David Solar | 26 de febrero de 2018
Agustín Muñoz Grandes, jefe de la División Azul, que combatió en el frente de Leningrado (1941-1942), preguntado a su regreso a España a propósito del frío sufrido en la URSS, comentó: “Para frío el que pasamos en Teruel”. Exageraba el general, pues en el Voljov y en el lago Ilmen se sufrieron temperaturas de -40º, mientras que en la Batalla de Teruel -enfrentamiento del que se cumple el 80º aniversario- no bajaron de -20º/-25º. En cualquier caso, frío terrible, hasta el punto de que los brigadistas internacionales bautizaron el choque como “Polo Norte. Sector Teruel”.
Al finalizar el otoño de 1937, la situación militar de la República era crítica. Su ejército había perdido las duras batallas de Brunete y Belchite y había perdido su Frente Norte, quedando bajo control sublevado, con todo lo que eso suponía en recursos humanos, mineros, agrarios, pesqueros e industriales, ventaja y disponibilidad del material del ejército republicano del Norte. El Gobierno de Juan Negrín debía contrarrestar urgentemente la ventaja adquirida por Franco y, al tiempo, tratar de cogerle a contrapié en su siguiente movimiento: nuevamente el cerco y captura de Madrid.
Huyendo de los bombardeos durante la Batalla de Teruel en el pueblo de Visiedo, al este de sierra Palomera. 1 de enero de 1938. Fondos de la Guerra Civil en la @BNE_biblioteca pic.twitter.com/DJ2CLPIOEB
— Vicente Aupí (@VicenteAupi) January 17, 2018
Entre los proyectos del estado mayor republicano, dirigido por Vicente Tojo, se optó por el más sencillo: atacar Teruel, una pequeña ciudad (unos 16.000 habitantes) sin defensas ni relieve económico. Se trataba de cortar la iniciativa de Franco, retrasar su ofensiva, alargar la guerra (“resistir es vencer”, decía Negrín) y ganar una capital de provincia por vez primera en el curso de la contienda, gran baza propagandística.
Ese es el contexto de la ofensiva contra Teruel, desencadenada el 15 de diciembre de 1937. El ejército republicano de Levante, mandado por el coronel Juan Hernández Saravia (unos cien mil hombres, un centenar de tanques, 120 aviones y 400 piezas de artillera), organizado en tres columnas, cercó la ciudad, a la que había replegado sus fuerzas el coronel Domingo Rey d’Arcourt, que entre soldados y voluntarios apenas reunió seis mil hombres. Con abrumadora superioridad, el día 22 de diciembre las fuerzas republicanas alcanzaron la Plaza de El Torico, centro urbano, mientras los defensores prolongaban su resistencia en varios sólidos edificios, como el seminario y el gobierno civil.
Franco hubiera deseado intervenir, pero advirtió que la maniobra de Rojo trataba de hacerle modificar sus planes y, además, sufrió las presiones de Berlín y Roma para que no se implicase en una batalla de “diversión”, por lo que se mantuvo a la expectativa hasta que, viendo perdida la ciudad y advirtiendo su alcance propagandístico, envió al general Fidel Dávila (cien mil hombres, con 140 aviones, 500 cañones y unos pocos blindados ligeros Pz.1) a recuperar lo perdido. El contraataque comenzó el 29 de diciembre y el 31 alcanzaron la periferia de Teruel, provocando que algunas tropas republicanas abandonaran sus posiciones. La batalla parecía ganada y Franco así lo comunicó a la prensa, pero entonces una fuerte ventisca y un descenso violento de la temperatura paralizaron la operación de socorro.
#TalDiaComoHoy de 1938, soldados nacionales entraban en la plaza del Torico durante la batalla de #Teruel en la @guerracivilesp #EFEfototeca pic.twitter.com/f0PrZliBXk
— EFE LaFototeca (@EFELafototeca) February 18, 2018
Recuperado el ejército republicano, Rey d’Arcourt capituló el 8 de enero, cuando había quedado reducido al seminario, y solo le quedaban unos centenares de hombres helados, hambrientos y casi sin munición. En las jornadas posteriores llegaría la reacción nacional que, tras un duro forcejeo, terminaría venciendo en la Batalla del Alfambra, preludio de la recuperación de Teruel, que tuvo lugar el 22 de febrero.
La Batalla de Teruel y Alfambra había terminado al cabo de diez semanas con resultados controvertidos: la República salvó Madrid y cosechó un importante triunfo propagandístico, pero pagó un tremendo precio: 20.000 muertos, 25.000 heridos o enfermos graves y 14.000 prisioneros, además de un tercio de los carros, cañones y aviones utilizados y mucho armamento ligero; le costaría 7 meses recuperarse. El éxito de Rojo fue muy negativo para Franco (jamás aceptó que Rey d’Arcourt se rindiera, lo calificó de traidor y cobarde y le persiguió hasta más allá de la muerte), pero reemplazaría enseguida sus pérdidas humanas (14.000 muertos, 33.000 heridos o enfermos graves, unos 3.500 prisioneros y centenares de victimas civiles) y materiales (el 60% de las sufridas por la República) y la situación estratégica posterior le era tan favorable que cambió de planes y lanzó sus fuerzas hacia el Mediterráneo, alcanzándolo el 15 de abril en Vinaroz. Y partiendo en dos el territorio republicano.
Su vida política sirve para explicar el periodo que llevó a España desde la monarquía de Alfonso XIII hasta la Guerra Civil.