Teresa Díaz Tártalo | 18 de febrero de 2018
La ministra de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, Dolors Montserrat, ha anunciado en el Congreso la puesta en marcha de un nuevo sistema que permitiría que las familias puedan acoger a menores en situación de desamparo, internos en centros, que pertenezcan a una comunidad autónoma diferente de la de los acogedores. Sin duda, es un anuncio que habrá alegrado a cualquiera que conozca la realidad del acogimiento familiar, porque puede hacer posible que las distintas administraciones se acerquen entre sí contribuyendo a una mejor atención hacia los más de 30.000 niños que en España necesitan familias que los acojan.
Damos la bienvenida a este anuncio con la esperanza de que contribuya a agilizar el acogimiento de estos menores. Hasta ahora, solo era posible acoger a un niño de otra comunidad autónoma si se trataba de un discapacitado o si formaba parte de un grupo de hermanos. Dicho con otras palabras, cuando la comunidad lo tenía muy difícil para darle salida, la administración ya permitía que pudieran ser atendidos por otra autonomía.
Muchos niños que esperan… y muchos que anhelan adoptarlos y están hartos de esperar
Tengo el privilegio de conocer a varios niños con síndrome de Down que han sido acogidos y después adoptados en familias de otras comunidades autónomas, pero debo decir que no ha sido tanto porque la administración haya ido a buscarles familias fuera, sino porque las asociaciones civiles con conocimiento del caso concreto se han movido y han propuesto familias y se las han hecho llegar a la administración. Estos niños, que hubieran crecido a cargo de las arcas públicas, han pasado a tener una familia: los niños felices, las familias también y la administración ahorrándose un gasto. ¡Todos contentos!
A la luz del anuncio de la ministra, los niños, ya no solo los discapacitados y los grupos de hermanos, sino los miles de niños que viven en el sistema residencial en España aún tendrán que superar otro obstáculo tristemente real y del que resulta delicado hablar: es preciso que los técnicos y, más allá de estos, las formas tradicionales de funcionar y los protocolos habituales que se deben respetar para cursar sus necesidades permitan una fluidez que no haga morir antes de nacer el buen propósito del ministerio. Nos preguntamos si los niños realmente van a poder darse cuenta de este cambio.
Para que ustedes entiendan la “realidad real”, hemos de poner sobre la mesa algunos datos: aunque en 2015 se aprobó una nueva ley que ha puesto negro sobre blanco el derecho de los niños a crecer en una familia e insta a que se dé prioridad al acogimiento familiar sobre el residencial (o sea, que ningún niño entre en un centro si puede ir a una familia de acogida), la realidad es que los niños siguen entrando en los centros y los que están allí hace tiempo no consiguen salir. ¿Las causas? Que hay pocas familias acogedoras y que hay cosas que se podrían hacer mucho mejor.
La familia, un hogar más cálido y económico para el acogimiento que el centro de menores
¿Qué pasa en España, que pocas son las familias acogedoras que hablan bien de la administración que gestiona sus acogimientos? No se las escucha, no se les da apoyo, se las trata con mucha frecuencia como si al darles un niño se les hiciera un favor que no merecen. No creo que sea casual que en España no proliferen las familias acogedoras. Por desgracia, los acogedores no tratan con la ministra, que solo habla de “favorecer” y cooperar. El acogedor se topa con “los protocolos”, con un funcionario que lleva más casos de los que dice poder atender y al técnico de la comunidad vecina le pasa lo mismo.
Perdonen que seamos cautelosos ante la noticia que nos anuncia la ministra. ¿Realmente se van a coordinar los servicios de cada comunidad autónoma, de tal modo que sea posible cuando un niño no encuentra familia en una comunidad que los técnicos rompan la frontera autonómica y den el paso de comunicarse entre ellos por el interés superior del niño? Nuestra preocupación es que siga siendo prioritario el interés superior del técnico al del niño.
Existe, además, otro dato a tener en cuenta: cuando un niño va en acogimiento es porque no puede ser cuidado por su familia, pero esta sigue estando presente en su vida. Por eso, no pasa a ser adoptado (aunque ahora la adopción abierta permite que aunque se le adopte no se rompa la relación con la familia de origen, si todas las partes están de acuerdo), pero no es una figura que se pueda generalizar alegremente. La familia de origen del niño, con la que ha de mantener contactos, no puede estar muy lejos de donde él viva, porque esto dificultaría la preservación del vínculo, esencial en esta figura de protección. Esto también requiere mucha coordinación y trabajo entre distintos servicios locales. ¡Debería ser posible! Si no, todos estos anuncios serán meros brindis al sol.
No basta, desde un puesto político, anunciar medidas que, por otra parte, deberían haber existido hace mucho: hace falta voluntad real de hacer posible su materialización y que se dé a los técnicos herramientas para poder llevarlo a cabo.