Sofía Gonzalo | 25 de octubre de 2018
En Madrid, las bodas católicas se sitúan en el 30%, un porcentaje inferior al de las civiles, en constante aumento desde los últimos diez años. El dato objetivo es: 17.572 uniones civiles frente a 7.500 parejas que han decidido casarse por la Iglesia. En nuestra aspiración de encasillar ávidamente las informaciones, el dato nos lleva casi inconscientemente a la palabra “secularización”, sin analizar la cuestión desde otra perspectiva. Pero los porcentajes nacen, en esencia, para que un segundo o tercer análisis nos lleve a conclusiones distintas a las más espontáneas.
En este caso, la cifra nos propone apreciar el contundente ejercicio de libertad que han hecho esos jóvenes que forman el 30% de las nuevas uniones. Se trata de novios que optan por un vínculo matrimonial en el que son conscientes de que, por encima de ellos, es Dios quien construye su camino.
En el libro Una decisión original. Guía para casarse por la Iglesia, los coautores Nicolás Álvarez de las Asturias, Lucas Buch y María Álvarez de las Asturias explican a los novios lo que significa esta elección: “Lo que la Iglesia hace es ofreceros el Matrimonio con Denominación de Origen como camino del amor, afirmando que los deseos que tenéis en el corazón no son una utopía, sino que es posible un amor para siempre. Como en todo lo que merece la pena, no faltarán dificultades y momentos de oscuridad; pero al casaros por la Iglesia, este amor que es vuestro lo ponéis en manos de Dios”.
El testimonio más eficaz sobre el matrimonio es la vida ejemplar de los esposos cristianos.
— Papa Francisco (@Pontifex_es) July 30, 2015
Que haya un 30% de jóvenes que opten en su libertad por esta elección de vida es mucho más esperanzador que compararlo con las cifras que demuestran que las uniones civiles aventajan a las uniones por la Iglesia. Alivia pensar que en la preparación del “Día D”, hay quien piensa en algo más trascendente que sorprender a los invitados con la última vuelta de tuerca en ideas originales. Y viendo los extremos en los que se esfuerzan los operadores del sector para sorprender a los invitados, uno ya cree que más que una boda, lo que en ocasiones se organiza es una performance.
En los portales especializados nos hablan de tendencias en los vestidos de novia, diseños vanguardistas para el ramo o las últimas tendencias en tartas de boda (Shaggy cake, Torn cake y las Mapping cake). Existe, además, una figura que cada vez adquiere mayor popularidad. Es el wedding planner, una persona que te asegura que conseguirá que “tu boda sea perfecta”.
Por eso es tan importante poner en valor a ese 30% de novios que deciden casarse por la Iglesia y que ya tienen elegido a su especial wedding planner. Aunque parezca sorprendente, vive en Roma y se llama papa Francisco. Él es quien les guía y les da consejos tan esenciales como el que les transmitió en la Audiencia General del 27 de mayo de 2015: “La alianza de amor entre el hombre y la mujer, alianza para la vida, no se improvisa, no se hace de un día al otro. No existe el matrimonio exprés, es necesario trabajar sobre el amor, es necesario caminar. La alianza del amor del hombre y de la mujer se aprende y se refina. Me permito decir que es una alianza artesanal. Hacer de dos vidas una vida sola, es también casi un milagro, un milagro de la libertad y del corazón, confiado a la fe”.
Y es precisamente esa elección en libertad lo más destacable de quienes eligen unirse a través del sacramento del matrimonio.
Matrimonios con segunda oportunidad . El amor en pareja sí puede ser para siempre
Cuando la corriente social arrastra a elegir una boda civil, quienes optan por enlazar sus vidas dejando a Dios un lugar esencial en el nuevo matrimonio están mostrando una coherencia y un convencimiento digno de admiración. Serán un 30% del total, pero ¡cuánta calidad hay en ese porcentaje! No será el mayoritario, pero es aquel que no lo hace por tradición, sin dar significado a esta decisión personal.
La reflexión en común durante el curso de matrimonios, la aceptación de la renuncia por el otro y ser conscientes de que Dios será quien les una para siempre aporta una calidad a estos jóvenes. Por tanto, lo importante no es la cantidad de personas que deciden casarse por la Iglesia, no; es la calidad la que aporta el valor. La coherencia que desprenden quienes lo hacen y su autenticidad son, sin duda, mucho más transcendentales que las cifras y porcentajes.