María Saavedra | 14 de septiembre de 2017
Las estatuas de Cristóbal Colón sufren ataques por todo Estados Unidos. Encabezados por líderes políticos como Mitch O´Farrell la figura del descubridor de América es difamada recuperando las habituales medias verdades de la leyenda negra.
Continúa la furia iconoclasta en los Estados Unidos contra todo lo que sean representaciones de Cristóbal Colón. Comenzó con ataques aislados que destruyeron o mutilaron estatuas del navegante, y finalmente ha llegado a Nueva York, donde el alcalde convoca un cónclave de “expertos” que decidirán acerca del futuro un listado de monumentos. ¿Objetivo? Eliminar aquellos “monumentos, estatuas y espacios públicos que promuevan valores separatistas, racistas, antisemitas o cualquier sentimiento similar”.
En el punto de mira se encuentra la estatua de Colón situada en una de las plazas más populares de Manhattan, Columbus Circle, regalada por la comunidad italoamericana a la ciudad.
LA City Council vote is in and Indigenous People's Day has been created in LA! Anna Marcos reports
Camera: Martin Martinez @MitchOFarrell pic.twitter.com/I2V2t1I3N2— LA This Week (@LATW35) September 11, 2017
A la “caza de la estatua” se han sumado otras iniciativas, todas ellas estimuladas por la indudable buena intención de actuar en favor de los pueblos originarios, como parece ser el término políticamente adecuado para mencionar a las comunidades indígenas. Uno de los adalides de esta causa es el concejal de Los Ángeles, Mitch O´Farrell, que lideró -y triunfó en su propósito- la campaña por sustituir en su ciudad la fiesta del 12 de octubre: en lugar del Día de Colón será celebrada como el Día de los pueblos Indígenas.
Quizá sería más práctico o menos polémico instaurar un Día de los Pueblos Indígenas (ya lo hay a nivel mundial), sin necesidad de olvidar al navegante genovés. Pero cuando se busca la polémica, siempre hay argumentos que justifican las acciones que se guían más por emociones que por el sentido común. Y tras los más que abominables sucesos últimos de carácter racista en Virginia, es normal que se desaten pasiones y emociones. Pero para eso está la razón: para darles un cauce debido.
Entre el argumentario de O´Farrelll, podemos leer afirmaciones como las siguientes (copio literal de su web para evitar la máxima italiana Traduttori, traditori):
Christopher Columbus’ legacy of extreme violence, enslavement, and brutality is not in dispute. Nor is the suffering, destruction of cultures, and subjugation of Los Angeles’ original indigenous people, who were here thousands of years before anyone else.
The 1492 voyage of Columbus was the beginning of the end of the “Taino,” a tribe once numbering in the hundreds of thousands. Of the Taino Natives he encountered, Columbus sent over 100 back to Europe where they would spend the rest of their lives as slaves. On their own homeland, the Taino were enslaved, slaughtered, or died of disease with which they had no immunity.
For decades the Knights of Columbus had lobbied national leaders on their behalf. During most of this time period, Native Americans were completely powerless, were denied basic human rights, and didn’t even have the right to vote. American “Indians” were not granted U.S. citizenship until 1924 and their right to vote had to be ratified by each State. In this environment, a false mythology portraying Christopher Columbus as a benevolent historical figure was allowed to take root. History had been rewritten and the conquest of the American Indian was seemingly complete.
Es decir: el legado de Cristóbal Colón en América (en toda América, a pesar de que él no fue más allá del entorno Caribe) es exclusivamente violencia extrema, esclavitud y brutalidad. De uno de sus viajes se llevó a España 100 indios taínos, que fueron esclavizados en la Península y no volvieron a ver su tierra de origen. Y Colón es no solo responsable de esa esclavitud y brutalidad, sino también de la transmisión de enfermedades que masacraron a los primitivos pobladores de las Antillas, por no tener defensas biológicas para enfermedades hasta entonces desconocidas en su entorno.
Pero, a mi juicio, la «más sustanciosa» es la tercera de las afirmaciones que he transcrito: resulta que Colón es también responsable de que los Estados Unidos de América no otorgara derechos civiles a sus comunidades indígenas hasta 1924.
Si todo esto fuera cierto, los libros de Historia deberían dedicar varios capítulos a la figura y el legado de Cristóbal Colón, que extiende su larga sombra hasta bien entrado el siglo XX.
En primer lugar, la figura de Colón tiene cientos de representaciones en el mundo entero por ser el primer navegante que puso en contacto -con enorme riesgo- el Viejo y el Nuevo Mundo. Con medios técnicos más propios el medievo, Cristóbal Colón realizó la más importante travesía de la historia. Tres embarcaciones que se habían concebido para una navegación por el entorno Mediterráneo, y como mucho para singladuras de cabotaje o incursiones cortas en el Atlántico, logró llegar a las islas del Caribe. Alguno se sonreirá pensando: “¿y los vikingos”?.. Si, llegarían… pero no regresaron para contarlo. Y ahí está la grandeza de las expediciones colombinas: se completó -a falta de Oceanía- la concepción del mundo, al descubrirse la quarta orbis pars, intuida por los clásicos.
