Al saberme subyugado por la acariciadora tiranía de mi hija menor, cobraron sentido algunos hechos en retrospectiva.
El divorciado ha visto una muerte que es peor que la ausencia física. No ha enterrado a sus muertos porque ha visto apagarse una vida de un modo aun más destructor que la enfermedad o el accidente.
En un nuevo ensayo, tan brillante como divertido, Ser padre con San José. Pequeña guía del aventurero de los tiempos posmodernos, publicado por Éditions Magnificat, el escritor y filósofo da testimonio de su experiencia de la paternidad y desarrolla una profunda reflexión sobre la figura del padre.
Necesitamos hogares en los que habitar, y no para solazarnos en un egoísmo hermético, sino para crear remansos donde florezca una atmósfera de bienvenida y gocemos de la oportunidad de someter el tiempo de nuestra existencia a un cauce más limpio y humano.
Mantener que el criterio prioritario sobre la situación de los hijos tras el divorcio es la custodia compartida es un grave error. Está provocando una deriva lamentable en los últimos años que produce un gran perjuicio en los menores y una multiplicación de injusticia
Lo de la natalidad tiene muchas aristas y lleva años debatiéndose. Eso sí, al abordarla, propongo hacerlo como si fuera una autopsia, el estudio de algo irreversible. Todo lo que sea buscarle soluciones es una pérdida de tiempo.
Si queremos conocer una casa, debemos asomarnos a la puerta de su nevera, es la piel del hogar, la que soporta las arrugas y sostiene la memoria de lo cotidiano.
Que este año difícil se le haya dedicado a él no es tan solo un acto de justicia sino también de esperanza. San José es el camino, la salida, el ejemplo de que «se puede».
Solo he sentido la verdadera dimensión de la palabra ‘hombre’ cuando he sido padre, porque solo he entendido quién soy yo cuando he visto mi corazón latiendo en otro cuerpo.