María Fernández Portaencasa | 18 de abril de 2018
Mucho se ha dicho y escrito sobre cuál es o cuál debería ser la verdadera función de la arqueología. Es raro encontrar a un arqueólogo, hoy en día, que no esté de acuerdo en afirmar la importancia de la acción educativa de la misma, de la difusión y de la socialización de las que debería ser objeto el patrimonio arqueológico. Sin embargo, paradójicamente, está también ampliamente difundida en la comunidad académica una visión -ciertamente elitista- según la cual las llamadas “recreaciones históricas” son prescindibles, acusándolas de ser ideales, alejadas de la realidad o incluso infantiles. Afortunadamente para el mundo editorial, para los lectores e incluso para los especialistas, Desperta Ferro Ediciones no se enmarca dentro de esta tendencia y, fiel a su costumbre de acercar al público general una visión rigurosa y accesible de la Historia (como ya hace con sus revistas, una dedicada a la Historia Antigua y Medieval, y otra, a la Moderna y Contemporánea, además de una publicación específica de Arqueología, siempre con colaboraciones de expertos y magníficas ilustraciones) va ya por la tercera edición en castellano de Ciudades del Mundo Antiguo.
Este original y cuidadísimo volumen de Jean-Claude Golvin presenta un recorrido por las principales regiones conocidas y ciudades de la Antigüedad, pero no uno cualquiera, sino profusamente ilustrado con acuarelas realizadas durante años por el propio autor, arquitecto de formación, con más de 45 años de experiencia en el mundo de la arqueología, habiendo trabajado para instituciones tan prestigiosas como el CNRS (Centre National de la Recherche Cientifique), el Instituto Ausonius en la Universidad de Burdeos III, la dirección del Centro Franco-Egipcio de Karnak y misiones arqueológicas sobre arqueología religiosa en Dougga (Túnez). Tal y como Frédéric Lontcho apunta en la nota a la edición original, Golvin conoce perfectamente las técnicas informáticas de reconstrucción virtual; no obstante, se decanta por la técnica de acuarela tradicional, pues esta presenta unos matices de color que no pueden equipararse a los artificiales y que, además de mantener el rigor científico, también ayudan al espectador o lector a perderse en una ensoñación, imbuyéndose de arte y siendo transportado al pasado. Aportando un toque artesanal, el libro consigue ser más llamativo y personal.
Además del valor de todo lo ya apuntado, hay que añadir que Golvin ha de imaginar muchas partes de las ciudades, que en ocasiones no se conocen por no haber podido ser excavadas en su totalidad, o por diferentes problemas metodológicos, que salva con maestría, dotando a todas sus imágenes de una gran cohesión y sentido en su contexto histórico.
Ruinas del Gran Templo de Karnak en el Alto Egipto (David Roberts, 1845). pic.twitter.com/KD8TtVl4Nc
— Archivos de la Hist. (@Arcdelahistori) March 1, 2018
Ciudades del Mundo Antiguo se encuentra estructurado en nueve grandes apartados, cada uno correspondiente a una región, en cada una de las cuales se encuentra una amplia lista de ciudades (entre seis y trece, aunque algunos casos singulares, como Roma, cuentan con más de un apartado dedicado). En todos los casos, encontramos al comienzo un breve pero riguroso texto que detalla los rasgos principales de cada urbe (su posición geográfica, su fundación, los acontecimientos históricos más destacados que allí tuvieron lugar) y, en muchos casos, también un mapa que la ubica en su contexto espacio-temporal. A continuación, lo más impactante a la vista: una reconstrucción (o como él prefiere llamarlo: una evocación) hecha por Golvin de la antigua ciudad a vista de pájaro, como si de una maqueta de acuarela se tratase. Se encuentra numerada, y un gran cuadro contiguo explica detallada y detenidamente todos los elementos incluidos en la ilustración. Además, suele acompañarse de otra acuarela en la que Golvin ilustra con todo lujo de detalle algún edificio o monumento singular, especialmente representativo. Todo ello se apoya, además de en el conocimiento y experiencia de quien escribe, en una extensa bibliografía de carácter arqueológico y, como no podía ser de otra manera, en las fuentes literarias, informadoras directas e inigualables descriptoras de las antiguas ciudades.
