Antonio Miguel Jiménez | 08 de mayo de 2018
Esta obra de Pat Southern y Karen Dixon es una síntesis sobre el Ejército romano en los últimos siglos del Imperio, desde las reformas militares de Septimio Severo hasta las de Justiniano, ya siendo Imperio de Oriente. Un estudio magnífico de una seriedad histórica incontestable.
¿Cuántos años servía un legionario romano en el Ejército? ¿Qué salario cobraba? ¿Qué tipo de armadura lo protegía? ¿Cómo y con qué luchaba? ¿Cuál podía ser su procedencia? Etc., etc. Son algunas preguntas que entrañan un singular interés por uno de los temas más estudiados del mundo antiguo: el Ejército romano. Pero, aunque interesantes, no hacen justicia a una de las realidades más propias del gran Imperio del Occidente antiguo: su longevidad, y con ella, su adaptación constante a las distintas circunstancias que le sobrevinieron, pues no sería descabellado afirmar que una de las cualidades más encomiables del Estado romano fue su dureza flexible, es decir, que siendo la sociedad romana mayormente de raíz conservadora, anclada en las costumbres y los valores de los antepasados (mores maiorum), no dejó, por ello, de servirse y de absorber todo tipo de realidades de los pueblos con los que entraba en contacto. Por ello, cuando el investigador, o el lector avezado a la alta divulgación, se acercan con mirada crítica a algunas instituciones del pasado (o del presente), como el Ejército romano, la Iglesia católica o la monarquía británica, por poner tres ejemplos de instituciones longevas, deben tener muy en cuenta desde el primer momento el concepto historiográfico braudeliano –básico hoy en la historiografía– de la longue durée (larga duración), que hace referencia a una mirada estructural de la historia, y no coyuntural, es decir, el estudio del mosaico en su conjunto, en lugar de las teselas por separado. Esto permite esbozar interpretaciones históricas sumamente completas y sin dejar cabos sueltos.
Pues bien, después de esto, hay que decir que las cuestiones enunciadas al comienzo son erróneas o, al menos, incompletas. De la misma manera que el teatro clásico tiene sus tres unidades o reglas aristotélicas, las preguntas históricas, o hipótesis, deben enmarcarse en una unidad de acción, una unidad de tiempo y una unidad de lugar, ya que esos tres elementos condicionarán cada respuesta. ¿Cuántos años servía un legionario romano en el Ejército? Depende de en qué época sirviera, de la provincia en la que sirviera y del cuerpo y la campaña en la que hubiera luchado. Igual con el resto de preguntas.
Y esto es lo que encontramos en la recientemente publicada obra El Ejército romano del Bajo Imperio, de Pat Southern y Karen M. Dixon, donde el lector interesado en el Ejército más poderoso de la Antigüedad encontrará un estudio monográfico magnífico y de una seriedad histórica incontestable, apoyado en las principales fuentes antiguas, además de en la arqueología y los principales estudios actuales, sobre el periodo posiblemente menos conocido del Ejército romano: desde el siglo III d.C. hasta el siglo VI. De esta manera, tras la genial obra del historiador francés Yann Le Bohec, El Ejército romano, centrado en el Ejército del Alto Imperio, la obra de Southern y Dixon viene a completar el círculo, que, desde la humilde opinión de quien escribe, se completaría desde la vertiente más antigua (período republicano) por la también genial obra del historiador británico Lawrence Keppie, The Making of the Roman Army, aún sin traducir al español.
La estructura del libro, por otra parte, está muy bien definida y es sumamente lógica. En el primer capítulo encontramos un breve pero completo elenco de las fuentes básicas para el estudio del Ejército del Bajo Imperio, destacando autores antiguos como Amiano Marcelino, Vegecio y Procopio; algunos corpora legislativos y administrativos como el Codex Theodosianus (fundamento del Derecho occidental) y la Notitia Dignitatum (una lista de las tropas y los cargos militares del Ejército romano existentes a finales del siglo IV), además de importantes estudios modernos sobre el tema. En los capítulos segundo y tercero encontramos los apuntes históricos necesarios para poder situar, según las unidades aristotélicas de acción, tiempo y lugar, cada afirmación en su contexto, abarcando el segundo capítulo desde el reinado de Septimio Severo al de Diocleciano, y desde el de Constantino al de Justiniano en el tercer capítulo. Señalar, además, que en estos apartados se establecen los más importantes hitos de evolución en el Ejército romano del Bajo Imperio: las principales reformas, y sus posibles causas y consecuencias, por lo que reviste especial interés. Del cuarto al noveno capítulo encontramos el grueso de la obra, donde la maestría de las autoras desglosa cada pormenor de la vida del militar al servicio del Estado romano, desde su reclutamiento hasta su licenciamiento y su posible jubilación pagada. Por último, el capítulo décimo reúne unas valiosísimas conclusiones y reflexiones, extraídas por las autoras, del estudio llevado a cabo.
