedy, anunció ante el Congreso la intención de enviar a un hombre a la Luna y traerlo de vuelta a la Tierra, vivo, en el plazo de diez años.
Era su respuesta al viaje al espacio del soviético Yuri Gagarin apenas un mes antes. La década de los 60 se convirtió en el escenario de una intensa pugna entre las dos grandes potencias mundiales por alcanzar la supremacía tecnológica y científica. Si el mundo de la Guerra Fría se dividía en dos bloques separados por el Telón de Acero, más allá de la Tierra no había nada que frenase la expansión estadounidense o rusa. David Solar repasa aquellos años en los que conquistar el cosmos se convirtió en asunto nacional.
No se había cumplido el plazo dado por Kennedy cuando, en 1969, Neil Armstrong y Buzz Aldrin plantaron la bandera de Estados Unidos en la superficie lunar. El presidente, asesinado en 1963, no pudo ver cumplida su promesa y fue Richard Nixon quien recibió con honores a los héroes del Apolo 11. Dos hombres, tres junto a Michael Collins –que esperó a sus compañeros orbitando la Luna-, que ponían rostro a la labor de cerca de 400.000 personas. El Proyecto Apolo supuso un gasto extraordinario para el país y todavía hoy surge la pregunta: ¿aquello mereció la pena? Javier Pérez Castells responde a esa cuestión para eldebatedehoy.es.
Alcanzar la Luna suponía una proeza técnica sin precedentes. Estados Unidos y la Unión Soviética contaron con las grandes mentes científicas de su época y dieron forma a grandes equipos de ingenieros liderados por Wernher Von Braun, en el caso de la NASA, y Serguéi Koroliov en la URSS. Ellos fueron los creadores de los cohetes capaces de generar la fuerza necesaria para escapar de la gravedad de la Tierra y, hablando del Proyecto Apolo, enviar a tres hombres a la Luna para hacerlos regresar sanos y salvos.
Otro ingeniero aeronáutico, Javier Casado, divulgador científico experto en la carrera espacial, nos habla en la siguiente entrevista del nacimiento de los grandes cohetes, de la relación entre el viaje a la Luna y el ejército nazi, y de la posibilidad de volver a poner el pie en el satélite, como quiere Estados Unidos, en apenas cinco años.
En plena Guerra Fría, Estados Unidos no dudó en contar con el apoyo de países de su entorno para llevar a buen puerto su programa espacial. Esas necesidades llevaron a la NASA a España, donde encontraron buenos emplazamientos para sus bases de seguimiento. Un primer puesto en las Islas Canarias y otros en la sierra de Madrid sirvieron a los controladores de Houston para tejer su red de antenas de información que permitiese conocer en todo momento el lugar en el que se encontraban sus astronautas. Álvaro de Diego nos cuenta en este artículo que fueron los operarios españoles los primeros en recibir el mensaje de los tripulantes del Apolo 11, confirmando que el Eagle había alunizado con éxito.
Aprovechando el 50º aniversario de esta misión, la Fundación Telefónica muestra al público algunas de sus reliquias relacionadas con la llegada a la Luna. Una exposición que puede verse en Madrid hasta finales de año.
Como ocurre con los grandes momentos de la humanidad, aquellos que pudieron vivirlo en directo recuerdan a la perfección qué hacian entonces. Los primeros pasos de Neil Armstrong en la Luna fueron vistos por millones de personas en todo el mundo a través de la televisión. Manuel Alfonseca sienta a la mesa a un matrimonio para recordar, a modo de conversación, aquella efeméride de 1969 y otros hitos de la exploración espacial.
La llegada a la Luna fue un hecho histórico y permanecerá para siempre en los libros de historia. Pero, más allá del ámbito académico, la carrera espacial es también parte de la cultura popular gracias, en gran medida, a Hollywood.
Los astronautas se convirtieron en los nuevos héroes americanos y en la imagen perfecta de una sociedad que competía contra los «malvados» comunistas. José Ignacio Wert repasa algunas de las grandes películas que se han basado en las misiones espaciales. Cintas que van desde First Man, el biopic de Armstrong, hasta curiosas revisiones como El astronauta, comedia española estrenada apenas un año después del paseo lunar del Apolo 11.
No solo el cine ha utilizado la exploración espacial como fuente de inspiración. Todo tipo de artistas han levantado sus ojos al cielo en busca de la belleza de las estrellas. A todas estas expresiones le dedicamos un programa del pódcast Cultura y Debate que puedes escuchar aquí:
La Tierra vista desde el horizonte lunar. El hombre, en su afán por conocer, ha superado cualquier frontera. Romper la barrera terrestre puede entenderse también como un salto hacia la trascendencia. Ya en la misión Apolo 8, la primera que orbitó la Luna, los astronautas sorprendieron con un mensaje de Navidad en el que leyeron un pasaje del Génesis.
Al alcanzar la superficie lunar, el astronauta Buzz Aldrin comulgó en un pequeño cáliz que le permitieron llevar a bordo del módulo lunar y, desde el Vaticano, el papa Pablo VI seguía los acontecimientos en el observatorio jesuita que tanto permitió conocer sobre nuestro satélite años antes de que el hombre pudiera aterrizar allí. En este artículo de Enrique Solano repasamos la relación entre la Iglesia y el Programa Apolo.
Y llegamos a la Luna, por supuesto que llegamos. Se completó la gran odisea del siglo XX y se repitió hasta en seis ocasiones más en los años sucesivos. La hazaña de alcanzar nuestro satélite cumplió los sueños de grandes y pequeños y, a pesar de haberlo tocado, sigue pareciendo igual de lejano cuando se habla de volver.
En las noches de Luna llena es posible reconocer los lugares en los que aún descansan banderas norteamericanas, experimentos y huellas… recuerdos imborrables de la capacidad del hombre por dar un paso más, siempre un pasó más, en aras del avance de la humanidad.