Fernando Bonete | 27 de noviembre de 2018
Conforme avanza el siglo XXI, todos aquellos retos y expectativas acerca de la denominada era de la sociedad conectada, formulados en sus orígenes de manera algo desenfocada, como mera elucubración, y siempre en tono dubitativo y exploratorio, van obteniendo de manera progresiva una definición más clara, y ofrecen conclusiones y resultados manifiestos. Al menos en lo que respecta a aquellas tecnologías y dispositivos con mayor recorrido, hoy somos capaces de identificar patrones de uso que han repercutido a fondo en las relaciones humanas, hasta el punto de causar profundos cambios no solo en nuestra forma de entender la vida, también en la manera misma de vivirla.
Es el caso evidente del móvil, que en su versión “inteligente” suma más de una década de vida desde su universalización. Más de diez años de uso y costumbres han modelado hábitos; comportamientos de entre los cuales ya cabe distinguir a ciencia cierta entre aquellos positivos y otros que son clara e indiscutiblemente negativos.
De los más perniciosos da cuenta el último libro de Fernando García Fernández, autor habitual en investigar y advertir cómo nos relacionamos con la tecnología. La batalla del móvil. ¿Cómo ganarla en el hogar? advierte sobre las consecuencias negativas que un uso imprudente del móvil puede tener para los niños, proponiendo métodos y herramientas para ejercer un control responsable sobre ellos. Es, por tanto, una monografía dirigida especialmente a los padres, para que estén sobre aviso de los riesgos que la despreocupación puede traer consigo y sepan encontrar el equilibrio entre la autoridad y el diálogo en la forma de educar “tecnológicamente” a sus hijos.
De entre los muchos públicos expuestos a la adicción digital -hoy una patología extendida, si bien no siempre advertida-, los niños son los más vulnerables. El catálogo de peligros tecnológicos a los que se enfrentan es extenso y complejo, y ha dado pie a toda una serie de preocupantes neologismos, peligrosos no solo por sus implicaciones legales, sino, sobre todo, porque alteran el natural crecimiento psíquico y el proceso de madurez del niño y pueden llegar a marcar su vida para siempre.
García Fernández introduce y comenta malos hábitos como el vamping, el uso de la tecnología hasta altas horas de la noche, con la consiguiente reducción de las horas de sueño y disminución del rendimiento; el acceso libre y continuado a la pornografía, que universaliza la deshumanización del sexo y su instrumentalización; el narcisismo digital, con su obsesiva preferencia por los likes frente a la aceptación de uno mismo y el desarrollo de un carácter y autenticidad propios; la dispersión de la atención, no tanto como crítica a la multitarea, sino por la pérdida de la capacidad para conectar con la realidad; el ciberbullying, la amplificación del acoso escolar fuera de las aulas, que puede truncar la infancia, se sea culpable o víctima.
El escenario presentado no es paradisíaco, pero no es antojo ni arbitrariedad del autor imponer una visión apocalíptica de la tecnología. No es capricho, es necesidad, la de constatar una serie de problemas evidentes para los que se necesitan soluciones, y frente a la que los padres deben ejercer su tutela. Primero de todo, predicando con el ejemplo. Después, introduciendo límites sólidos y bien definidos, por tiempo de uso, por edad, y a través de la supervisión constante y firme, sin concesiones buenistas, pero sí dialogando de la forma más clara y expositiva posible acerca de los peligros que entraña un uso irresponsable del móvil.