María Solano | 04 de enero de 2019
¿Qué tiene que ver la carta a los Reyes Magos con nuestra felicidad? ¿Por qué tener menos nos ayuda a ser mejores? ¿Solo por el hecho de no ceder al consumismo? La realidad es que detrás de la austeridad se esconden valores que nos ayudan en otros ámbitos de la vida. Veamos cómo.
El principio es el mismo que se aplica en educación cuando nos negamos a aceptar los dictados de un niño caprichoso. Imaginemos la escena del niño que berrea en mitad de un pasillo de un supermercado. Mientras increpa a su madre con frases tan terribles como “no te quiero” o “eres mala”, demanda con insistencia una bolsa de patatas fritas. Después de eternos minutos de gritos de madre e hijo, el pequeño se sale con la suya y los dos siguen la compra en el supermercado. El niño cree que ha ganado, pero en realidad ha perdido la oportunidad de aprender a postergar su deseo, a tolerar que no siempre ocurra lo que quiere, a descubrir que puede vivir sin aquello que creía tan importante y, en fin, a ser más feliz con lo que le toca.
De ‘pequeños dictadores’ a ‘hijos parásito’. El peligro de los niños criados entre algodones
Una escena como la descrita, que nos habla de la capacidad de autocontrol, parecía solo posible con niños pequeños como protagonistas. Pero un cambio sustancial en nuestro modelo de consumo –la inmediatez que nos proporciona internet, la economía de mercado que hace posible lograr cualquier deseo– nos está situando a todos, grandes y chicos, ante esa impaciencia insistente que, por rutinaria, acaba contagiando otros ámbitos de nuestra vida. Nosotros también lo queremos todo y lo queremos ya. Y como estamos acostumbrados a tenerlo, cada vez nos frustra más no lograrlo.
La carta a los Reyes Magos es solo un ejemplo de cómo podemos entrenar ese dominio de nosotros mismos que nos ayuda a ser más felices. La relación entre austeridad y felicidad no surge solo como un antónimo a la máxima que dice que el dinero no la da. No se trata solo de desasirse de lo material para que lo poseído no nos posea. Se trata sobre todo de poner en marcha esos hábitos que serán necesarios en todos los ámbitos de nuestra vida, como la paciencia, la tolerancia, la templanza o la fortaleza.
Ser austeros nos hace fuertes para no pedir aquello que no necesitamos, aunque podamos pagar. Nos hace templados para aceptar sin quejas lo que no tenemos. Tolerantes con lo que tenemos, aunque quisiéramos algo diferente. Pacientes para esperara a tener lo que deseamos.
Detrás de ese «síndrome de Amazon» que nos permite comprar cualquier cosa con un solo click y que aparezca mañana en nuestra puerta, ver cualquier película con el poder casi ilimitado de nuestro mando a distancia o disfrutar de cualquier menú por exótico que resulte con solo tocar la pantalla del móvil, se esconde un paulatino adormecimiento de aquellas otras virtudes que nos ayudaban a ser más felices. Nos estamos acostumbrando a tener y eso estropea nuestro carácter.
Porque lo verdaderamente importante de la austeridad en esa carta a los Reyes Magos no es lo material sino lo que habremos conseguido en las relaciones humanas: seremos menos demandantes con los que nos rodean, creceremos en empatía para entender sus reacciones, valoraremos la amabilidad como un bien muy por encima de lo material y habremos recibido el mejor de los regalos: ser buenas personas.