José Luis Orella | 28 de mayo de 2018
La Guerra de Independencia popularizó el uso de la enseña náutica como bandera nacional frente a los franceses. Desde entonces, la historia de este símbolo va ligada a la singladura de un país que, en ocasiones, ha olvidado su significado común.
La bandera es el símbolo más visible de un país, que vemos en edificios públicos e incluso como complementos de nuestra ropa particular. En la mayoría de los países, su uso es muy popular como sentimiento de pertenencia a la nación, por encima de afinidades políticas y, en países como Estados Unidos, como símbolo de integración de las diferentes comunidades de inmigrantes que encontraron en el enorme país su segundo hogar. La importancia simbólica de la bandera viene heredada de los estandartes militares, que, como en la legión romana, no podían caer en manos enemigas y eran defendidos hasta el último hombre. Su uso era necesario para ayudar al general en el movimiento de unidades sobre el terreno. Por esta cuestión, la bandera nacional surgirá en el campo castrense. El desarrollo del espíritu patriótico moderno desde la Revolución Francesa, y su extensión al resto de los pueblos europeos durante el romanticismo, le añadirá una aureola mítica. La descolonización de los sesenta añadirá una verdadera inflación de colorido procedente de los países asiáticos y africanos, representativos de la libertad y la sangre derramada en la lucha por esta.
"El sable y el granadero" https://t.co/CjNvGlCiVu Martin Álvarez el héroe extremeño que defendió la bandera hasta el final pic.twitter.com/ze22LIU3BX
— Augusto Ferrer-Dalmau (@DalmauFerrer) September 27, 2017
En el caso español, nuestra bandera nacional tiene su origen en el Real Decreto de 28 de mayo de 1785, cuando el monarca Carlos III ordenó la configuración de una nueva bandera para la Armada real española. La bandera usada era la blanca, correspondiente a la dinastía Borbón, con el escudo de armas de la monarquía española. Sin embargo, en alta mar los buques ingleses confundían a menudo nuestros navíos con los franceses, que también usaban la bandera albina borbónica con las flores de lis, y, en el Mediterráneo, con los del reino hermano de las Dos Sicilias. El modelo triunfante fue su colorido: será el basado en los colores de la Corona de Aragón, que resultaba muy distinguible en alta mar. Durante la Guerra de Independencia contra el francés, los infantes de marina la usaron en sus combates en la defensa de Cádiz, popularizándose su uso en las unidades de tierra, y asumiendo una idea moderna y popular de lucha nacional contra el invasor.
La popularidad de su uso lleva finalmente a la reina Isabel II a convertirla en bandera nacional por el Real Decreto de 13 de octubre de 1843, que la impuso como enseña común de todos los Ejércitos. Desde entonces, fue el símbolo incontestado de la nación española y asimilado como tal. Aunque Isabel II será derrocada por una revolución, la bandera nacional subsistirá con la variante de las armas de la casa de los Saboya, de la Primera República o de la Restauración de la monarquía de Alfonso XII.
El himno nacional es la voz del pueblo, no otro recurso para la discusión y la refriega política
La excepción llegará con la Segunda República, que acentuará su castellanidad eliminando la simbología monárquica e introduciendo el morado de Castilla. El triunfo de las armas del bando nacional en la Guerra Civil restaurará los colores prohibidos de la rojigualda con un escudo de armas basado en el de los Reyes Católicos, que será sustituida por una más fiel a la original por el rey Juan Carlos I, aunque finalmente será relevada por un nuevo escudo más simplificado. La bandera nacional ha perdurado como símbolo de la unidad nacional, pero la carencia de una educación unificada, por la entrega de las competencias a las autonomías, ha reducido su importancia y abolido el cariño a la enseña nacional, en sustitución de los banderines autonómicos y alguna enseña representativa de los antiguos reinos.
Su uso se ha popularizado de nuevo por las nuevas generaciones gracias a los triunfos deportivos de la selección española. La mayor internacionalización de nuestras universidades y la presencia masiva de nuestros universitarios en países europeos, donde la enseña nacional se muestra de forma orgullosa, sin relación con la política, ha influido en que nuestros jóvenes sean quienes reivindiquen con orgullo el uso de la enseña nacional como lo que es: el símbolo de unidad de todos los españoles.
Su vida política sirve para explicar el periodo que llevó a España desde la monarquía de Alfonso XIII hasta la Guerra Civil.