Javier Arjona | 18 de noviembre de 2018
Cánovas del Castillo desempeñó un papel fundamental en la historia de España y la orientó hacia una regeneración política e institucional.
Cuando los vientos de la Revolución Gloriosa enviaron al exilio a la Reina Isabel II en 1868, aquella España de finales del siglo XIX no tuvo capacidad ni para digerir el experimento del cambio dinástico, ni la posterior experiencia republicana. Irrumpía en escena el cantonalismo, entre los últimos estertores del conflicto carlista y los primeros brotes del cubano, siendo testigo de excepción la Constitución de 1869, la primera carta magna casi democrática, toda vez que fue aprobada por unas Cortes Constituyentes a partir de sufragio universal masculino.
Durante el compás de espera que supuso la regencia de Serrano, el general Prim, líder del Partido Progresista e impulsor del Pacto de Ostende que acabó destronando a la Reina, buscó un nuevo monarca dentro del panorama europeo. Entre cinco candidatos, fue finalmente elegido Amadeo de Saboya, hijo de Víctor Manuel II de Italia, que subió al trono en 1870 y protagonizó el primer modelo de monarquía parlamentaria de la historia de España. Fue un efímero reinado de algo más de dos años, cargado de inestabilidad política y con escasa aceptación popular, que acabó desembocando en la Primera República, tras la resignada renuncia del propio monarca.
#TalDíaComoHoy de 1873 en España, las Cortes aceptan la renuncia al trono de Amadeo de Saboya.
Se proclama la I República, siendo nombrado presidente de la misma Estanislao Figueras. pic.twitter.com/dvP1BYGcnw— Historia 2.0 (@Historia2punto0) February 11, 2018
Pero tampoco la España sin Rey acabó funcionando. En los primeros once meses del modelo republicano federal hubo hasta cuatro presidentes de Gobierno y los conflictos cantonales provocaron en enero de 1874 el golpe de Estado del general Pavía, entonces capitán general de Castilla la Nueva. Aunque Serrano instauró una particular república unitaria, en diciembre de aquel año el Manifiesto de Sandhurst, redactado por Cánovas del Castillo y firmado por el entonces príncipe Alfonso en 1874, hacía sonar el réquiem para la república, dando paso al periodo conocido como la Restauración, tan magistralmente retratado por Clarín en La Regenta.
El objetivo del documento, ideado por Cánovas del Castillo para favorecer el retorno de España a la senda monárquica tras el fallido experimento republicano, fue dar visibilidad al hijo de la exiliada Isabel II, que entonces cursaba estudios militares en la Real Academia Militar de Sandhurst (Inglaterra). En el escrito, el futuro Alfonso XII mostraba su disposición a ocupar la corona española bajo la forma de una monarquía parlamentaria, comprometiéndose de manera tácita a respetar el avance liberal logrado a lo largo del siglo XIX, y alejándose de cualquier postulado de corte absolutista, que hubiera supuesto el inmediato rechazo social y político.
#TalDiaComoHoy en 1885 la viuda de Alfonso XII, María Cristina de Habsburgo-Lorena, jura fidelidad al heredero de la Corona y a la Constitución de 1876. pic.twitter.com/G4V2ru57X0
— Archivos de la Historia (@Arcdelahistori) November 28, 2017
Emergía la alargada figura de Antonio Cánovas del Castillo, personaje llamado a convertirse en el estratega político de finales del siglo XIX, que, apadrinando al nuevo monarca, supo definir un modelo de Estado basado en un pactismo político para asegurar la estabilidad institucional, sobre todo cuando una inoportuna tuberculosis acabó con la vida del joven Alfonso XII en 1885. El entonces líder del Partido Conservador hubo de convertirse en estadista para garantizar la regencia de María Cristina de Habsburgo, por encima de los intereses políticos de su partido.
Nacido el 1828, el político malagueño forjó su carrera en la Unión Liberal fundada por el general O’Donnell tras la Revolución de 1854, donde recaló desde un pensamiento liberal dentro de la corriente moderada. Fue el autor del Manifiesto de Manzanares, con el que, tras demandar una regeneración política e institucional, posibilitó la llegada del Bienio Progresista para seguir impulsado la construcción del Estado liberal. Atrás quedaba la Década Moderada, que había inaugurado el reinado efectivo de la Reina Isabel II.
En el mismo año en el que acababa la primera aventura republicana de la historia de España, tras el pronunciamiento del general Arsenio Martínez Campos, Cánovas del Castillo fundó un nuevo partido político cuya ideología liberal bebía del Partido Moderado de la primera época isabelina y de la propia Unión Liberal. Nacía el Partido Liberal-Conservador o más comúnmente llamado Partido Conservador, que, junto al Partido Liberal de Práxedes Mateo Sagasta, acabaría escenificando un trascendental acuerdo político de alternancia en el poder en el Pacto de El Pardo, días antes de la muerte de Alfonso XII.
Aunque Cánovas del Castillo y Sagasta supieron marcar con acierto el paso político de aquellos años, España iba a acabar el siglo XIX entre la crispación social motivada por las guerras de Cuba y Marruecos, y los atentados anarquistas promovidos desde el movimiento obrero. En agosto de 1897, el líder del Partido Conservador murió asesinado en el Balneario de Santa Águeda (Guipúzcoa) y, a pesar de todo, el pactismo todavía estaría vigente durante más de una década, hasta los sucesos de la Semana Trágica en 1909, cuando Segismundo Moret y José Canalejas acabaron provocando la caída de un Antonio Maura que dio por finiquitado tanto el legado turnista de Cánovas del Castillo como el régimen político de la Restauración.
Su vida política sirve para explicar el periodo que llevó a España desde la monarquía de Alfonso XIII hasta la Guerra Civil.