Como un visitante turístico, el lector puede desplazarse de este a oeste y de lo más antiguo a lo más reciente, comenzando por la primera región descrita por Golvin, la cuna de la civilización: Próximo Oriente. Desde el zigurat de Ur, construido durante la primera mitad del III milenio a. C., primer edificio de este tipo en Mesopotamia, hasta la palestina Cesarea Marítima, reedificada por el rey Herodes a finales del s. I a. C. como lugar de recreo para sí y para el emperador de Roma. Entre uno y otro, pasando por la segunda maravilla del mundo antiguo: los Jardines Colgantes de Babilonia, la iraní Persépolis, la antaño esplendorosa y hoy tristemente célebre Palmira, la ciudad de los nabateos Petra, excavada en roca, el templo más grande conocido en la libanesa Baalbek y, por supuesto, Jerusalén, cuyo plano da una respuesta plenamente satisfactoria a cuestiones frecuentemente disputadas, como la ubicación del lugar de reunión del sanedrín, la fortaleza Antonia con respecto a la explanada del Templo o el Palacio Real.
Recreación de la ciudad de Éfeso hecha por el célebre arqueólogo francés Jean Claude Golvin #Turquía pic.twitter.com/Vf3xyOF7Eo
— Historia y Arqueología (@redhistoria) April 4, 2018
Egipto, la siguiente región en la lista, a la que Golvin ha dedicado otro libro de similar estilo, sigue el curso del Nilo: Giza, con su famosa esfinge y las célebres pirámides -de Keops, Kefrén y Micerinos- abre paso a Tell el-Amarna, la ciudad de Akhenatón, el llamado “faraón hereje” que acabó (al menos hasta su muerte) con la poderosa posición de que gozaba la casta sacerdotal, instaurando el monoteísmo en torno al culto a Atón, el sol. Le sigue Tebas, con sus imponentes templos, y en Deir el-Bahari se encuentra el original complejo funerario de Hatshepshut (1478-1458 a. C.), la reina faraón. Mención especial requieren Alejandría, con una acuarela individual dedicada al gran faro que inauguró en el 280 a. C. el rey Ptolomeo, y Edfú, cuyo templo de Horus ha llegado casi intacto hasta la actualidad.
En Grecia nos encontramos con un Delfos en pleno esplendor, pues de todos los rincones del Mediterráneo acudían peregrinos buscando el consejo del oráculo en el templo de Apolo. Le sigue la Atenas de Pericles y Fidias, con una recreación muy sugerente de las procesiones accediendo a la Acrópolis a través de la vía sacra, una imagen bastante más realista y alejada de lo que se suele representar en el imaginario colectivo, en el que se da un culto de carácter más individual. Corinto, Olimpia, Cnosos y Rodas abren paso a Turquía. La primera parada en Asia Menor es Halicarnaso (con su famoso Mausoleo) y, por supuesto, Troya. Si bien es cierto que los arqueólogos dudan sobre qué fase de ocupación de la urbe corresponde a la narración de la Ilíada, su identificación con la misma es segura desde el s. XIX. Asimismo, también se incluyen las ciudades de Dídima, Hierápolis, Éfeso y Xanthos.
Del resto de regiones incluidas por Golvin en Ciudades del Mundo Antiguo, a saber, Norte de África, Península Ibérica (donde destaca eminentemente Mérida), Germania, las Galias e Italia, merece la pena detenerse, como es evidente, en Roma, urbe de la Antigüedad por antonomasia y a la que el autor dedica nueve apartados distintos, para poder describir con todo lujo de detalle monumentos emblemáticos como el Panteón, el Circo Máximo, los foros imperiales, el estadio de Domiciano o el coloso de Nerón (levantado en el acceso a la Domus Aurea, el gran palacio que el emperador construyó en terrenos expropiados tras el gran incendio del 64 d. C., que arrasó gran parte de la urbe), entre otros.
Septimio Severo destacó militarmente por la derrota de los partos, por la que se le dedicó un Arco de Triunfo en Roma. pic.twitter.com/bR2UPF09GE
— Antigua Roma al Día (@antigua_roma) April 11, 2018
Este libro representa una apuesta decidida por el mundo de las reconstrucciones históricas, que son, a su vez y en palabras de M. Bendala, “una perfecta expresión de los propósitos de toda exposición: la divulgación del conocimiento, el afán de informar y compartir los avances y logros científicos, de proporcionar satisfacciones intelectuales y estéticas mediante imágenes sugestivas que fijen las ideas”.
Además de las auténticas obras de arte que son las creaciones de Golvin, Ciudades del Mundo Antiguo está apoyado por textos en los que han colaborado Gérard Coulon, Aude Gros de Beler y el ya citado Frédéric Lontcho, arqueólogos de gran prestigio cuyas aportaciones terminan de hacer de este volumen una obra de referencia para cualquiera que quiera acercarse al mundo de la Antigüedad y comenzar por tener una visión global a nivel urbanístico, así como para aquel especialista que desee volver a aprender, por qué no decirlo, la belleza de su profesión.
Su vida política sirve para explicar el periodo que llevó a España desde la monarquía de Alfonso XIII hasta la Guerra Civil.