José Luis Orella | 11 de septiembre de 2018
El Ejecutivo de Pedro Sánchez ha propuesto la formación de una comisión de la verdad para gestionar la versión interpretativa del principal hecho de nuestra historia contemporánea y el que más trascendencia internacional tiene: la Guerra Civil y el franquismo. Nuestra Guerra Civil, como preámbulo de la Segunda Guerra Mundial, tuvo una fuerte repercusión internacional que ayudó a crear dos grandes mitos: el «No Pasarán» del Madrid republicano y la defensa numantina del Alcázar de Toledo.
Imagen del traslado de 134 cadáveres de caídos en Toledo durante la Guerra Civil y el asedio al Alcazar, hacia el Valle de los Caídos, 1959. pic.twitter.com/PuQPSHopGo
— Archivos de la Hist. (@Arcdelahistori) July 23, 2018
Después, con la paz, la España destruida pasó por diferentes momentos, durante el largo periodo del general Franco, que la llevó, reconstruida y con un nivel de vida similar al de la Europa occidental, a integrarse en la comunidad internacional de las democracias tras su fallecimiento en 1975. La Transición fue un proceso estudiado, a nivel internacional, como modélico, el cambio de un modelo autoritario a una democracia por una élite de personas hijas del franquismo, entre las que se incluía a la propia izquierda parlamentaria.
En el momento actual, se ha procedido por parte del Ejecutivo a iniciar un nuevo periodo de interpretación histórica, ensalzando de forma idealizada la Segunda República República como breve periodo democrático, mientras que, por el contrario, el ‘franquismo’ es valorado como un fenómeno similar al nazismo germano, que debe ser eliminado de la historia y usado a nivel pedagógico como elemento que encarna el mal, para recrear la base moral de una verdadera democracia española, no deudora del militar ferrolano. Un planteamiento de este tipo supone la creación de una comisión de la verdad, cuyo nombre ya nos recuerda al Ministerio de la Verdad, la institución ficticia ideada por George Orwell para su novela 1984.
Como aquel, tiene la misión de proteger la versión oficial de aquellos periodos históricos. La comisión de la verdad deberá velar por la única versión permitida, rebajando al brazo de la justicia a aquellos profesionales que, en uso de sus investigaciones, defiendan conclusiones diferentes a las aprobadas por el Ejecutivo. Multas, condenas a prisión y apartamiento de la labor docente serán parte del armamento que los sicarios de la comisión de la verdad utilicen para acallar la labor investigadora que no se amolde a la “versión oficial”. Este modelo de control y gestión de la verdad se asemeja y recuerda a los momentos vividos por la poeta Anna Ajmátova en la gélida sociedad soviética.
Un país que mira al futuro con garantías está en paz con su pasado. La reparación, la justicia y la verdad son condiciones fundamentales para lograr la concordia. Esa es una de las asignaturas pendientes de la democracia española. #AgendadelCambio #PedroSánchezenLaSer pic.twitter.com/WarD18i6n3
— Pedro Sánchez (@sanchezcastejon) September 3, 2018
La instauración de una comisión de la verdad, formada por personas seleccionadas por los grupos políticos del Parlamento e instituciones dependientes del actual Ejecutivo, no deja de ocultar su realidad, un organismo coercitivo contra los profesionales de la historia. Esta institución provoca tres grandes consecuencias. La primera, la pervivencia de una única versión histórica, que responde al discurso político de uno de los protagonistas del aquel pasado, el socialismo español, que defendía un proyecto revolucionario similar al que se había dado en Rusia unos años antes. La segunda, el control y purga de un gremio de profesionales que se verán vedados en su libertad de investigar, bajo la amenaza de excluirlos del mundo docente a perpetuidad. La tercera, la eliminación del sentido crítico a una sociedad plural y madura, como es la española, reflejo de su vida democrática en sus últimas cuatro décadas, que se verá cercenado de golpe por el miedo a los veredictos de una comisión de la verdad, imbuida del espíritu jacobino del terror.
La libertad de investigar o de enseñar se asemeja al leve polvillo que las frágiles mariposas tienen en sus alas, y que les permite volar con seguridad; pero cuando lo pierden al tocar sus alas, caen pesadamente a tierra, perdiendo el encanto de su vuelo.
Su vida política sirve para explicar el periodo que llevó a España desde la monarquía de Alfonso XIII hasta la Guerra Civil.