Carmen Sánchez Maillo | 22 de marzo de 2018
Fabrice Hadjadj es un autor francés que no deja indiferente. Libro a libro, se ha ido consolidando como uno de los escritores más refrescantes y novedosos del país vecino, donde el mejor y más activo catolicismo está protagonizando un combate social y cultural (La Manif pour tous) que asombra a la opinión pública por la juventud, brío y falta de complejos con que se bate en la opinión pública. La editorial Nuevo Inicio, de Granada, auspiciada por el arzobispo monseñor Javier Martínez, ha venido publicando la obra de este singular converso al catolicismo. Procedente de familia de origen judío e izquierdista, compagina su rompedora y creciente obra con la docencia y una familia numerosa. La novedad de Hadjadj no procede ni de su temática ni de su heterodoxia, sino de un estilo inconfundible que resulta eficaz, directo, chestertonianamente paradójico y que recuerda, por sus variados e ingeniosos juegos de palabras, al estilo ocurrente de Guillermo Cabrera Infante, siendo a la vez original en la exposición y el enfoque.
Fabrice Hadjadj es, sin duda, el exponente de pensador cristiano que se enfrenta a los temas de ahora y de siempre con originalidad y atrevimiento, hallando la clave justa de cómo hay que responder a ellos en una sociedad neopagana, usando la tradición como una fuente fresca y audaz para su discurso. Fabrice Hadjadj ha escrito sobre sexualidad, el diablo, la muerte, Dios, el éxito y la familia, con el acierto de encontrar la palabra justa hoy, sin olvidar lo permanente, pero marcando un camino nuevo: el de su voz desacomplejada de converso que reivindica el mejor legado de la Iglesia de una forma nueva y precisa para el mundo en que vivimos.
Este volumen, titulado ¿Qué es una familia?, reúne cuatro conferencias que abordan el propio concepto de la familia, exponen y tratan la sexualidad, la irrupción de los dispositivos electrónicos en el hogar y la procreación en su sentido más extenso. Fabrice Hadjadj | ¿Qué es una familia? | Editorial Nuevo Inicio | 2015 | 210 PÁGS. | 16 €
Con originalidad abre su exposición sobre la familia. No da una definición precisa, sino que va apartando los lugares comunes y aparentemente sensatos que sobre la familia se oyen en el discurso oficial para tratar de ir directo al núcleo, evidente y esencialísimo, pero a menudo silenciado: el encuentro de un hombre y una mujer. Es a partir de este hecho de donde Fabrice Hadjadj va extrayendo jugosas reflexiones y enfoques. La potencia de su discurso se apoya en la simplicidad desarmante de sus ejemplos e impugnaciones. Hadjadj advierte contra la moderna asimilación de la familia a los deseos de un Occidente desnortado, pero arguye que, siendo una realidad constitutiva de la humanidad, los intentos de calificar como familia los modelos que la ingeniería social en boga auspicia se quedarán siempre en parodia si antes no se destruye por completo al hombre. Una parodia que tendrá sus víctimas, personas de carne y hueso, circunstancia que conviene no olvidar.
La sexualidad es un tema ocurrente para Fabrice Hadjadj. Ya escribió un libro, La profundidad de los sexos, hace unos años y es un motivo recurrente en sus escritos y conferencias, que va enriqueciendo continuamente. El sexo, para Hadjadj, es el origen de todo. Va adornando su discurso con: hallazgos paleontológicos, estudios antropológicos, biografías de grandes autores contemporáneos franceses, combinando con el discurso de santo Tomás y san Agustín, sin perjuicio de recurrir a la mitología o a los clásicos franceses, y ese cóctel aparentemente contradictorio hace brillar un discurso razonable, chispeante y perturbador por verdadero. El sexo como inicio de la inteligencia humana, fundamento de la lógica formal y pórtico de la experiencia mística conduce a una católica reivindicación del cuerpo frente a la recurrente tentación espiritualista. No se trata de sesudos desarrollos, sino de ideas fuerza que apunta, desarrolla levemente y que dejan pensativo, a la vez que admirado por la potencia de sus intuiciones y la agudeza de sus formulaciones.
Un capítulo lleno de originalidad y deudor de su inequívoco bagaje francés es el dedicado a la mesa y a la tableta electrónica. Se trata de un ensayo jugoso en el que contrapone con brillantez y erudición la mesa y la tableta. Sus ámbitos, sus exclusiones, las virtudes de una y las esclavitudes de otra. La mesa familiar es un elemento constituyente de la familia y la tableta (quien dice tableta, dice móviles y lo que venga) aparece como una tentación disgregadora y necesariamente subordinada al lugar educativo por excelencia, la mesa familiar. La mesa familiar es el antídoto al aislamiento digital, la reserva necesaria para la conversación, para que los hijos sepan cómo y cuándo expresarse y comportarse, distingan los sabores que proceden del amor y el sacrificio, de la comida basura y sin alma. En definitiva, para que rompan la timidez y compartan en el disfrute de una comida preparada en el hogar el fuego de sus corazones, las inquisiciones de sus mentes. No es que haya oposición entre esas realidades, sino que también hay jerarquía, antídoto y orden de prelación.
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Hadjadj es un hombre actual, joven y percibe con claridad que una de las amenazas del presente para la familia es la tecnificación. La aparente ayuda de la técnica puede suplantar a la humanidad. Alerta, con mordacidad, de que esta deriva es uno de los grandes retos del momento que nos toca vivir. Utiliza la imagen del mecano para describir la lógica antihumana de una técnica que, a la vez que da frutos, no responde a la compleja trama de la verdadera humanidad. Un ejemplo deslumbrante es la idea madre con la que abre este capítulo de ¿Qué es una familia?, impugnando a fondo esta tentación tecnicista: “Un niño trisómico (un síndrome de Down) puede nacer, pero no puede ser fabricado.” De modo que los Down, los otrora “subnormales”, son la reserva efectiva de una humanidad verdadera, son el recuerdo de que la falibilidad humana es nuestra condición primera y ellos, los que son silenciosamente eliminados, son el testimonio vivo, didáctico y ejemplarizante de nuestra auténtica condición. Solo esa frase y todo lo que ello implica merece acercarse al libro.