Algunos de los capítulos más interesantes son, sin duda, el cuarto, el quinto y el sexto: reclutamiento, condiciones del servicio y equipamiento militar, respectivamente. En estos tres apartados se estudian los aspectos más cercanos al militar bajoimperial, ya fuera ciudadano romano y combatiera en un cuerpo de limitanei (tropas del limes o frontera) o de comitatenses (integrantes de los ejércitos de campo o móviles), ya fuera un no romano, o bárbaro, que combatiera por Roma en un cuerpo de foederati o federados (con quienes se había concluido un tratado) o por su señor en un cuerpo de bucellarii o bucelarios (integrantes, romanos o no, del ejército privado de un magnate). Y cómo era el servicio en cada cuerpo: la promoción militar, las ventajas y privilegios de cada rango, los alojamientos en campaña, las raciones, el matrimonio y la familia, la duración del servicio y la jubilación –veinte años para los comitatenses y veinticuatro para los limitanei en época de Constantino para recibir la honesta missio (licenciamiento honroso), teniendo solo los primeros derecho a la emerita missio (privilegios de veteranos), que se extendería más tarde a los limitanei–, etc. Y el armamento, como no podía ser de otro modo. Southern y Dixon despliegan aquí un excelente abanico de conocimientos, comenzando por tratar la interesantísima cuestión de las fabricae o factorías estatales, que abastecían de armamento a los ejércitos bajoimperiales, recogidas en la Notitia Dignitatum y que han sido objeto de innumerables estudios académicos en las últimas décadas. En cuanto al armamento, el lector poco relacionado con el Ejército del Bajo Imperio se llevará una grata sorpresa, ya que la estética poco tiene que ver con la apariencia típica del soldado romano del imaginario popular. El por todos conocido scutum rectangular comienza, paulatinamente, a dar paso a un gran escudo oval, con un gran umbo de metal en el centro, más parecido a los grandes escudos escandinavos de época altomedieval que a los romanos de época altoimperial. La galea, el típico casco romano, evoluciona hasta convertirse en un yelmo muy distinto, llamado por los investigadores ridged helmet, o “yelmo crestado”, que tienen cada vez más influencia de los cascos de tipo germánico o spangenhelm, más alargados, con cresta y protección nasal. Cabe señalar, por último, dos cuestiones sobre el armamento ofensivo: la paulatina sustitución del gladius, una espada relativamente corta –entre 60 y 80 cm de largo y de 5 a 7 cm de ancho–, por la spatha, de gran influencia germánica –la propia palabra lo es–, más larga –entre 70 y 100 cm y algo menos ancha–; y el surgimiento de la plumbata, una suerte de dardo con un peso de plomo (plumbum) que se lanzaba antes del choque cuerpo a cuerpo, y que se alternó con el típico pilum (jabalina) arrojadizo.
Esto solo han sido unas pinceladas de un libro increíblemente completo que queda muy lejos de ser denso y que hace muy comprensible los cambios que acaecieron en el Ejército romano durante el periodo denominado como Bajo Imperio. Solo cabe hacerse eco de la afirmación tan acertada que realizan las autoras del libro en las conclusiones: “Cualquier historia sobre el Ejército romano tardío está ligada, de forma indisoluble, a la suerte del Imperio y a los motivos por los que la mitad occidental se fragmentó y la oriental logró sobrevivir”. Definitivamente, no se puede explicar la historia del Bajo Imperio romano sin conocer su Ejército, y viceversa. Para abordar ambas tareas, el libro de Southern y Dixon es el indicado.
Su vida política sirve para explicar el periodo que llevó a España desde la monarquía de Alfonso XIII hasta la Guerra Civil.