Teresa Díaz Tártalo | 26 de mayo de 2017
Hace tiempo que se viene hablando de la necesidad de facilitar los procesos de adopción en España, tanto a nivel nacional como internacional. El proceso para ambas modalidades presenta importantes diferencias pues, como es fácil imaginar, un proceso internacional conlleva una serie de acuerdos y garantías que implican también al país de origen de los niños y, por tanto, la agilidad de los trámites no está ya solo en manos del país adoptante.
Si atendemos a las adopciones nacionales, el problema es, en parte, una sencilla cuestión de tristes matemáticas, aunque suene duro: hay pocos niños y muchos demandantes
Si atendemos a las adopciones nacionales, el problema que se presenta es, en parte, una sencilla cuestión de tristes matemáticas, aunque suene duro: hay pocos niños y muchos demandantes. Pocos niños porque el hecho de que en los centros de menores haya “16.000 niños esperando una familia”, como se decía en mayo de 2017 desde las filas de Ciudadanos, no significa que estos niños sean adoptables. Más allá de la imprecisión de las cifras dadas por Patricia Reyes Rivera, hay que matizar que muchos tienen una familia que no está en condiciones de hacerse cargo de ellos, pero esto no los convierte en candidatos a una adopción, más que en un pequeño porcentaje.
https://twitter.com/CsCongreso/status/864818283211612160Hay procesos en relación con la adopción nacional frente a los que no podemos exigir rapidez sin hacer algunos matices importantes. Es cierto que la lista de adopciones nacionales se abre de higos a brevas para que las familias puedan inscribirse y suele cerrarse rápidamente tras un aluvión de peticiones, dejando fuera a muchos aspirantes deseosos de ser padres, pues, de aceptarlos a todos, la lista podría dar lugar a larguísimos años de espera.
Esta es parte de las razones por las que tantos aspirantes a ser padres de adopción optan por la vía internacional: en este proceso siempre es posible iniciar la tramitación, aunque no se sepa tampoco a ciencia cierta lo que pueda dudar la espera, pero al menos se les permite “empezar el embarazo”, siempre y cuando reúnan los requisitos que ello exige, que no son pocos. Y no se puede aspirar a abreviar más de la cuenta un proceso en el que hay que asegurar que los niños, que de por sí vienen de una situación de vulnerabilidad y han vivido ya antes situaciones de desprotección, en algunos casos muy dolorosas, reciban todas las garantías de un futuro mejor.
La administración debe velar por la impecabilidad de este proceso, con toda la seriedad que ello exige. Estamos de acuerdo con que los niños no deben pasar más tiempo del estrictamente imprescindible en centros si hay familias disponibles e idóneas para criarlos y la parte de esta demora que corresponde a incompetencia administrativa es más que criticable, pero no podemos caer en la ingenuidad de pensar que los miles de niños que viven en centros de acogida en España puedan ir a las 33.000 familias adoptantes que, según señala Reyes Rivera, se encuentran en espera, porque a ese planteamiento le faltan datos.
Esas hipotéticas 33.000 familias adoptantes ¿están dispuestas a adoptar niños mayores, grupos de hermanos, menores con trastornos de conducta, mentales, algunos con discapacidades…? ¿Se lanzarían a las nuevas adopciones abiertas, legitimadas con la nueva ley de protección a la infancia (de la que realmente todos los expertos se alegran y con razón), vigente desde el verano pasado, que permite a un menor seguir en relación con su familia de origen aunque otra lo adopte? ¿Serían estos miles de adoptantes posibles familias para niños que necesitan no romper el vínculo con su familia biológica? Porque esos son la parte más importante de los niños que viven en los centros de acogida en España. Los bebés, niños pequeños, sanos y sin vínculos familiares susceptibles de adopción encuentran familia rápidamente en cuanto la bolsa nacional se abre. A lo mejor esto tiene que ver con que tantos españoles sigan recurriendo a la adopción internacional, donde la vinculación con la familia de origen es casi imposible (o se posterga hasta que Google o la mayoría de edad de los adoptados se encarga de hacerla posible…).
Reyes Rivera ha recordado desde Ciudadanos que la ley aprobada en la anterior legislatura por el Partido Popular «no sirve de nada si no se acomete el desarrollo reglamentario». Se alegró de las manifestaciones del PP, que no para de decir que «quieren impulsarlo», pero Reyes acusó al Ejecutivo de ‘dejadez’ e insistió en que su grupo parlamentario no iba a parar hasta que los procesos de adopción se desbloqueen en España.
Los bebés, niños pequeños, sanos y sin vínculos familiares susceptibles de adopción encuentran familia rápidamente en cuanto la bolsa nacional se abre
Nos parece bien que se azuce a la Administración, porque ciertamente la dejadez es una actitud preocupante en los políticos pues, estadísticamente, los menores desamparados tienen poco peso en las preocupaciones de los grandes partidos y de nuestros gobernantes. Pero, para que esos niños salgan de los centros, nos tememos que, además de más profesionalidad en quienes son los responsables del sistema de protección de la infancia en España, hace falta también un cambio en el corazón de los españoles, y en eso la responsabilidad es de cada cual.