Cristina Barreiro | 11 de junio de 2018
El escritor Wenceslao Fernández Flórez es reconocido como una de las grandes firmas del siglo pasado. Sus Acotaciones de un oyente son todo un ejemplo de ingenio y buen periodismo parlamentario en tiempos de cambios para España.
Wenceslao Fernández Flórez es una de las figuras más representativas del “periodismo literario” del siglo XX. Su pluma, siempre irónica, intuitiva y mordaz, supo reflejar las complejidades de la sociedad en tiempos marcados por las experiencias de una España con necesidad de regeneración. Atraído por el mundo de las letras desde sus inicios en los rotativos gallegos, llegó a Madrid como una joven promesa de la literatura con los cuentos que enviaba al semanario Blanco y Negro y la publicación de su primera novela, Luz de Luna. Tras su paso como director por La Ilustración Española y Americana, una efímera experiencia como periodista político en El Imparcial y colaboraciones en El Parlamentario, comenzó a cultivar el género de la “crónica veraniega” en las páginas de El Liberal, con las que conquistó el éxito de la crítica. En 1916, con 31 años, fichó por el diario de Torcuato Luca de Tena, el ABC, entonces con José Cuartero como redactor-jefe.
El diario, con una idea moderna y gráfica de lo que sería el periodismo del nuevo siglo, se había abierto camino entre los grandes rotativos españoles hasta convertirse en el de mayor tirada y difusión. Fernández Flórez inauguraba una sección fija que, con el título de “Acotaciones de un oyente”, lo consolidan como una de las firmas de mayor popularidad junto a Mariano de Cavia, Azorín (cronista parlamentario en ABC hasta la llegada de Fernández Flórez), Juan Pujol, José Pla o Julio Camba. “Acotaciones de un oyente” se mantuvo de manera ininterrumpida hasta noviembre de 1918, fecha en la que concluye su primera serie. A finales de año, lanzó a la venta su recopilación: todo un éxito editorial, que en esas Navidades agotó la edición. Fernández Flórez volverá a las páginas de ABC en el periodo constituyente, de octubre a diciembre de 1931. Un tiempo también complejo.
Caricaturas y versos humorísticos sobre el Conde de Romanones, Antonio Maura, Eduardo Dato y otros políticos del primer tercio del siglo XX, reclamo publicitario en curiosas postales de la época que conserva el Congreso ? pic.twitter.com/GPe6nOxqet
— Congreso (@Congreso_Es) December 16, 2017
La primera de las “Acotaciones de un oyente” de Fernández Flórez se publicó el 3 de octubre de 1916. Aparece sin firma en la página 16. Son las Cortes de 1916, elegidas bajo el segundo Gobierno del Conde de Romanones, en un momento de temerosa participación de España en la Gran Guerra y cuando los mecanismos clientelares hacían estragos en las estructuras sociales cada vez más enfrentadas a la “realidad política” del Parlamento. En ese otoño, la debilidad social, azotada por la guerra de Marruecos y la violencia anarquista, supuso un punto de agotamiento para la monarquía. Wenceslao, al comenzar a tomar contacto con la tribuna de prensa destinada para los periodistas, percibe de inmediato la inoperancia parlamentaria y la poca ejecutiva de un hemiciclo nutrido de caciques desprestigiados:
Cuando escribimos estos renglones -leemos- aún no se vulneró aquel precepto de que la nación no puede ser patrimonio de ninguna familia ni persona. Aún no es, en efecto, de una sola familia: es de unas cuatro o cinco, que tienen hijos, yernos, tíos, primos, sobrinos, nietos y cuñados, en todos los puestos y en todas las Cámaras (ABC, 11 noviembre 1916).
Fernández Flórez aprecia la ineficacia del Parlamento en relación con la vida española y capta con avidez gallega el clima de redes clientelares que se respira en la política. Su prosa es ágil, fina, mordaz, pero crítica en los comentarios. Nos habla de la impunidad del cacique, del secuestro de la opinión y la anemia de los gobiernos. Y consigue ofrecer descripciones magistrales de los actores protagonistas: “sus señorías”. Con él, los nombres de los diputados desfilan por el texto como bocetos incisivos de ministros y parlamentarios. Joaquín Ruiz Jiménez, por entonces ministro de Gobernación, es una de sus dianas favoritas: “Trabaja mucho, su salud no es fuerte, fatiga demasiado su alta inteligencia en buscar las más indiscretas relaciones de los fenómenos” (15 octubre 1916) o Francesc Cambó, jefe de la minoría catalanista “flaco, de áspera voz, gesticulando como si la expulsión de las palabras ocasionase un dolor físico” (25 noviembre 1916).
En las “Acotaciones de un oyente” se cruzan figuras de nombre conocido con otras cuya resonancia, a mayor o menor escala, “muy pocos serían capaces de precisar”, si seguimos las palabras de Melchor Fernández-Almagro publicadas a raíz de una nueva reedición de las crónicas de Fernández Flórez por Prensa Española, con comentarios de Jesús Pabón, Jesús Sevilla Andrés y Carlos Seco Serrano. Rafael Gasset, Santiago Alba, Juan de la Cierva, Alejandro Lerroux, Melquíades Álvarez, Augusto González Besada o Miguel Villanueva no se escapan al látigo de Wenceslao, como tampoco lo hizo “la brillante cabellera del conde de Bugallal, apenas surcada por una raya imperceptible”, las manos extendidas de Julián Besteiro “negreando su cabello abundante y sus barbas desaliñadas de socialista activo” ni la “elegancia y el arte del señor Maura” (6 febrero 1917), don Antonio Maura, sobre quien trazará uno de los textos más recordados de nuestra crónica parlamentaria al reproducir el memorable discurso del tribuno balear en la plaza de toros de Madrid (30 abril 1917).