Acerca de la brutalidad, esclavitud y violencia a la que sometieron Colón y todos los que vinieron detrás de él (por lo visto, los herederos de Colón se reparten desde la Patagonia hasta Alaska), estamos ante medias verdades, que es la mejor táctica para construir una gran mentira.
Después de un primer momento de duda, la reina Isabel la Católica exponía en su nombre y en el de sus descendientes la situación jurídica de los habitantes de las Indias, que era la de vasallos de la Corona castellana, equiparables a los labradores de Castilla. Un hecho verificables es que si bien aquellos primeros taínos que Colón se trajo a España fueron vendidos como esclavos, tras una reflexión de juristas y teólogos, la propia reina ordenó que aquellos que siguieran vivos fueran devueltos a su lugar de origen.
Si se trató a indios como esclavos (cosa que efectivamente sucedió en muchos casos al sobrecargarlos de trabajo), se hizo contra la ley, no amparados por ella como era práctica habitual en otros proceso de colonización.
¿Hubo exterminio voluntario de la población caribe? Estamos ante una verdad contada a medias. Efectivamente, medio siglo más tarde de la llegada de Cristóbal Colón, prácticamente había desaparecido la población de los archipiélagos del Caribe. Pero junto a las luchas de conquista, hay que contar como factor mucho más determinante, el excesivo trabajo y sobre todo, aquellas enfermedades transmitidas por los españoles y sus animales, que aniquilaron a la población. El sarampión, la gripe, la viruela, fueron los peores enemigos de las poblaciones indígenas. ¿Qué alguien quiere llamar a esto “armas biológicas de destrucción masiva”? Está en su derecho, pero sabe que miente.
Otro insulto a la inteligencia es culpar a Colón de la falta de derechos civiles de las comunidades indígenas en los Estados Unidos. ¿Realmente son capaces de exculpar a los gobernantes republicanos? Los indígenas estadounidenses no votaron hasta 1924, nos dice O´Farrell. En la América hispana se convocaron elecciones a Cortes en 1810, y en los pueblos de indios se realizaron votaciones. A las Cortes de Cádiz asistió un diputado llamado Dionisio Inca Yupanqui. ¿Cuál era mientras tanto la participación india en la construcción de la república del Norte?
Quizá esos propagandistas de la defensa de los derechos indígenas a costa de reinventar la Leyenda negra antiespañola, deberían mirarse un poco más a ellos mismos y a su historia inmediata, en lugar de culpar a un navegante del siglo XV de lo que no han sabido resolver en más de dos siglos de república. O incluso antes, cuando para los pobladores de las Trece Colonias no confraternizaban precisamente con las comunidades indígenas que encontraban. ¿Dónde están los mestizos estadounidenses?
¿Cómo hacen compatible eliminar a Cristóbal Colón y dejar que la escultura más vista de los Estados Unidos sea la de unos Padres Fundadores que redactaban una Constitución que no prohibía la esclavitud? En la que para obviar la situación de los afrodescendientes decidieron considerarlos propiedades, y no incurrir así en contradicción con la Declaración de Virginia, que afirmaba “Que todos los hombres son por naturaleza igualmente libres e independientes.”
Seamos serios. Si la estatua de Cristóbal Colón incita al odio… hay que replantearse toda la realidad social y cultural de los Estados Unidos. Porque el término Columbia hace precisamente referencia a aquel navegante.
La premiada Wikipedia recoge 16 lugares de los Estados Unidos denominados Columbia. ¿Cambiamos el nombre por si alguno de los habitantes de esos espacios se siente agredido en sus valores, o marginado por su raza? El río Columbia debería desaparecer de nuestros mapas con ese nombre. ¿Boicoteamos todas las películas de Columbia Pictures? Obviamente, deberían vaciarse las aulas de Columbia University, uno de los centros universitarios más prestigiosos del mundo. Y, finalmente, la tradición ha considerado el nombre “Columbia” como la personificación femenina de los Estados Unidos: ¿estamos ante una grave crisis de identidad? Demasiados interrogantes que rozan el absurdo.
Y hablando de Universidades, 9 fueron los centros universitarios que se fundaron en las trece Colonias, mientras que cuando se proclama la independencia de Hispanoamérica, son casi 30 las Universidades repartidas por todo el territorio, junto a centenares de hospitales, colegios, iglesias, y un largo etcétera que completa el legado de los españoles que tras el viaje colombino se desplazaron a América. Así que, al menos por honestidad con la historia, deberían matizarse esas afirmaciones acerca del legado de Cristóbal Colón caracterizado única e indudablemente por “la brutalidad, la esclavitud y la violencia”.
Su vida política sirve para explicar el periodo que llevó a España desde la monarquía de Alfonso XIII hasta la Guerra Civil.