El año comenzó al calor de una nueva legislatura. Con las Cortes cerradas desde febrero de 1917, el Ejército en pie de guerra con las Juntas de Defensa y el regionalismo de Cambó en acción abierta, las oligarquías políticas parecían ajenas a un sistema que se desmoronaba y en el que la caída del Gobierno Romanones y el de su sucesor, el también liberal Manuel García Prieto, “sereno, pulcro, digno, con una espiritual sonrisa enredada en los pelos de su bigote (…) que tiene una ceja más alta que otra” (22 febrero 1917) no hizo despertar las conciencias políticas de las oligarquías. Cuando el conservador Eduardo Dato llega al poder en junio de 1917, las “Acotaciones de un oyente” desaparecen de las páginas de ABC. Las Cortes seguían cerradas y la “revolución de los burgueses” –en palabras del propio Cambó- estaba en marcha. Dato caía y el marqués de Alhucemas inauguraba su primer Gobierno de coalición, con Niceto Alcalá Zamora en el Ministerio de Fomento.
En marzo de 1918, reaparecen las “Acotaciones de un oyente” en ABC. El Ejecutivo de Manuel García Prieto había fracasado y se abría ante los españoles la opción de una posible regeneración, con el “Gobierno nacional” de Antonio Maura:
El banco azul, vacío… (…) Y los ministros entran en el salón. Delante de todos D. Antonio Maura. Unánimemente el gentío se ha puesto en pie: curiosos y diputados y periodistas. Estallan los aplausos ensordecedores. Algunos vivas apenas se hacen oír entre el estrépito entusiasta. Se aplaude largamente. (…) En el rostro de Maura falta la sanguínea coloración habitual. Está un poco pálido (ABC, 23 marzo 1918, p.15).
Las crónicas de Fernández Flórez retornaban a su espacio con una periodicidad más regular que nos descubre una inusitada estabilidad en el funcionamiento ordinario del sistema: era un Gabinete con el que volvía a la esperanza de una solución ordenada. En el Gobierno estaban representados casi todos los grupos y facciones de las Cámaras; sin embargo y pese a ello, Fernández Flórez -desde su identidad conservadora- no dejó de hacer patente sus simpatías, admiración y confianza hacia Antonio Maura, a quien en repetidas ocasiones consideró como el más capaz de los parlamentarios españoles; un político ilustre, con dominio del ademán y el gesto “solemne, sin vanidad; elegante, sin estudio; amplio, sereno, digno y grave” (25 abril 1918). Pese a ello, Dato, Romanones, García Prieto, Santiago Alba, Cambo, González Besada y el general Marina -los ocho ministros que conformaron el “Gobierno nacional»- no se libraron del aguijón incisivo del gallego.
En este contexto es curioso comprobar un espíritu optimista en los comentarios de Fernández Flórez. Antonio Maura despertó en muchos una sensación de posible salida de las debilidades del modelo clientelar, aunque las corruptelas, la duplicidad de dietas del funcionariado y la falta de operatividad de las Cortes van a seguir presentes en sus escritos. Las reformas del reglamento y los presupuestos generales son temas presentes en un tiempo en el que las negociaciones de cara al final de la Gran Guerra ocupan un tiempo interesante del debate. Fernández Flórez se mostró suspicaz en torno a la instrumentalización política que se estaba llevando a cabo del fin de las hostilidades. Pensaba que España no se podía quedar al margen del debate: sus comentarios destilan una sensibilidad ideológica que hasta la fecha no se presentaba con nitidez.
Es a partir de octubre de 1918 cuando Wenceslao Fernández Flórez muestra su contrariedad a las posiciones que, desde el socialismo, se estaban adoptando de cara a las “conquistas ideológicas” en las negociaciones, criticando los postulados humanitarios de los que hacía gala la izquierda en las conferencias de paz. Del mismo modo, Fernández Flórez va a hacer un alegato en defensa de la monarquía, en consonancia con la línea editorial del periódico con el que colabora. Por ello, vuelve a enjuiciar las palabras del socialista Julián Besteiro, al hilo de sus comentarios sobre la caída de los regímenes monárquicos en Alemania, Austria-Hungría y también Rusia, consecuencia del conflicto internacional. A su modo de ver, eran las luchas mezquinas entre ideologías enfrentadas las que vendían las derrotas de las potencias centrales como el fin de la monarquía, sin tener presente el “resurgir de los victoriosos” después de la pesadilla de la guerra. Los “personalismos ruines” -en referencia a los líderes socialistas españoles- estaban imposibilitando la labor de gobierno en un país que no quería figurones, ni camarillas con rótulos de partidos políticos.
El carácter ágil pero también incisivo en la crítica al sistema y los diputados hizo de sus comentarios una sección de éxito para el ABC. Dotado de una gran capacidad expresiva y maestro en el uso del lenguaje, Fernández Flórez logra refractar con ingenio las principales preocupaciones del momento. Se mostró mordaz con la mecánica electoral y con la esterilidad de los diputados, ofreciendo su particular punto de vista respecto al reino del favor. Pese a ello, y desde una ideología abiertamente conservadora, su preferencia hacia Antonio Maura es evidente.
Su vida política sirve para explicar el periodo que llevó a España desde la monarquía de Alfonso XIII hasta la Guerra Civil.